divendres, de juny 15, 2007

POSESIÓN

POSESIÓN (15.6.07)

Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp.

Aviso: No hay violencia, pero sí que hay sexo y palabras fuertes.

Resumen: Un amor que, quizá, no tuvo el mejor de sus inicios, pero que desea terminar en un ‘por siempre’. ¿Serán Tomoyo y Touya capaces de confesar sus secretos y sus sentimientos a su familia y amigos?


“Fóllame...”

Esas palabras fueron susurradas por una boca traviesa y dulzona, que buscaba sin parar los labios de su acompañante masculino, cuyas manos estaban recorriendo cada centímetro de su cuerpo aún cubierto de ropa.

Su espalda estaba pegada a la puerta de aquella habitación de hotel barato gracias a aquel cuerpo viril que, en pocos momentos, sería suyo.

La posesión en esos instantes era una necesidad. Una necesidad incluso más importante que el oxígeno.

El sexo con él siempre era glorioso. Sólo con pensar que tendría su miembro en su interior le provocaba un cosquilleo en su vientre, le producía un aumento de su temperatura que la hacía arder en llamas...

La ropa estaba ya en el suelo, y sólo les cubría piezas de tela diminutas, que tenían como única finalidad resguardar los órganos más sensibles de sus cuerpos. Órganos que querían ponerse en marcha ya.

Las manos de ese hombre la cogieron por las nalgas y la elevaron contra su pecho. Rodeó con sus femeninas piernas las caderas de su hombre y sintió como al fin él se inundaba en ella.

“Sí...” suspiró en un susurro salvaje cerca de su oído. Su lengua escapó de su escondite húmedo para chuparle el lóbulo de su oreja, provocando en él un escalofrío.

Salió de ella casi por entero, y volvió a penetrarla...

Los movimientos empezaron a hacerse más rápidos, más violentos. Sus cuerpos no cesaban de golpear la madera de la puerta. No les preocupaba en absoluto que alguien pudiera oírles desde el otro lado de la puerta.

Empezaba a perder el sentido, pues desde su centro recibía el mayor de los placeres imaginables.

En esa oscura habitación, se imaginó cómo un extraño vería ese interludio de sus días. Se preguntó si unos ojos desconocidos verían a una mujer bella e imponente, con un cuerpo cuidado y joven, abriéndose de piernas para que un hombre atlético y poderoso se introdujera en ella con tanta potencia. Le gustaría saber si ese desconocido vería a dos personas desesperadas por un poco de acción, o si verían a una pareja enamorada que necesitaba un tiempo a solas para poder intercambiar unos momentos de gozo en la intimidad.

Sentía su interior quemándose por el fuego que le daba ese cuerpo, y conociendo esas sensaciones, supo que pronto se correría.

Agarró con fuerza el torso liso y bien formado que tenía entre sus brazos, y clavó sus dientes en el hombro de su amante, a la vez que lo enterraba hasta lo más profundo de sus ser.

Escuchó que un gruñido se escapaba de aquellos labios que tantas veces habían recorrido su anatomía. Rememoraba cada uno de sus encuentros sexuales. En camas deshechas, en suelos fríos, contra ventanas, contra puertas de madera, en sillas de plástico... en cualquier superficie disponible.

Una en concreto. Un recuerdo de su pasión le dibujaba una sonrisa en sus labios. La primera vez.

La primera vez que sintió su erección entre sus piernas, como ahora, aunque en aquel primer encuentro hubo dolor y lágrimas.

Ahora el dolor había desaparecido por completo, y sólo quedaban los escalofríos de placer y los gritos de liberación.

El sudor que caía entre sus cuerpos en forma de gotas diminutas daban lubricación a sus movimientos.

De repente, una embestida que le llegó hasta lo más profundo la hizo romperse añicos.

Su mente quedó en blanco, y no se percató de que su maravilloso amante la había recogido entre sus brazos para llevarla hasta aquella pequeña cama de motel.

Su cabeza se recostó sobre la almohada, y sintió la suavidad de una sábana cubriendo su cuerpo.

Se dio la vuelta para acercarse a su acompañante, y lo abrazó con delicadeza, una delicadeza que no había tenido lugar hasta ese momento.

Su incontrolada respiración golpeaba suavemente su pecho, y poco a poco, recobró la conciencia. Alzó su rostro para admirar a su hermoso compañero de aventuras, y le sonrió.

“Parecías impaciente,” exhaló con suavidad.

Él la observó antes de decirle: “Siempre soy impaciente cuando sé que te necesito.”

Lo dijo con tanto sentimiento que a Tomoyo se le inundaron los ojos de lágrimas.

“Yo también te necesito...” susurró imperceptiblemente mientras se acurrucaba a su lado, acariciándole el estómago en círculos, como sabía que a él le gustaba.

“Esto tiene que terminar, Tomoyo... No podemos seguir escondiéndonos... Ya no...” protestó Touya con una voz cálida pero severa, exigente.

Y tenía toda la razón, pensó la muchacha. Llevaban años viéndose a escondidas, en secreto. Sus escapadas se escondían tras excusas bien formuladas para que nadie pudiera descubrirlos. Sobre todo su madre. A Sonomi no le gustaría descubrir que su hija había pasado horas entre los brazos de ese hombre.

A Sonomi no le haría mucha gracia descubrir que su niña, no tan niña, había pasado los últimos cinco años manteniendo una relación a espaldas de todo el mundo.

A Sonomi no le gustaría saber que su hija estaba enamorada.

Pero era hora de destapar el engaño. Ahora ya no existían razones para verse a oscuras.

Al principio de su relación, todo eran problemas. Sonomi no le permitía desenvolverse con libertad. Después de terminar sus estudios y de empezar a trabajar en la empresa, había conseguido el respeto de su madre, y algo más de independencia. Ya no había guardaespaldas. Y no había ojos vigilantes que la seguían por todos sitios.

Tomoyo pudo respirar con tranquilidad al fin y disfrutar de sus días juntos sin miedo.

Al principio de su relación, todo eran mentiras. Tanto Touya como ella tenían pareja. Pero su deseo era demasiado fuerte.

Aquella primera vez, que tendría que haber sido la única, se fue convirtiendo en una y en otra sin que lo pudieran evitar. El amor, al fin y al cabo, era así. El corazón no elegía a sus amados de manera lógica y racional.

Tomoyo era muestra de ello.

Una noche de lluvia, en la que ambos se habían excusado de sus citas porque se encontraban mal, se reunieron en una casa abandonada a las afueras de la ciudad. Allí eran donde se reunían en numerosas ocasiones para dar rienda suelta a sus deseos.

No hubo sexo… Aquella noche sólo hubo palabras, hubo planes para el futuro, hubo besos...

Y, poco a poco, se deshicieron de sus relaciones para verse en exclusiva. Tomoyo rompió con su novio, y Touya con su novia. A todos sus conocidos les extrañaron las rupturas, pero nadie comentó mucho más.

Y después de cinco años de agonías, de mentiras, de secretos y de encuentros ilícitos, ya era hora de dar un paso más. El paso final.

“Lo sé,” respondió Tomoyo. “Sé que debemos decírselo a nuestras familias y a nuestros amigos. Yo también estoy cansada de tanto secretismo. Te amo, Touya. Y quiero que todo el mundo lo sepa. Me da igual si a mi madre le desagrada la idea... Me da igual lo que piensen los demás, yo sólo te quiero y te necesito a ti...”

“No llores, Tomoyo...” murmuró Touya a la vez que se deshacía de las lágrimas que caían de las mejillas de su amante.

Tanto tiempo juntos... y el amor no dejaba de crecer. Touya había pensado que lo que sentía por esa jovencita, la amiga de su hermana, era algo pasajero. Que podría rendirse ante sus deseos físicos y desquitarse con un polvo.

Pero no.

¡Qué iluso! Un polvo, ¡ja!...

El mejor sexo de su vida.

Esa niña que había visto crecer, tan inocente y tan dulce, se le había metido dentro y no podía sacarla. No quería sacarla.

Y él también quería meterse en el interior de Tomoyo y no quería salir de allí nunca... literal y metafóricamente.

En cada uno de sus encuentros había ido descubriendo a una mujer madura y víctima de los designios de su madre.

El sexo era su escape, creyó de ella en un inicio.

Pero los jadeos, los susurros, los gemidos, los gritos, las palabras incoherentes, los movimientos de sus pelvis unidas, el roce de sus pechos contra su cuerpo, el envolvente calor de su escondite, la humedad de su lengua, las miradas penetrantes, las caricias de sus manos, las travesuras de sus dedos, el cosquilleo de su pelo contra su piel, el sudor de sus uniones, los mordiscos de sus dientes, los arañazos en su espaldas, palabras no pronunciadas...

Miradas entre el gentío, sonrisas en reuniones de amigos que escondían un mundo entero, tropezones en la calle, saludos incómodos cuando se encontraban en la misma habitación, el calor cuando la sentía cerca pero no podía tocarla...

Todo ello provocó que el amor floreciera en su corazón. Todo ello provocó que él descubriera que Tomoyo estaba enamorada de él... Igual que él de ella.

Y se lo dijo. Un ‘te amo’ entre embestidas. Un ‘te amo’ entre las sábanas de algodón que acariciaban sus cuerpos unidos. Un ‘te amo’ en la oscuridad de sus secretos...

Un ‘te amo’ y lágrimas de felicidad como única respuesta. Y suficiente.

Hablaron mucho. Se conocieron, no como amigos, sino como amantes. Se despojaron de sus inseguridades y pidieron deseos a las estrellas fugaces. Confesaron sus fallos y planearon un futuro juntos.

Y había llegado la hora de ponerlo en marcha.

“Te amo,” se dijo de nuevo.

Y se unieron de nuevo.

Notas de la autora: Una historia corta que me ha salido de algún sitio (cuyo origen aún necesito descubrir) y que me he puesto a escribir inmediatamente.
Hace calor, y que mejor manera que compartir el sofoco con algo de sexo caliente... ¡Y a quién no le gustaría un encuentro con el protagonista de nuestra historia!
Aún no sé lo que ha ocurrido. Simplemente esto ha salido de mi cabeza. No tengo razones. No tengo excusas. Así que dejad vuestros comentarios y ya diréis qué os ha parecido.
¿Hay algo que añadir a la historia? ¿Algo que sobre?
Ni siquiera me he molestado a repasarla... ¡Os he avisado!
Besos y hasta pronto,
Mery

dimecres, de juny 06, 2007

DE CINE. Cap1

DE CINE (6.6.07)

Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp.

Resumen: Los viernes son para ir al cine. O eso piensa Tomoyo. Porque va a ser uno de esos viernes de película en que ella se convertirá en la protagonista de la mas bella historia de amor.

Aviso: PdV de Tomoyo, y spoilers del capítulo 1x23 de ‘Héroes’: How to stop an exploding man (Heroes, NBC) a mitad de capítulo. Os he advertido.



Capítulo uno: Preparando el guión.

Viernes otra vez. Y como cada viernes, algunos alumnos de último año de la Secundaria Tomoeda nos reunimos a las seis de la tarde frente a la granja de Sasha para tomar la merienda y decidir de una vez por todas qué película iríamos a ver esa tarde en el cine del pueblo.

Normalmente, Naoko se encargaba de revisar la cartelera en el periódico los jueves, y por la mañana del viernes nos comentaba qué películas habían recibido las mejores críticas o cuáles eran las más mediáticas, los films más espectaculares por sus efectos especiales o por los actores que protagonizaban la obra.

A veces, Naoko se toma las cosas tan a pecho la elección de una película que en más de una ocasión ha escrito una lista con los pros y los contras de cada una: que si es de terror (pues Sakura siempre se niega y se negará a verlas), que si las protagonizan los típicos musculitos de poco seso (con quienes a Meiling se le cae la baba), que si se trata de una película romántica con poca sustancia (en general, lo hace por los chicos, pues estas pelis sólo las ven si hay un par de escenas picantes con las que ponerse a tono), que si son películas demasiado psicológicas (y en ese caso, sólo Eriol las disfruta... ¡A saber por qué!), y un centenar de razones más, que van de un extremo al otro, y que nosotros siempre nos negamos a discutir.

Después, nos damos un tiempo para pensar, y entonces, votamos qué película queremos ir a ver. Y damos así con nuestro ganador, con el largometraje que vamos a disfrutar (o puede que no) durante el siguiente par de horas.

Como norma, vamos a la sesión de las siete, para después seguir la noche con una cena en el restaurante del centro, al que siempre vamos desde que tenemos la suficiente edad para salir por las noches sin que nuestras familias se preocupen demasiado.

Y el ritual que iniciamos con catorce a los, volvió a ser el centro de nuestra vidas el día anterior.

“Chicos, he traído la cartelera de mañana,” exclamó Naoko a las ocho de la mañana desde la puerta abierta del aula, sacudiendo vigorosamente los papeles que tenía en la mano. Los trozos de papel, como tan bien sabíamos, se correspondían al periódico de ese mismo jueves que habría comprado de camino a la escuela y a un e-mail que imprimía desde la página web del cine, con todas las novedades del viernes siguiente, las salas y los horarios.

“¿Ya has hecho tu lista, Naoko?” preguntó Rika, en tono de guasa, mientras intentaba disimula un gran bostezo bajo sus finas y delicadas manos.

“No la he escrito aún, Rika, pero en mi mente han empezado a formarse las palabras...” dijo Naoko en un suspiro. “Déjame que coja papel y boli, ¡y te hago una súper redacción en un instante!” exclamó la joven escritora con sus ojos brillantes ante la perspectiva de poder dedicar unos minutos a su afición favorita.

“Naoko...” empezó a decir Eriol, “¿has pensado alguna vez en entregar alguna de tus redacciones para la profesora de lengua?”

Todos los rostros de las personas que había cerca del grupo se giró para observarnos, seguramente intentando entender por qué Eriol siempre tenía ideas tan peculiares.

“De hecho, se me pasó por la cabeza hacerle un mega trabajo de fin de concurso a la profesora Machita, pero creyó que no tendría el suficiente tiempo para corregirlo... Dijo que mis redacciones siempre son demasiado extensas... y que sólo imaginarse una por semana le daría un patatús...” suspiró, con la mente en recuerdos sobre su trayectoria como crítica de cine. “Así que los guardo para mi colección personal,” dijo sacudiendo la cabeza para volver al presente.

“A lo mejor, si te haces famosa, podrías publicar tus críticas como obras de juventud,” comentó Sakura, mientras abrazaba a Shaoran por la cintura.

“¡Si me hago famosa!” gritó Naoko indignada, escandalizada, asustando al resto del alumnados, que parecía haberse desvelado ante el jaleo que provocábamos. “Cuando me haga famosa, querrás decir...”

“Naoko, por Dios, ya sabemos que serás famosa... Y baja un poco el tono de voz, que parece que vayas a estallar de un momento a otro,” añadió Chiharu, quien sentada sobre el pupitre intentaba ignorar a Yamazaki, pues éste estaba mirándola con ojitos de cordero degollado, lo más seguro a causa de una de sus peleas, que, tras años de relación, se han hecho tan famosas como la ambición de nuestra Naoko.

“Por cierto, ¿visteis el último capítulo de Héroes el otro día?” preguntó Shaoran, quien no dejaba de mimar a Sakura, acariciándole suavemente la espalda. Sakura estaría a punto de derretirse... o dormirse.

“Sí que lo vi. Me pareció un capítulo genial, con la escena de la Plaza Kirby, cuando se reúnen para acabar con Sylar...” empezó a decir Eriol, aunque fue interrumpido por la estridente voz de Naoko.

“¡Estamos hablando de cine, Eriol, no de series... Así que cállate y déjame hablar de una puñe...”

La voz de Naoko se detuvo al escuchar el timbre que anunciaba el inicio de las clases, y la entrada de la profesora Machita.

Naoko pataleó un poco, con sus papeles en las manos, mientras Eriol la miraba alejarse con una sonrisa diabólica en su rostro. Yo sé lo que significa esa sonrisa: venganza...

Sakura y Shaoran se separaron a regañadientes, y se fueron hacia sus respectivos pupitres con las manos entrelazadas. Y como siempre, un sentimiento que no pude evitar, una amarga mezcla de celos y de envidia, me recorrió el cuerpo al verlos juntos y tan enamorados. Tan felices...

Chiharu saltó del pupitre y pasó al lado de Yamazaki cono si él no estuviera allí. Después de tantos años juntos, no parecía que sus peleas y discusiones, sobre las cosas más estúpidas que nadie pudiera imaginar, acabarían pronto.

Rika se alejó rápidamente hacia su lugar y se sentó en su silla, colocándose correctamente y mirando al frente, con una sonrisa permanente en sus labios. Aunque el profesor Terada ya no nos daba clase, pues seguía en la Primaria Tomoeda, Rika siempre se comporta como si fuera él y no otra persona quien viene a educarnos.

Y yo, bueno, yo miraba la escena. Una escena que se repetía todos los jueves a las ocho, antes de nuestra primera clase del día.

Y yo, como cada jueves, me daba la vuelta y me dirigía al trozo de madera y metal que me correspondía, entre Sakura y la ventana. Y sacaba los libros de la cartera y empezaba con los ejercicios que la maestra nos dictaba pacientemente... e imaginaba el día en que yo, también pudiera experimentar el amor libremente...

Con él.

Nota de la autora:
¡He vuelto! Y esta vez con una historia que me hace mucha ilusión escribir. El siguiente capítulo está a medias. Dios, no os podéis imaginar las ganas que tenía de volver a escribir una historia larga, de varios capítulos... ¿Qué os ha parecido?
Espero que os haya gustado y dejad algún review, please!
Hasta pronto,
Mery.

dimarts, de juny 05, 2007

CLICHÉ

CLICHÉ (5.6.07)


Disclaimer: I don’t own Harry Potter and any of the elements of J K Rowling’s world.

Summary: Harry lives hard moments after the war, and Hermione is the only one who really notices. It was time to make those beautiful green eyes spark again. And she would be the one to do it.



Hermione was sitting on the window seat of their headquarters bedroom, where they had been living for the past few months since the new school year began. It had only been less than a month since Harry had finally vanquished his enemy. That month had been, according to the hero, the best month of his life. He had got rid of a dangerous man who had threatened, not only his own life, but his friends’ as well.

Hermione had never seen him so happy, so open to everybody, with no fears of showing his emotions. Such was his determination of demonstrating to everybody that he was OK, that he spent more time with his friends, enjoying life.

However, Hermione had seen something really different in Harry. His eyes, those emerald green eyes that could make her melt in the spot, weren’t sparkling as they did before. Hermione knew then that there was something very important missing in Harry’s life.

She couldn’t help the hot rush of disappointment that ran through her body: her Harry, even after so many years of fighting for his life, couldn’t have a complete existence.

Those were the thoughts that Hermione’s mind was processing that cold night in the middle of December, a week before the Christmas holidays began.

Hermione came up with the idea that, if she could discover what was missing in his life, she would be the perfect person to help him get it, whatever it was. She was writing a large list of the things that Harry could be wanting, such as a new broom (he had lost his precious Firebolt, completely destroyed in a Quidditch match against Slytherin at the beginning of the term), or maybe some kind of book (about Defence Against the Dark Arts, perhaps, or about Transfiguration, since ha was so adamant to discover everything related to Animagi), or, and that idea made Hermione’s guts churn with dread, a girlfriend.

Ginny and Harry hadn’t got together after Voldemort’s demise, which had surprised everyone. Ginny didn’t hide the fact that she was still crushing over Harry, but he hadn’t showed any hint that he still felt something for her. Ron had been trying to get them together again, but his plan had backfired: he made them sit together at meals, he talked about her with Harry every time he could, he tried to make him jealous by commenting that Dean had said that he wanted to be with Ginny again... but, in the end, Harry didn’t even acknowledge what Ron had been doing, and if he did, he completely ignored it.

Hermione couldn’t really recall the precise moment she fell in love with her best friend, who happened to be the Boy-Who-Saved, the Boy-Who-Vanquished, the Boy-Who-Triumphed, the Boy-Who-... and so many more silly nicknames that Hermione couldn’t remember all of them. But she knew something. And that was that, for her, he was ‘just Harry’.

She could remember the day she realised her feelings for him. The two of them had sneaked at night to walk for a while. They arrived at the lake, where they sat down on the grass. They hadn’t exchanged a word in their short stroll, but it wasn’t an uncomfortable silence. Hermione was so engrossed in the sky, which was full of stars and big clouds, that she didn’t notice that Harry was eyeing her quite intently. Feeling his eyes on her, she turned her head to look at him, and saw a small smile on his lips.

And just like that, Hermione knew that she was in love.

The way back to the castle had been in complete silence as well, and once they entered their headquarters common room, they went their separate ways to their bedrooms.

That night Harry disappeared leaving only a note to her, which read: ‘I’ll come back’.

A week later, Harry returned just like he left: at night and silently.

That had happened a month ago, and she still had trouble sleeping, many thoughts nagging her in the middle of the night, hoping that Harry would be at breakfast the next morning, with his wide smile but with his sad eyes.

“What are you doing awake so late at night, Mione?” Her thoughts and memories were interrupted by his voice, husky from sleep. “I thought you have an exam tomorrow. Don’t you want to rest a little? You’ll be tired, and then you won’t do your best... and I know how much you hate that...” Harry finished with a huge yawn. He was so handsome with his pyjamas, thought Hermione. So peaceful, with no worries...

Hermione replied with a chuckle. She gazed at him, looking for his eyes, and they didn’t seem as sad as they had been lately.

“You know me too much, Harry,” said Hermione with a small smile adorning her face.

“Of course I do. You are my best friend.”

As cliché as it may sound, Hermione’s smile dropped when she registered that last comment. Best friend... Of course she was his best friend. She had been by his side every step of the way, overcoming all sort of difficulties, living the most exciting and dangerous adventures, arguing about what was the best things to do in a specific situation, understanding and comforting each other when they were in their lowest moments...

But that wasn’t enough for her anymore. She wanted more. She wanted the entire package. She wanted deep kisses under the moonlight, she wanted walks through the forest with their fingers entwined, she wanted chilly evenings spent in front of the fire while reading a book, and a blanket covering them. She wanted the passion that only a lover could give: the union of their bodies, of their minds and their souls, being lost in the slow dance of their love... She wanted a tearful proposal and a ring, a wedding in a summer night and a family of their own.

Coming out of her reverie, Hermione gasped when she saw how close Harry was. He had approached her, walking the few meters that separated them, until he was in front of her, looking at her as she had grown another head.

“I have called you four times, Mione. What’s it? Do you have a problem, sweets?”

Another thing: Harry had started calling her ‘sweets’ at the beginning of the year. He didn’t mind if everybody knew what he called her. After three months of addressing her as ‘sweets’, everybody knew that ‘sweets’ meant ‘Hermione’. It had been rather strange, at first, when Harry started calling her like that. It didn’t matter if they were in class, or having a heated discussion in the middle if the Gryffindor common room with Ron, or an intimate talk in the solitude of their quarters, just like the one they were having now.

“Yes, I have a problem,” Hermione said. It had been a whisper, but she had uttered those five words in an annoyed way, which she regretted once it was too late to take it back. “I’m sorry. It’s just that...” she sighed. And lost it. “Merlin, Harry... I don’t know what to do anymore!” Hermione hoped to not sound so desperate, but her tears betrayed her. Trying to conceal them, she bowed her head to clear her mind. With a much calmer voice, she went on: “I am worried about you, Harry,” she said softly.

“Me?” asked Harry, bewildered. “You shouldn’t be, sweets, I am perfectly fine...” he tried to reassure her with his sweetest voice.

“No, you aren’t, Harry, so don’t lie to me, please...”

Harry sighed. Women!

“Why do you think that I am not OK?” he questioned.

“Because you obviously aren’t.”

“Oh, really, how do you know?” he snapped.

“Because when I look at you, I don’t see you anymore, Harry. I see ‘you’, yes, of course, but you are not really OK. It’s all a façade. You are trying to make us all believe that what has happened hasn’t affected you. You might have deceived... the whole Wizarding world, Harry, but you could never deceive me...” She took a long breath before continuing: “Why are you lying to me? Why?” she sobbed. “Don’t you... don’t you trust me?”

“I trust you, Hermione, always. How could you think otherwise?”

“Then tell me what’s wrong!!” she yelled.

“There’s nothing wrong” he yelled back.

“Yes, it is... And if you don’t tell me, how am I supposed to help you?”

“I can take care of myself, thank you very much,” was Harry’s bitter reply.

“No, you can’t. Not like this. You need me. You need me as much as I need you, Harry!!”

“I don’t”

“Yes, you do!”

“And you don’t need me!”

“Yes, Harry, I NEED YOU!”

“WHY would you?”

“Because I love you!” she shouted angrily, tears spilling down her rosy cheeks.

Hermione shut up immediately, shedding tears without noticing them. That wasn’t what she had wanted to tell him. But she had, and she wasn’t going to take it back. She was a Gryffindor, after all.

“I love you...” she repeated, this time softly. She hid her face under her bushy hair, keeping her in the shadows.

It seemed an eternity, but it had only been half a minute when Harry finally spoke:

“Look at me, sweets, look at me, please...”

Hermione raised her head, and her eyes connected instantly with his. Harry’s eyes were twinkling as they never had before.

He smiled, and Hermione thought that that smile was the most beautiful ever.

And grinning like a mad man, he confessed, too.

“I love you too, my sweets...”

Harry, then, possessed Hermione’s mouth with his, as if she belonged to him.

And the funny thing was that she certainly did.

How cliché!


Author’s note: I wrote this story on June, 2006, a year ago. It was like my second attempt to writing fanfiction, and I wanted to try things, you know, as every new writer does. I know it isn’t that good, but I wanted to give it a chance. I hope you like it. And I know that you could think it is a bit OOC. However, thanks for taking your time with this!
I have edited it! I hadn’t noticed some mistakes, and I have corrected them. In case you find something wrong, please tell me! Thanks.
Review, and tell me what you think,
Sakura_txell

DEBILIDADES. Cap2

DEBILIDADES (5.6.07)

Disclaimer: Harry Potter y su mundo pertenecen a JK Rowling.

Capítulo dos

Miraba al frente, sin mirar nada. En la sala de espera, que aquellas horas de la noche, estaba casi completamente vacía. Harry estaba sentado en una delas incómodas sillas de plástico, con la única compañía de su cigarrillo y de las luces de la ciudad que chispeaban a través de la ventana.

Pero él seguía sin ver nada.

Sólo escuchaba. Escuchaba a las enfermeras ir de habitación en habitación para atender a los enfermos. Escuchaba a los doctores estudiar los análisis que sostenían en esas enormes carpetas metálicas. Escuchaba el susurro de la noche que procedía de la calle. Y seguía escuchando el chirriante pitido que había anunciado que algo iba mal con Hermione.

El cigarrillo se consumía ignorado por su fumador. El café que había conseguido de la máquina ya estaba frío, también olvidado en el suelo, a los pies de Harry.

Una sombra apareció por la puerta. Se detuvo en el umbral para observar detenidamente al joven que estaba sentado en una de las butacas. Su espalda estaba encorvada hacia delante y se apoyaba con los codos sobre sus rodillas, con los hombros caídos. En su cara sólo se leía una emoción: devastación.

Caminó lentamente hacia él, y, suavemente, colocó una mano sobre su hombro. Harry alzó la cara, perdido en sus pensamientos, y tardó un instante en reconocer a la dueña de ese rostro.

“Helen...” exhaló el joven mago al ver a la madre de Hermione. Sus ojos estaban cargados de desesperación, y de remordimiento. Harry se encogió aún más bajo el cálido tacto de la mujer a la que había empezado a considerar una madre. “Lo siento... lo siento...” continuó con la voz entrecortada, y por primera vez desde que lo conociera con doce años, Helen vio las gruesas lágrimas que sus derramaron sus verdes ojos y que rodaron por sus mejillas, dejando a su paso un rastro húmedo y brillante.

“¿Qué ha ocurrido, cariño?” preguntó la mujer a la vez que se acomodaba a su lado. Movió su brazo para rodear la ancha espalda de Harry, tratando de tranquilizarlo a él, y a ella misma.

“Estaba dormitando a su lado... y... y.... de repente unos pitidos empezaron a sonar... No sabía... no sabía lo que eran hasta que me echaron de la habitación.” Su voz hipaba con cada palabra que pronunciaba. Intentó recuperar el aliento que le faltaba y decidió calmarse. No haría ningún bien si Helen se ponía nerviosa también. “Hermione ha sufrido un paro cardíaco. Pero la han estabilizado a tiempo para evitar que el bebé sufriera algún daño irreparable...” Y se detuvo. Se detuvo de nuevo, imaginando lo que sería una vida sin las dos personas más importantes de su existencia. “El bebé está bien.”

“¿Ha venido el médico a decirte algo más?” preguntó Helen. Harry se giró para mirarla fijamente. Después de tantas horas perdido, puso su total atención en algo.

“El medico me ha comunicado que esta noche es crucial. Si Hermione no sufre ningún otro episodio cardíaco, lo más seguro es que pueda recuperarse y que quizá despierte en las próximas horas. Y la niña está estable... pero me han advertido que puede pasar lo peor... Y que en ese caso...” Harry se interrumpió otra vez y enterró su cara, después de quitarse las gafas, húmedas por las lágrimas, entre sus manos. Y empezó a sollozar. “Que en ese caso, debería prepararme para lo peor... porque no saben que...” Harry agitó su cabeza de lado a lado, como si intentara borrar esas últimas palabras. “No saben...”

y Helen perdió la calma después de oír esas palabras. Una semana con las mismas conversaciones con todos los médicos que cuidaban a su hija y a su futura nieta. “No sabemos nada aún,” no dejaban de repetir. “Todos los casos son distintos. Hay perdonas que salen de este estado en pocas horas, algunos están unos días o pocas semanas... Existen pocos casos documentados de pacientes que despiertan después de muchos años en coma. Los que caen en este estado necesitan un tiempo para reiniciar su organismo. Sin embargo, su hija está embarazada, y eso es un factor que cambia muchas cosas. No estamos hablando de una, sino de dos vidas. Sólo nos queda esperar como se desarrolla el feto durante el coma, y si el embarazo llega a su fin, puede que podamos recuperar a su hija... Pero lamento repetir que desconocemos cuál será la evolución de la señorita Granger... Contamos sólo con su fortaleza y las ganas de vivir por su bebé. Lo lamento...”

Helen recordaba ese discurso, con sus puntos y sus comas. La conversación con el médico que atendía a Hermione se había quedado grabada en la mente, como si alguien la hubiera inscrito en piedra dentro de su cabeza.

De nuevo, una sombra apareció en el umbral de la sala de espera, y se detuvo para observar los rostros de dos personas preocupas y próximas al abismo. Dos personas que lloraban por otras dos vidas que, desgraciadamente, pendían de un hilo muy fino. Dio un paso adelante, y vio que la mujer alzaba su mirada para prestarle atención.

“Señor Potter, Señora Granger... Tengo que comunicarles que la señorita Granger ha...”

Notas de la autora: Algunos reviews que me dejasteis, pedían que escribiera una continuación... pues aquí la tenéis. No sé si continuarla o dejarla con la incógnita. ¿Qué queréis que ocurra?
Dejadme vuestros comentarios, que los agradezco mucho.
Saludos, Mery