dimecres, de juliol 18, 2007

DEBILIDADES. Cap3

DEBILIDADES (18.7.07)

Disclaimer: Harry Potter y su mundo pertenecen a JK Rowling.

Capítulo tres

Era un deja vu.

***

Era un deja vu. Igual que ocurrió años atrás en la última batalla. Hermione fue gravemente herida, y durante tres días todos estuvieron en vilo esperando que Hermione despertara de su profundo sueño. Y allí, en el hospital, delante de todos, Harry confesó sus sentimientos hacia Hermione cuando ella apenas abrió los ojos.

La única diferencia que había era que no era una, sino dos las vidas por las que Harry rezaba aquella noche. No era un hombre religiosos, pero en su interior sabía que necesitaba de todos los recursos a su alcance para asegurarse que ambas sobrevivieran.

Esta noche es crucial... La niña está estable...

...Desconocemos cuál será su evolución...

Palabras que se repetían en su cabeza a la vez que se entrelazaban con las plegarias que recitaba en un susurro, sus ojos hundidos por el cansancio, y su alma rota por el dolor.

Si sólo él pudiera tomar el lugar de sus niñas.

Lo lamento...

Harry estaba seguro que los médicos habían repetido esas mismas palabras a muchas otras personas antes. ¿Cuántas habrían sobrevivido?

¿Cuántas no?

A pesar del dolor que crecía en su interior a cada minuto que pasaba, agradecía la presencia de Helen. Su mano, arrugada por los años, y por la angustia, se apoyaba sobre la suya. No era una mano frágil, sino fuerte como un roble. Su mano le infundía esa fuerza que no iba a encontrar en otro lugar.

Y los minutos corrían...

Y la esperanza se escurría entre sus dedos...

***

Débil. Se sentía tan débil...

***

Recordaba los nueve meses que había llevado a Hermione en su interior. Aquellos habían sido los meses más bellos de toda su vida. Y cuando su pequeña nació, después de horas de lágrimas y de gritos entre empujones, supo que quería volver a vivir esa experiencia.

Pero las circunstancias no lo permitieron. Aunque ella y Robert lo habían intentado durante largo tiempo, pronto se dieron cuenta de que el milagro de la vida no volvería a ocurrir.

Sus esfuerzos se centraron entonces en hacer feliz a su única hija. Y los años de cariño y de cuidados dieron su fruto. Nunca hubiera imaginado que llegaría a convertirse en la madre de una mujer brillante. En la madre de una bruja brillante, se corrigió.

¿Había sido la magia la que había impedido la concepción de otro bebé?

¿Había sido la magia la que había reconocido el enorme potencial de su hija y que los había impulsado a hacer de ella un ser excepcional?

Recordaba las risas y el llanto. Los tropiezos en el parque y los sueños en su regazo.

Imágenes de toda una vida que, ante todo, deseaba que su hija descubriera con su bebé...

Y también rezó.

***

La luz la cegaba. El molesto esplendor que le impedía ver a su alrededor.

Notaba su cuerpo entumecido...

Y al fin abrió los ojos. La luz era entonces un lábil haz que cruzaba la habitación.

Sólo veía sombras. Y oía un pitido constante que hacía eco en su cabeza.

“Harry...” susurró, y su mano cubrió el leve bulto de su barriga.

Y con un suspiro y una leve sonrisa, durmió.

***

la sala de espera le parecía un infierno. Así que se levantó de la silla, y sin decir nada, caminó sin prisas hacia la habitación de Hermione, dejando atrás a Helen con sus pensamientos.

La modesta estancia estaba a oscuras y el único destello de luz procedía del fluorescente que había al otro lado del cristal. Otras lucecitas de colores, verdes y rojas, parpadeaban incansables desde aquellas dichosas máquinas.

Pero aquellas dichosas máquinas eran lo único que le ofrecían a Harry un resquicio de esperanza.

Avanzó lentamente hasta la silla que había al lado de la cama. Se sentó y miró con atención el rostro de su amada... de su amiga. De su vida.

Las lágrimas que amenazaban en derramarse le nublaron la vista. Se sacó las gafas, y cubriéndose la cara con las manos, sollozó. El nudo que tenía en el pecho se iba estirado, haciéndose más fuerte dentro de él.

Colmó sus nervios y se acercó más a Hermione, para así acariciar su desordenado pelo y observar con detenimiento sus suaves facciones. La miró como si fuera la primera vez. La miró como si fuera la última...

“No te vayas...” le suplicó, apretujando las frías manos de Hermione entre las suyas. “No me dejes solo... ¿Es que no entiendes que no puedo vivir sin ti? No puedo... No puedo... Te amo, Hermione... Yo... yo si... si algo te ocurriera, cariño, no me lo perdonaría nunca... porque fue mi culpa. Mi culpa. Si no me hubiera marchado de esa forma... Lo siento... si yo no... Lo siento...”

Deshecho por la culpa y por la impotencia, Harry se desasió de las manos de Hermione para apoyar con suavidad su cabeza sobre la incipiente barriga en la que descansaba su pequeña hija. Y a ella también le pidió perdón.

***

Sentía un temblor que sacudía su cuerpo ligeramente. Y sintió que algo humedecía las finas ropas que cubrían su cuerpo.

El peso que notaba sobre su estómago... donde sentía la humedad.

Abrió los ojos para descubrir el origen de todas esas sensaciones.

Y entonces lo entendió.

Levantó una mano, una mano en la que resplandecía un diamante. Y, con gestos suaves pero intensos, acarició el pelo de su prometido.

“Harry...”

Tan absorto había estado en su pena, que apenas se dio cuenta de las caricias en su pelo... Pero al oír esa voz...

Con lentitud, por miedo a que sólo fuera un sueño, Harry giró su rostro hasta enfocar con sus ojos verdes la bella faz de sus amante. Una sonrisa tomó posesión de sus labios, y con voz ronca por la emoción, Harry dijo:

“Buenos días, dormilona...”

Ya habría tiempo para hablar después.

FIN

Notas de la autora: Sinceramente, no quería continuar con la historia en principio, y lo cierto es, que mientras ‘intentaba’ escribir esta tercera parte, me arrepiento de no haberlo dejado estar. Lo siento, pero es la verdad.
Si el capítulo no os ha gustado, os pido disculpas, pero me ha costado mucho escribirlo. Como no quería que llegara el séptimo libro antes que terminara la historia (estoy temiendo lo que ocurrirá en la última entrega), aquí tenéis.
Dejadme vuestros comentarios, que los agradezco mucho.
Saludos, Mery