dilluns, d’octubre 30, 2006

LE LLAMAN EL 'TÍO MACIZO'

LE LLAMAN ‘EL TÍO MACIZO’ (30.10.06)

Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp. Mía es sólo esta historia.

Aviso: Esta historia es un epílogo. Os recomiendo que antes leáis ‘Citas para toda la semana’ en Fanfiction o en This is Mery’s Writing. ¡Disfrutad!


Tomoyo Kinomoto asistía de nuevo a sus clases en la universidad. Estaba segura que sus amigos se quedarían perplejos al conocer la noticia de su reciente boda. A pesar de que hacía casi un mes que el nuevo curso había empezado, aún no había tenido la valentía suficiente para encarar a sus amigos y compañeros, además de sus pretendientes, y decir un simple: ‘Me he casado’.

No podía. Era demasiado bonito. Sus compañeros de la Universidad de Tokio no sabían que la dulce muchacha de pelo oscuro y ojos amatistas, de tierna sonrisa y de voz armoniosa, se había casado con un hombre que podía haber sido, por algunos, tachado de ogro.

Al fin y al cabo, en Tomoeda, Touya era bien conocido por su sobreprotección, brusquedad y mal carácter... Pero Tomoyo descubría cada día que todas aquellas particularidades de su amante marido no eran más que una máscara. Porque Touya era un hombre tierno, amoroso, inteligente, paciente, comprensivo, dulce, encantador, romántico, sincero... y un montón de adjetivos más, pero que seguramente serían considerados demasiado escandalosos... Tomoyo no podía evitar sonrojarse cuando pensaba en Touya de esa forma... Ese hombre era tan masculino, atractivo...

La boda, como recordaba Tomoyo, había sido un evento privado y muy romántico. Pocos fueron invitados a la ceremonia, que se celebró en el templo Tsukimine el veintidós de julio de aquel verano. La recepción se realizó en el restaurante Fusima, donde Touya y ella habían cenado una noche semanas atrás...

Y la luna de miel...

¡Oh, la luna de miel!

No podía describirla con otras palabras que no fueran: maravillosa, fantástica, increíble, fascinante, impresionante, asombrosa, alucinante, extraordinaria, brillante, excelente, magnífica, excepcional, sensacional, portentosa, milagrosa, prodigiosa, mágica... y corta.

Sí, se le había hecho muy corta. Pero la habían aprovechado al máximo. Pasaron una semana entera en la isla de Kyushu, descubriendo nuevos lugares... visitando templos, ciudades... comiendo ricos manjares... y haciendo el amor a todas horas.

Pero el viaje terminó, y volvieron a la realidad. Nada más llegar a Tokio, Touya pidió un taxi para ir a Tomoeda. Su marido le había dicho que se fuera sentando mientras él y el taxista colocaban las maletas en el coche. No sabía que Touya estaba aprovechando ese momento para hablar con el amable conductor.

Media hora más tarde, entraban en Tomoeda. Desde su lugar entre los brazos de Touya, Tomoyo, algo distraída por las embriagantes caricias, notó vagamente que no se dirigían hacia la zona donde sus respectivas familias residían. Minutos después, paraban delante de un parque que había al pie de la colina de la ciudad.

Extrañada, Tomoyo no pudo preguntar adónde iban. Al salir del coche, dándose la vuelta para cuestionar a su flamante marido, fijó la vista en la preciosa casa que había delante de ella.

“Bienvenida a casa, cielo...”, dijo Touya después de pagar al taxista, que había dejado las maletas dentro del recinto vallado que rodeaba la casa.

Aturdida, Tomoyo apenas notó cómo Touya la cogía en volandas y entraba en la casa, sin importarle que las maletas siguieran en el suelo de su nuevo jardín.

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Touya estaba sentado en el escritorio de su oficina, leyendo los informes sobre las nuevas casas construidas en Yokohama. Estaba tan cansado de leer las incidencias que habían sufrido durante las interminables obras, que dejó los informes a un lado y, mirando el reloj, una sonrisa se formó en el rostro de Touya. Se levantó de su silla y abandonó el despacho.

Treinta minutos después, todas las jóvenes estudiantes de la facultad veían cómo un apuesto hombre trajeado entraba en el recinto de la universidad. Se trataba de un hombre robusto y alto, pelo castaño muy alborotado y unos ojos marrones profundos como un pozo que a cualquiera le daban ganas de hundirse en ellos.

Las chicas suspiraron irremediablemente. ¡Vaya pedazo de hombre!

Por las mentes de las jovenzuelas se creaban tórridas imágenes de lo que sería... mmm... con un ejemplar como aquel.

Y los suspiros aumentaron cuando lo vieron sacarse la chaqueta, desanudarse la corbata y desabrocharse el cuello de la camisa, permitiendo que unos pocos pelos oscuros se asomaran por el trozo de tela. El hombre se giró para colocar la chaqueta sobre el respaldo del banco, ofreciendo a la audiencia un poderoso primer plano de las perfectas nalgas de su redondeado trasero. Contento con la colocación de la prenda, se sentó y se acomodó en el asiento. Sus ojos parecían estar buscando algo... o a alguien.

Los cuchicheos empezaron a rondar por la facultad. Todas comentaban sobre el ‘tío macizo’ que se había plantado en el banco de la entrada... y sobre el ‘bonito culo’ que éste poseía.

Los comentarios volaron entre las jóvenes... y llegaron a oídos de los jóvenes que, muertos de envidia, decidieron salir para descubrir el porqué de tanto alboroto.

La presencia de tal semental se hizo eco entre los pasillos hasta que llegó a una sala de estudios en la que Tomoyo estaba hablando con unos compañeros sobre el proyecto que habían de entregar en unos meses. La conversación, ya de por sí algo aburrida, se vio interrumpida por una excitada muchacha. Entró saltando en la sala, roja de la emoción, gritando: ‘Un tío macizo en la entrada... Esta buenísimo... Tenéis que venir a verlo...’

Las chicas que formaban el grupo de trabajo de Tomoyo asintieron entusiasmadas por la idea. Empezaron a retirarse, recogiendo sus cosas para salir del aula. Los cuatro chicos del grupo, sin embargo, prefirieron quedarse sentados al ver que la maravillosa Tomoyo no se movía de su asiento. Esa podía ser la oportunidad perfecta para pedir una cita a ‘La Reina de la Facu’, como todos los miembros del género masculino se referían a ella. No hace falta decir que nadie sabía nada aún sobre el drástico cambio en su estado civil.

Pero la suerte no estaba de su lado. Las chicas cogieron a Tomoyo y casi la arrastraron hasta la salida, con los chicos siguiendo sus pasos como si de perritos se trataran. Quizá, cuando estuvieran fuera, tuvieran la ocasión de pedirle una cita a ‘La Dulce Mujer’ como también la conocían los chicos de la facultad.

Al salir del edificio, todo el grupo de trabajo se sorprendió al ver a tanta gente congregada... Incluso vieron a algunos profesores señalando hacia la entrada del recinto... y las profesoras se habían agrupado y, muy a menudo, se podían oír las risitas que producían los, seguramente, descarados comentarios... ¡Seriedad, por favor!

A Tomoyo ese interés por el ‘tío macizo’ le llamó mucho la atención. Por supuesto, ella no tenía ninguna intención de acercarse al ‘tío bueno’, pues ya tenía uno de esos en casa... para ella sola. Sin embargo, le picó la curiosidad. Y pensó que no haría ningún daño en mirar... Ella odiaba las comparaciones... Pero estaba segura que Touya ganaría en cualquier ocasión. ‘Además, se mira, pero no se toca... o eso es lo que dicen en los museos...’

Aprovecharía ese asunto para añadirlo en uno de los análisis que había de realizar para su clase de comportamiento sociológico....

Así que dio un paso al frente para adentrarse en la marea de chicas que se había agolpado...

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El ‘macizorro’ se estaba hartando... ¿Por qué todo el mundo lo miraba?

Y esas chicas, ¿no podían dejar de flirtear?

Pero el hombre era un hombre paciente. ¿Cuánto tiempo más tenía que esperar? Ya habría de haber terminado sus clases... ¿Dónde estaba, entonces?

De la marea de chicas que se había juntado como una colonia de hormigas, una preciosa mujer de ojos violáceos apareció...

...Y él no pudo hacer otra cosa que sonreír.

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Tomoyo se quedó alucinando al descubrir que el ‘tío macizo’ era ‘su tío macizo’. Con una sonrisa enorme, dio un paso hacia delante y se acercó a su marido.

Detrás de ella, se hizo silencio.

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Touya se levantó del banco, se dio la vuelta, regalando de nuevo esa preciosa vista a sus admiradoras, y en especial a su mujer, y recogió la chaqueta colocándola en su brazo.

Tomoyo se acercaba a paso firme, con sus mejillas arreboladas. Touya se aproximó a ella y le cogió la bolsa que llevaba, llena de libros, y se la colgó en el hombro, a la vez que su brazo libre la agarraba de la cintura, uniendo sus cuerpos, y la besaba apasionadamente delante de todo el mundo.

Cuando el beso terminó, unos cinco minutos después, Touya y Tomoyo, sus brazos alrededor del otro, abandonaron la facultad y se fueron a comer juntos.

Todos los presentes pudieron ver como Tomoyo Daidouji (al menos eso creían) pellizcaba el ‘magnífico culo’ del ‘tío buenorro’.

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“¿Qué demonios era eso?”, le preguntó Touya a su espléndida esposa. “¿Había algún tipo de manifestación... o algo por el estilo?”

“Podrías decir que había un espectáculo...” dijo con voz catarina a la vez que pinchaba abiertamente en su hermoso trasero.

Mirándola sorprendido, Touya preguntó:

“Supongo que pasamos de la comida y nos vamos directamente al postre, ¿no?”

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A la mañana siguiente, una Tomoyo muy satisfecha y risueña entraba en su facultad. No podía evitar fijarse en que todo el mundo la perseguía con la mirada. Sus compañeros de clase, cuando la vieron entrar al aula, la estudiaron detenidamente. Tomoyo se acercó a los estudiantes que formaban su grupo de trabajo. Notó que los chicos parecían algo asqueados y las chicas la miraban recelosas.

“¿Ocurre algo?”, preguntó Tomoyo haciéndose la tonta. “¿Hay algún problemas con el trabajo?”

“No...”, respondió una de ellas. “...pero nos gustaría saber quién era el chico de ayer.”

El aula se había quedado en total silencio, todos deseando escuchar la respuesta de Tomoyo.

“Ese chico... hombre, era Touya Kinomoto.”, contestó tranquilamente.

Algunos reconocieron ese nombre. Touya Kinomoto, el hijo de Fujitaka Kinomoto, profesor de Arqueología. Touya Kinomoto, uno de los arquitectos más jóvenes y prósperos de la zona... ¿Tomoyo salía con él?

“¿Sales con él?”, preguntó otra de las chicas del grupo, sin poder esconder la sorpresa, y la envidia, en su tono de voz.

“No...”, contestó Tomoyo.

Los suspiros de alivio resonaron entre las cuatro paredes del aula, pero más fuertes se oyeron las siguientes palabras:

“Me ha casado con él.”

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Aquel día, a la misma hora, Touya se presentó en la universidad, y pudo ver que todos seguían mirándolo de forma extraña...

“Será la comida de este sitio...”

Tomoyo no tardó en salir y, muy feliz, se acercó a él, besándolo lentamente, sin prisas.

Una oleada de suspiros se oyó a su alrededor...

¡Qué bonito es el amor!

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Unas semanas más tarde...

El frío iba llegando, lento, pero seguro. Y con él llegaron los resfriados y las primeras gripes.

En una universidad, como en cualquier lugar donde hay mucha gente, los contagios son muy comunes.

Y una gripe era lo que Tomoyo tenía. Pero era una gripe muy rara. Sólo vomitaba por las mañanas, no tenía fiebre, tenía buen apetito y tenía muchas ganas de sexo. Eso no era normal en una persona enferma... ¿o sí?

Touya, harto de que su mujer no se encontrara bien, la llevó al médico. Al escuchar los síntomas, el médico le espetó:

“Más que una gripe, señora Kinomoto, lo que usted tiene en su estómago es un bebé...”

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Los meses siguientes fueron una delicia para el matrimonio Kinomoto.

Descubrieron los cambios en el cuerpo de Tomoyo y las consiguientes reacciones que un simple roce provocaba en su hipersensibilizado cuerpo.

A Tomoyo, la hipersensibilidad le bastaba como una buena razón para quedarse embarazada. Las sensaciones eran alucinantes... ¡y qué decir de sus orgasmos!

Y Touya también salía muy beneficiado... ¡Por Dios! Si hubiera sabido antes lo que podía sentir una mujer en su estado...

Lo malo del embarazo fueron las náuseas, los cambios de humor, los hinchazones, el dolor de espalda, el insomnio, las incesantes patadas, los antojos, las estrías, los gases, las dificultades para levantarse, no verse los pies, la incomodidad... y el parto.

Pero, a pesar del dolor, Tomoyo no pudo hacer otra cosa que llorar de alegría después de diecisiete horas, veintitrés minutos y cuarenta y cuatro segundos que tardó en dar la bienvenida a Toshi Kinomoto...

Y, cuando un día, se dirrigió a la universidad con su hijo en brazos y lo presentó a sus compañeros, no pudo estarse de decir: ‘De mayor, será tan macizo como su padre...’

Notas de la autora:
¿Qué os ha parecido?
Una especie de epílogo para mi ‘Citas para toda la semana’. Ya lo tenía escrito desde hacía mucho tiempo, incluso antes de empezar a redactar el primer capítulo de la historia.
Supongo que habréis dado respuesta a algunas de las preguntas que quizá tuvisteis al terminar ‘Citas’. Como, por ejemplo, si en Miyajima se hizo un bebé. Se sobreentiende que la respuesta es negativa, pues, si hubiera sido así, Tomoyo tendría ya una buena barriga al descubrir su estado de buena esperanza:

20/21 de junio, Miyajima.
22 de junio, se declaran.
22 de julio, se casan (justo un mes después).
Septiembre: se inicia el curso universitario (más de dos meses después de la primera noche)
Finales de octubre/principio de diciembre: primeras gripes y resfriados (casi cuatro/cinco meses después de la primera noche)

Podemos decir, entonces, que Toshi fue concebido dentro del matrimonio, y que Tomoyo no debía estar en su período fértil durante la semana de sus citas...
¿Os parece correcta mi interpretación?
No he querido escribir nada sobre cómo Touya le propuso matrimonio, o su noche de bodas... O cómo celebraron el 22 de junio que estaban juntos ¡al fin!
Eso lo dejo para vuestra imaginación.
Y ahora me voy a dedicar a mis adaptaciones, que tengo unas cuantas, y a una idea que hace tiempo que me ronda: ‘La culpa la tiene el tren’. Desde que voy a la universidad me paso una hora en este tipo de transporte, y para visitar a mi padre y a mi hermano es una hora de ida y otra de vuelta... así que algo se me había de ocurrir. La idea no está desarrollada... aún. Pero pronto lo estará. Espero publicarla en breve, y si no, antes de Navidad.
Muchos besos, y espero un montón de reviews...
Mery

CITAS PARA TODA LA SEMANA. Fuentes de información y fotos.

INFORMACIÓN:

APUNTES DE JAPÓN, Diario de un traductor de manga en el Mundial 2002. Marc Bernabé y Verónica Calafell, Glénat, Barcelona 2002. ISBN: 8484492710

- pg 23 – 24 - 25 (Hakone)
- pg 31 (monte Fuji)
- pg 33 – 34 (Ikebana)
- pg 39 – 40 (balneario)
- pg 99 – 100 (Torre de Tokio)
- pg 101 – 102 (Shinjuku)
- pg 108 – 109 – 110 – 111 (gastronomía)
- pg 113 – 114 – 115 – 116 (monte Fuji y Shinjuku)
- pg 121 – 122 (Jardín japonés)
- pg 153 – 154 – 155 (alojamiento)
- pg 173 – 174 – 175 (trenes)
- pg 184 – 185 (la situación de la mujer japonesa)
- pg 187 – 188 – 189 – 190 –191 (Nikko y Shinjuku)

Apuntes de Japón es una crónica en forma de diario de Marc Bernabé y Verónica Calafell, dos traductores de manga que han tenido la suerte de poder estudiar y trabajar en Japón durante los últimos años y asistir en primera línea a los entresijos de la organización de un evento tan gigantesco como el Mundial de Fútbol de 2002.

Pero no sólo eso, Marc y Vero, desde su punto de vista occidental, diseccionan el pensamiento y la manera de hacer en la vida de los japoneses, sus costumbres y manías, despejando incógnitas y matando tópicos, recomiendan grupos musicales y películas, entrevistan a autores de manga, etc. El resultado es un completo y ameno análisis in situ del aún enigmático país del sol naciente.
PÁGINAS POR TEMA:
FOTOS:

www.viajeajapon.com/galavi.htm (una galería con una amplia gama de fotografías, desde las vistas desde lo alto de la Torre de Tokio, hasta el Ikebana, pasando por ciudades y zonas como Nikko y Shinjuku.)

http://www.samarmagictours.com/images/japan_mt.fuji.jpg

Nikko:

PUENTE SHINKYO:
http://www.kestan.com/travel/japan/images/Img_0792%20begin%20shin-kyo%20bridge,%20nikko%20(ok).jpg

PAGODA:
http://laeren.zoggins.net/japan/galleries/pics/osaka/nikko-toshogu_jinja-pagoda_lantern_rotated_blurryish.jpg

PUERTA:
http://www.openhistory.org/jhdp/download/requested_pics/nikko-015.jpg

SANTUARIO TOSHOGU:
http://www.sacred-destinations.com/japan/images/nikko/nikko-toshogu-shrine-yomeimon-gate-wp-gfdl-michaelreeve-200h.jpg

CALLE DE NIKKO:
http://nki.combovideos.com/japan.pics/Nikko.12.jpg

Shinjuku:

CALLE DE SHINJUKU:
http://www.cis.nctu.edu.tw/~whtsai/World%20Highlights/New%20Side%20Show%20Webpages/originalimages/Japan%202002---A%20Japanese-flavor%20street%20in%20Shinjuku%20Tokyo.jpg

http://members.shaw.ca/alappel/images/shinjuku.jpg

Hiroshima:

http://www.ics.uci.edu/~ihler/photos/Travel/Japan/hiroshima.html

MONUMENTO DE LA PAZ:
http://www.cnn.com/WORLD/9608/10/japan.hiroshima.film/museum.lg.jpg

CÚPULA DE GUMBAKU:
http://ci.uofl.edu/tom/photos/Japan/hiroshima-dome.jpg

BAHÍA DE HIROSHIMA:
http://www.hirojo-u.ac.jp/cgimap/landscape/hiroshima.jpeg

CASTILLO DE HIROSHIMA:
http://www.bucheron.net/weblogs/images/gallery/japon042006/Hiroshima-osaka/11042006-hiroshima%20castle%2007.jpg

http://www.markshome.ch/photos/t_i_j/hiroshima/images/hiroshima063.jpg

Miyajima:

PUERTA DE O-TORI:
http://mishilo.image.pbase.com/fugue/rolls/144/144.30.5.jpg

http://fond-ecran.linternaute.com/image_wallpaper/gatriojeanyves_miyajima.jpg

http://nki.combovideos.com/japan.pics/miyajima.jpg

http://www.culturageneral.net/arquitectura/htm/torii_de_itsukushima.htm

(ILUMINADA DE NOCHE)
http://www.usyd.edu.au/images/content/cws/news/newsevents/articles/2006/Miyajima.jpg

TEMPLO ITSUKUSHIMA Y PUERTA DE O-TORI:
http://www.nihon-zen.ch/wallpaper/images/Miyajima.jpg

http://wwwsoc.nii.ac.jp/jhps/j/events/irpa-10/Miyajima.gif

http://www.jetro.go.jp/chile/ch/images/fotos/miyajima.jpg

MIYAJIMA:
http://pic.templetons.com/brad/photo/japan/miyajima/img_5719.jpg

ANIMALES SUELTOS POR MIYAJIMA:
http://fails.org/japan/120%20Deer%20on%20Miyajima.JPG

http://home.mit.bme.hu/~laszto/personal/albumok/miyajima/miyajima_images/P4292904.JPG

http://www.denney-net.co.uk/Miyajima%20deer.jpg

http://www.wabisabiphotography.com/images/Japan%20Old/Scenery_Gardens/deer%20miyajima.jpg

http://i.pbase.com/u38/arella/large/25012309.Miyajima026.jpg

Kioto:

PALACIO IMPERIAL:
http://www.ics.uci.edu/~ihler/photos/Travel/Japan/kyoto_1.html

LOS JARDINES:
http://www.ics.uci.edu/~ihler/photos/Travel/Japan/kyoto_2.html

TEMPLO ENRYAKU-JI:
http://www.nichirenshueuropa.com/Enryakuji.jpg

MONTE HIEI:
(PANORAMICA)
http://motomachicake.bitacoras.com/noviembre/panoramica.jpg

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ESPERO QUE ESTE FIC OS HAYA GUSTADO LEERLO TANTO COMO A MI ESCRIBIRLO. SUPONGO QUE, VIENDO LAS FOTOS Y LEYENDO LA INFORMACIÓN, LO COMPRENDERÉIS. JAPÓN ES UN PAÍS FASCINANTE... TAN DISTINTO PERO TAN... NO TENGO PALABRAS PARA EXPRESARLO.

EN ALGUNOS CAPÍTULO NO HE TENIDO MÁS REMEDIO QUE COLOCAR LA INFORMACIÓN AL PIE DE LA LETRA, AUNQUE HE INTENTADO CAMBIAR LA SINTAXIS, HE BUSCADO SINÓNIMOS... BUENO, PARA QUE NO PARECIERA UN ‘COPIAR Y PEGAR’. Y EN OTROS CASOS SÓLO HE PODIDO TRADUCIR DEL INGLÉS.

ME GUSTARÍA QUE VISITARÁIS ALGUNAS WEBS DE LAS MENCIONADAS, Y ASÓ PODÉIS VER CÓMO ES EL LUGAR EN VERDAD. LA FICCIÓN ES LO QUE TIENE, PUEDES HACER LOS CAMBIOS QUE QUIERAS, AUNQUE HE EVITADO HACERLO. HE QUERIDO SER LO MÁS... ¿ES VEROSÍMIL LA PALABRA?

¡Y MIRAD LAS FOTOS! SON PRECIOSAS...

MUCHOS BESOS Y HASTA PRONTO,
MERY
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CITAS PARA TODA LA SEMANA

1. PRÓLOGO: Va de citas
2. CAPÍTULO 1: En lo alto de la torre
3. CAPÍTULO 2: Cinco lagos
4. CAPÍTULO 3: Los tres monos sabios
5. CAPÍTULO 4: Bonsáis
6. CAPÍTULO 5: Shinkansen
7. CAPÍTULO 6: Ultimátum
8. CAPÍTULO 7: De sombras... y de luces
EPÍLOGO: LE LLAMAN EL ‘TÍO MACIZO’

diumenge, d’octubre 29, 2006

CITAS PARA TODA LA SEMANA. Cap7

CITAS PARA TODA LA SEMANA. Cap7 (29.10.06)

Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp. Es mío el argumento de esta historia.

Día 7: De sombras... y de luces

Domingo 22 de junio

12h30- Casa Kinomoto

La lluvia arremetía contra las ventanas, incansable, invencible... El ruido de ese incesante repiqueteo contra los cristales de los amplios ventanales era lo único que se podía escuchar en el comedor de los Kinomoto, donde sus tres residentes descansaban aquel sombrío mediodía de domingo.

Touya estaba sentado en el sofá, al lado de su hermano, mirando distraídamente la televisión, intentando eliminar los recuerdos de los días anteriores aunque fuera sólo por unos escasos segundos. Pero le era imposible. La tarea de borrar a Tomoyo de su mente se había hecho completamente imposible.

La veía en todas partes. Primero había sido en sus sueños, después de regresar de su funesto fin de semana. Sus remembranzas de los momentos compartidos en aquella pequeña y cutre habitación de la pensión eran los recuerdos más bonitos que Touya había formado en muchos años. Si lo pensaba detenidamente, sabía que lo único que podía superar aquellas caricias y besos que se intercambiaron durante su torbellino... sus torbellinos... de pasión era... Bueno, en realidad no se le ocurría nada.

Después había sido su despertar. Porque Tomoyo no había estado descansando entre sus brazos. No habían podido compartir los besos de buenos días que habían disfrutado el día anterior, y que había desencadenado otro huracán. Recordaba la dulzura en que Tomoyo se había entregado de nuevo aquella mañana. Aquellos suspiros, aquellos gemidos ahogados, los jadeos entrecortados, la respiración irregular y superficial... sus ojos clavándose en los suyos como flechas que disparaban directamente a su corazón.

Al ducharse, recordó que Tomoyo se había duchado aquella mañana después de tan agotadoras actividades. El olor a lavanda y a romero de su champú, la calidez que su cuerpo habría sentido bajo el chorro de agua caliente, su pelo enredado cuidadosamente en la blanca toalla...

A la hora del desayuno, junto a su padre y su hermana, había compartido en silencio las tostadas con miel y el café recién hecho, pero en lugar de tostadas y café no hacía más que ver a Tomoyo, sentada a su lado, comiendo afanosamente su ración de tempura y de fideos... Una mujer con gran apetito... Tomoyo parecía que tuviera un agujero por estómago. Y eso, a Touya, le encantaba. Adoraba que Tomoyo no fuera remilgada. De hecho, le encantaba verla chupándose los dedos...

Su padre le había pedido a Sakura que fuera a buscar el pan para la comida, pero para sorpresa de su familia, Touya se ofreció a buscarlo él mismo, cosa que nunca había hecho antes. Durante su camino hasta la panadería, recordaba los paseos nocturnos en que los dos habían caminado hasta la mansión y, por consiguiente, en los besos de despedida...

Los besos de despedida... ‘El beso’ de despedida...

No podía ser así. Aquel beso no podía haber sido una despedida... No podía.

Antes de comer, después de dejar la barra de pan en la cocina, los tres se habían sentado en sus asientos favoritos en el comedor. Fujitaka había decidido que, dado el imperturbable silencio que había reinado en la casa toda la mañana ante la presencia de Touya, era hora de poner algo de ruido en aquella casa, así que encendió el televisor para ver las noticias del día.

Fujitaka sabía que el silencio no duraría mucho. Conocía muy bien a su hija, y sabía perfectamente que, puesto que no había podido hablar con su mejor amiga aquella mañana sobre la escapada, tendría que conseguir los primeros detalles por medio de Touya. Un trabajo difícil, pero no por ello imposible. O, al menos, eso pensaría Sakura.

“Y... ¿cómo ha ido el fin de semana?”, preguntó Fujitaka. Por una vez, que fuera él quien entablara una conversación de ese tipo. Sakura lo miró sorprendida, se fijó, y envió una sonrisa socarrona a su hija.

“Bien...”, contestó secamente, sin apartar sus ojos de la pantalla, pero con su cabeza sumergida en su lago de recuerdos.

“¿Dónde fuisteis?”, preguntó Fujitaka.

“A Hiroshima el viernes...”, y no pudo remediar que un suspiro se le escapara. Echó su cabeza para atrás, apoyándola en el respaldo del sofá. “Y ayer, fuimos a Kioto.”, terminó. Cerró los ojos, porque no quería que ninguno viera el dolor, el sufrimiento, la frustración, la desesperación, y mil emociones más que, combinadas con la fascinación, la locura y la admiración, junto al amor, que sentía en esos momentos... No había ni un segundo que no pensara en ella.

Incluso la mera presencia de su hermana se la recordaba. ¡Por Dios! ¿Qué demonios había hecho?

No sólo se había enamorado, sino que se había acostado con la mejor amiga de su hermana. Había roto una de las principales reglas tácitas de las relaciones entre... Bueno, la regla aquella de que uno no podía ligarse a la mejor amiga de su hermana... como aquella de que tu mejor amigo no podía salir con tu exnovia, y viceversa.

“¿Os lo pasasteis bien?”, preguntó Sakura, quien, por primera vez, se atrevía a dirigirse a su hermano.

“Sí, fuimos a muchos sitios... A Miyajima, al Monte Hiei, a la pagoda Toji, y al Kiyomizudera...”

“Estuve hace unos años, con vuestra madre, en Hiroshima. Lo pasamos muy bien. A vuestra madre le encantó la bahía, el viaje en barco hasta la isla, la puerta de O-Tori, los animales esparcidos por la ciudad...”

“Sí, a Tomoyo se le antojó darles de comer... Los animalillos empezaron a perseguirla...”, se rió Touya, recordándola de nuevo.

“Tu madre también lo hizo... Uno de los cervatillos le robó el bocadillo...”

“¿De veras?”, preguntó Sakura, muy animada, pues nunca había oído hablar de aquella salida de sus padres.

“Y recuerdo que, por las noches, la puerta de O-Tori se ilumina desde el santuario. Una vista preciosa...”, Fujitaka no era el único que se estaba perdiendo en sus memorias. “Es uno de los lugares más románticos que he visitado nunca...”

“Debo darte la razón...”, murmuró Touya. Su padre lo miró complacido.

“¿Te has enamorado de mi amiga o no?”, preguntó Sakura. Su padre la miró complacido.

“No te metas donde no te llaman, Sakura...”, a Touya se le veía perturbado.

“¿Y qué piensas hacer, hermanito? Vas a hacer lo que tu corazón te pide a gritos... ¿o vas a cometer el mayor error de tu vida?”

Touya pensaba exactamente en lo mismo.

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14h30- Mansión Daidouji

“Cariño, te veo algo pálida...”, dijo Sonomi a su hija, quien comía su plato con desgano.

“Oh... debe de ser el día... Es algo... triste...”, contestó distraída. Y sorprendida, pues, en mucho tiempo, su madre no había compartido una comida con ella, y, mucho menos, había iniciado una conversación. Y ella no era, como norma, el tema de ésta.

“A mí me encantan los días de lluvia... Tu padre me pidió que me casara con él una noche de lluvia, ¿sabes? El agua caía a cántaros. El cielo estaba iluminado por miles de relámpagos, y los truenos eran ensordecedores... Tu padre y yo... no tuvimos un noviazgo muy convencional...”

“No lo sabía...”, repuso la joven.

“Claro que no... nunca te lo he explicado.”

“Ya...”

“Tu padre era muy guapo...”, sonrió Sonomi. “Te pareces a él más de lo que crees... Pero su corazón se lo llevó antes de hora, y tú no has podido disfrutarlo como yo lo hice...”

“No importa... Al menos te dio...”, pero Tomoyo se calló.

“¿Qué me dio, Tomoyo?”

“Te dejo la empresa... y eres una gran jefa...”

“Eso no es lo mejor que me dio, cielo... Lo mejor que tu padre me dio fuiste tú. Un regalo caído del cielo, Tomoyo. Eras un ángel para tu padre. Te amaba como a nada en este mundo, se pasaba todo el día alardeando de ti en la oficina... llevaba un montón de fotos en su cartera, te compraba todas las monerías que veía... El departamento de juguetería... lo hizo para ti. Y por ti... Trabajó día y noche para crearlo...”

“Y eso le mató...”

El silencio en el gran comedor era tan ensordecedor como aquellos truenos que su madre había mencionado.

“No fue el trabajo... sino el amor que sentía por ti... En el fondo, esa es una bonita razón para morir...”

“Sería más bonito que nadie muriera por amor...”

“Y a mí me da que tú estás a punto de hacerlo...”

“¿Cómo...?”

“Touya... Es totalmente opuesto a ti. Es un hombre grosero, posesivo, antipático, rudo, demasiado sincero y directo...”

“Y me encanta...”

“Lo he notado... Tomoyo, yo no creo que...”

“Le amo. Pero él a mi no...”

“No lo sabes...”

“Me dejé llevar... Me dejé llevar y... Y lo seduje.”

“¿Tomoyo...?”

“Seduje a Touya Kinomoto en una habitación de hotel y dejé que me hiciera el amor una y otra vez. Y repetimos a la mañana siguiente. Se lo supliqué, que me hiciera suya. Sé que tengo muy pocas posibilidades... de que me corresponda. Pero lo amo... Y me entregué a él sin pensar en qué pasaría a la mañana siguiente, cuando me despertara y él me dijera que fue un error.”

“¿Fue un error?”

“No... Por mucho que me pese, es lo mejor que he hecho nunca. No me arrepiento de nada de lo que he hecho este fin de semana... Lo siento, mamá... Sé que querías que...”

“No digas más, hija... No tienes que pedirme disculpas...”

“Pero...”

“Tu padre y yo no fuimos muy respetuosos con los deseos de nuestras familias... Cariño, tu fuiste concebida antes de la boda. Tu padre no se arrodilló una semana después de que... ya sabes.”

“¿En serio?”

“Nada fue un error... Nunca lo es... si tu corazón no lo siente así. Tu corazón es el único que juzga los errores que él comete... Y, a pesar de mis pegas... Creo que Touya sería un marido estupendo para ti.”

“Mamá...”, Tomoyo empezó a llorar. “No me des ilusiones, por favor...”

“Si te haces ilusiones es porque algo te las da.”

“Touya no me ama...”

“Eso no lo sabes”

“No me ama...”

“Sí que lo hace... Pero o no se ha dado cuenta aún, cosa que me hace pensar que no es el joven inteligente que creía que era, o no se atreve a decírtelo, cosa que me hace pensar que es más tonto de lo que creía que no era...”

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17h00- Mansión Daidouji

Sakura estaba de pie al lado de la ventana que daba al jardín. Al fin había dejado de llover. El jardín estaba mojado, y el cerezo que lo presidía daba la impresión que estuviera llorando.

Sakura sabía que Tomoyo había estado llorando. Al llegar a la mansión, se había dado una grata alegría al ver, por primera vez en muchos años, a madre e hija hablando tranquilamente en el salón. Las dos habían estado sentadas en el sofá, su tono de voz muy bajo. Sonomi la había sonreído y se había despedido de ambas, alegando que tenía que trabajar.

Las dos amigas habían subido a la habitación de Tomoyo. Su maleta estaba abierta en el suelo, y Tomoyo se dirigió a ella para sacar una pequeña bolsa. Se la tendió, era un precioso regalo de los que había comprado en el mercadillo el día anterior.

“¿Cómo es Hiroshima?”

“Realmente precioso... Me encantó toda su historia, y visitamos Miyajima...”

“Lo sé... Touya nos lo contó... y papá nos explicó que él y mamá habían ido antes de que Touya naciera... Parece un lugar muy romántico...”

“La verdad es que lo es...”, suspiró. “Muy romántico...”

“Tomoyo... Dime qué ocurrió... Dime qué ha pasado para que los dos estéis tan deprimidos...”

“¿Los dos?”

“Sí... Touya parece apagado... Ha ido a buscar el pan... ¡algo inconcebible!”

Tomoyo la miró de reojo, sentándose en la cama. No había deshecho su maleta. No podía. La había dejado en el suelo, la había abierto... y así se había quedado. No podía sacar la ropa. Olía a Touya. No quería lavarla. Touya había tocado aquellas prendas con sus manos, se las había sacado lentamente, desnudándola, dándole el placer más grande que nunca hubiera soñado... Y toda aquella ropa reflejaba lo que había sentido en aquellos dos días... los dos mejores días de su vida... Y deseaba que hubiera más... Muchos más...

“Por favor, Tomoyo... Cuéntamelo... ¿Cómo voy a poder entender lo que ocurre si no me lo cuentas?”

“¿Por qué quieres saberlo?”

“Porque quiero... necesito ayudarte... Algo ha pasado para que los dos estéis tan mal... Estabas muy ilusionada con el viaje... Por lo que he oído, os lo habéis pasado muy bien, habéis disfrutado de los rincones de Japón que habéis visitado... ¿Qué es lo que ha ido mal?”

“Nada fue mal... Pero...”

Sakura la miraba desde la ventana, sus brazos alrededor de su cuerpo. Tomoyo apartó sus ojos de la hermosa figura de su amiga...

Ella la había advertido...

“Digamos que... no usamos condón.”

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19h00- Tiempo de descuento: 60:00:00

-Casa Kinomoto-

Touya estaba tirado sobre la colcha de su cama. Su vista estaba clavada en el blanco del techo. No se oía ningún ruido. Su padre no estaba en la casa. Su hermana tampoco. Sakura se había ido a casa de Tomoyo un rato para hablar con ella. De eso hacía ya dos horas. Sabía que habían quedado.

De repente, se puso de pie y se acercó a su escritorio. Una gran pantalla captó su atención. En ella, la foto de una preciosa mujer, cuyo pelo era negro como el ébano, con hebras azuladas que resplandecían bajo el sol, sonriente. Los grandes y risueños ojos violáceos se clavaban en él como estacas en su corazón. Primero las flechas... y ahora las estacas, como si fuera un vampiro.

Se sentó en su silla. Touya cerró el archivo y abrió otra. En ella se veía a Tomoyo en lo alto de la Torre de Tokio, con la ciudad brillando a sus espaldas, su pelo flotando al son del viento. El siguiente archivo mostraba a Touya sentado en la mesa del restaurante de Shinjuku, Tomoyo sentada a su lado, tomando un sorbo de sake. Los dos se estaban mirando fijamente. Aquella foto sólo la podía haber hecho su cliente.

En las otras fotos se veía a Tomoyo en Hakone, con las nubes de vapor tras ella. Tomoyo montando a caballo, Tomoyo en el mirador, con el sol iluminando su rostro. Touya sentado en el claro del Parque Botánico de Nikko, Tomoyo junto al gran cerezo del Templo de Tsukimine, Touya mirando a uno de los bonsáis, Tomoyo acariciando los pétalos de una rosa de los Ikebana, Tomoyo dando de comer a los peces, mojándose las manos en el agua fría bajo la cascada del puente de Shinkyo. Touya mirando por las ventanas del Shinkansen, con el Monte Fuji en el fondo, Tomoyo y él, juntos en el monumento de la Paz en Hiroshima, Tomoyo delante de la puerta de O-Tori, ya anocheciendo. Los dos en el ferry. Tomoyo dando de comer a un ciervo. Tomoyo recogiendo conchas a la orilla de la bahía. Tomoyo en el Monte Hiei, sentada al lado de uno de los templos budistas. Los dos en la sala privada del restaurante Fusima. Tomoyo comprando regalos en el mercadillo. Tomoyo y Touya sentados en el entarimado de Miyajima, sus manos entrelazadas... sonriéndose.

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-Mansión Daidouji-

Tomoyo se esparcía el champú por el pelo. Se masajeó la cabeza, haciendo que el jabón se convirtiera en espuma. Se aclaró la larga cabellera, y se enjabonó el cuerpo. Sus manos, recorriendo, cada milímetro de su piel, le recordaban el camino que había hecho Touya... estudiando, descubriendo, provocando.

De una nube de vapor, Tomoyo salió de la ducha, se envolvió en una toall y empezó a secarse el pelo. Se lo desenredó, imaginándose que el peine eran los dedos de Touya que se perdían entre las hebras mientras la besa con ternura.

Empezó a secarse el cuello, los hombros, el pecho... Touya succionando sus pezones...

Siguió con su barriga... Touya introduciendo su traviesa lengua en su ombligo.

Llegó a su entrepierna, ignorándola. La toalla secó sus piernas suavemente... Las mismas piernas que se habían enrollado alrededor de aquellas caderas poderosas y masculinas... exigentes.

Volvió a su entrepierna... Donde Touya había llegado hasta el más oscuro, profundo y secreto rincón... haciéndola suya para siempre...

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-Apartamento de Shaoran-

Sakura, Shaoran y Meiling estaban sentados en el sofá que ocupaba medio salón. Sakura estaba acurrucada en Shaoran, su brazo en sus hombros, su mano enredándose en su fino cabello. Meiling los miraba celosa, bromeando que deberían casarse de una vez...

Sakura sonreía, pero sus preocupaciones estaban en otro lugar...

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-Cine de Tomoeda-

Yukito abrazaba a Nakuru por la espalda, mientras esperaban que se abrieran las puertas para entrar a la sala 3 del cine de Tomoeda. Aquella tarde había mucha gente que quería asistir al estreno de la película.

Nakuru colocó sus brazos sobre los de su novio, aproximándolo más. Él la besó en el cuello, provocando un ronroneo de placer.

Pensaba en lo bonito que sería que su mejor amigo pudiera disfrutar del amor con Tomoyo, de la misma manera que él lo disfrutaba con su guardiana favorita.

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-Mansión Daidouji-

Sonomi se sirvió otra taza de café. Fujitaka, a su lado, se terminaba su primera taza. La dejó sobre la mesita, y Sonomi se la llenó por segunda vez.

Fujitaka le sonrió a modo de agradecimiento, y se acomodó de nuevo en el sofá, Sonomi haciendo lo mismo a su derecha.

Ninguno de los dos hablaba, sólo miraban el cielo por la ventana, pensando en el incierto futuro de sus hijos...

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-Londres-

Kaho acariciaba remolonamente el pecho desnudo de su amante. Eriol, a su vez, la besaba amorosamente en el pelo, peinándoselo perezosamente con sus dedos.

Kaho alzó la vista, lo miró, y lo besó en los labios, a lo que Eriol respondió inmediatamente. Cuando se separaron, sonrieron.

Y siguieron besándose...

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19h30- Tiempo de descuento: 00:30:00

-Casa Kinomoto-

Touya se había duchado, pero no se había vestido del todo. Sólo unos pantalones vaqueros cubrían sus piernas. Estaba mirando por la única ventana de su habitación. Las nubes, amenazantes, cubrían todo el cielo.

Desvió la vista, y miró su mano, en la que tenía una de las conchas que Tomoyo había cazado en la puerta de O-Tori. La acarició suavemente, y la apretujo de nuevo en su mano.

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-Mansión Daidouji-

Tomoyo cerró la puerta de su habitación. Caminó sin prisas por el largo pasillo y bajó las escaleras. Cogió un pequeño paraguas verde esmeralda del paragüero del recibidor. Se colocó una fina chaqueta de lino sobre su vestido azul, y abrió la puerta principal.

No se dio cuenta de que dos pares de ojos la observaban detenidamente. Sus pasos firmes sobre la gravilla, hacia la verja.

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19h45- Tiempo de descuento: 00:15:00

-Parque Pingüino-

Tomoyo llega al Parque Pingüino. Mira el reloj. Ha llegado muy pronto.

A su alrededor no hay nadie. Los niños no salen a jugar después de una tormenta. El parque está lleno de charcos y el Rey Pingüino es muy resbaladizo.

De su bolso saca un pañuelo, se da media vuelta y se dirige a uno de los bancos que hay esparcidos por el parque. Con el pañuelo seca la madera.

Y se sienta a esperar.

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-Casa Kinomoto-

Touya se termina de poner su camisa. Blanca como la nieve, como la piel de Tomoyo. Se gira hacia la puerta, pero cuando sus dedos se cierran sobre el picaporte, se detiene.

Suspira, y apoya su frente sobre la madera.

Su mano suelta el picaporte...

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19h58- Tiempo de descuento: 00:02:00

Tomoyo mira el reloj de nuevo. No puede evitarlo.

Sus pies están sobre el banco, sus rodillas dobladas, su cabeza apoyada sobre sus piernas, ocultando su rostro humedecido por las lágrimas.

Los sollozos es lo único que se oye entre los árboles...

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19h59- Tiempo de descuento: 00:01:00

Las manecillas del reloj avanzan sin pausa... sin más prisa que el rítmico tic-tac que retumba en sus oídos.

Sus ojos se fijan en la hora que este marca: un minuto.

Un minuto.

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20h00- Tiempo de descuento: 00:00:00

A lo lejos se oyen las campanas dar la hora. Ya son las ocho.

Llega tarde... llega tarde...

No... No va a... venir...

No va a venir...

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20h04- Tiempo de descuento: -00:04:00

“¿Llego demasiado tarde?”

Tomoyo alza la cabeza de entre sus brazos, sin poder creérselo. Las lágrimas corren por su rostro, dejando brillantes regueros de dolor por sus mejillas.

“S... Sí.”

La voz de Tomoyo ha sido dulce, pero firme.

Los ojos de Touya se abren desmesuradamente, sorprendidos. Sus facciones muestran una terrible desesperación, una insoportable agonía.

‘No puede ser... no... Sé que he llegado tarde... pero he llegado. He llegado.’

Sus rodillas le tiemblan. Ha sido un estúpido.

Tomoyo se levanta del banco y se acerca a él. Sus pasos son seguros y silenciosos sobre las piedras y las hojas mojadas. Sus manos se acercan al rostro cabizbajo, levantándolo. Acarician su barbilla, y ella acerca su rostro, y suspira muy cerca. Su aliento choca contra sus labios. Sus ojos se clavan en ella... no son estacas, ni flechas...

“Pero no importa... Touya...”

Y el aliento se convierte en unos labios, húmedos por las lágrimas, cálidos porque Tomoyo no puede más que desprender calidez. Sus bocas se abren a la vez, y sus lenguas se encuentran de nuevo. Se conocen de nuevo. Se exploran de nuevo.

Se aman...

Touya la tiene abrazada por la cintura, pero sus manos necesitan perderse por su pelo... Necesitan enredarlo una vez más... Quieren despeinárselo...

Sus narices se rozan, sus labios aumentan la fricción, sus lenguas se saborean, sus dientes mordisquean...

Al separarse, sus bocas se quedan abiertas, muy cerca.

“Te quiero, Tomoyo...”

“Oh...”, un sollozo. “Y yo a ti, Touya... Te amo...”

Sus bocas se vuelven a buscar y definitivamente se encuentran.

“Te amo... te amo... te amo...”, repite él, dándole un beso con cada ‘te amo’.

Pero el oxígeno es un bien muy preciado para todos los seres humanos...

“Dicen por ahí...”, susurra Tomoyo, mirándolo. “’Más vale tarde que nunca...’”


Notas de la autora:
Sólo he tardado tres horas en escribir este capítulo. He tardado en empezar, pero una vez mis manos han dado con el teclado, no han dejado de escribir. Mis manos iban solas, las palabras fluían por mi mente, y las ideas se formaban con claridad.
Sabía qué quería hacer, qué quería decir...
¡Y lo he hecho!
Siento el sufrimiento... aunque esa ERA mi intención.
Al fi y al cabo, las buenas historias no te dan el ‘final feliz’ hasta la última página. Así que yo no iba a ser menos.
Me quedan pocas cosas por decir.
No voy a poder dedicarme a escribir durante los próximos meses. La universidad es una amante muy exigente... Así que no tendré tiempo de subir historias originales, a menos que tenga tiempo libre algún fin de semana o por Navidades. Algo subiré, aunque quizá sea cortito. Pero tengo un par de adaptaciones que me gustaría ahcer, a menos que alguien ya las haya hecho. Primero lo comprobaré.
Tengo una idea para hacer una especie de epílogo de esta historia. La empecé ya cuando sólo tenía el borrador del primer capítulo de este fic escrito. Al principio no quería publicarlo, pero me salió bastante divertido. Iba a ser una historia aparte, pero me haría mucha gracia que fuera una continuación de ‘Citas’. Al fin y al cabo, hemos dejado algunas incógnitas sin resolver...
Y, por último, quiero muchos reviews, porque estoy triste. Últimamente apenas recibo vuestros comentarios... así que hago huelga y no escribo o tardo en subir los capítulos de mis otras historias en progreso. ¡Sólo tenéis que apretar un botón!
Bueno... Se terminó... Y quiero llorar porque me ha encantado escribir esta historia: el proceso de investigación, el montón de información que debía seleccionar, rechazar y combinar. ¡Las cosas que no he podido incluir en la historia! Tampoco era plan de alargarlo demasiado...
Estoy muy contenta... MUY CONTENTA...
Así que vosotros tenéis la llave para que yo sea una mujer aún MÁS feliz.
O no habrá más historias o adaptaciones.
Por cierto, si alguien necesita un BETA, me ofrezco. Quizá no tenga tiempo para escribir (porque requiere más tiempo de lo que nunca imaginé- y eso que tengo que reconocer que escribo rápido), sí que lo tengo para leer. Ya lo sabéis, aquí me tenéis dispuesta para cualquier idea o consejo que necesitéis. No lo dudéis ni un segundo.
Ahora ya sí, lamentablemente, me despido.
OS QUIERO,
Mery
PS: Adjuntaré un capítulo dedicado a las fuentes que he utilizado para realizar este fic.
PS2: ¡NO OS HE DADO BESOS, QUÉ DESPISTE!

CITAS PARA TODA LA SEMANA. Cap6

CITAS PARA TODA LA SEMANA. Cap6 (19.10.06)

Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp. Es mío el argumento de esta historia.

Día 6: Ultimátum

Sábado 21 de junio

7h30- Hiroshima, hotel

Decir que aquella noche había dormido como los ángeles era del todo comprensible. No sólo por la extenuante actividad en que se vio la noche anterior, sino porque había disfrutado enormemente el sueño en los brazos de la mujer que le hacía sentir tantas cosas y tan bellas.

La débil luz del sol le había despertado unos quince minutos antes, haciéndole cosquillas en la nariz. Una suave brisa le acarició su piel desnuda, piel que no había buscado la protección de la blanca sábana de algodón con la que Tomoyo se había tapado durante la noche.

Una de las largas piernas de su amante se enredaba alrededor de la tela, dejándola al descubierto. Aprovechando la ocasión, Touya había dedicado sus primeros minutos a estudiarla con detenimiento. Poco después, se había atrevido a tocar su fino pie con el suyo, notando que este, extrañamente, estaba helado.

Un suspiro interrumpió el silencio de la habitación. Touya se incorporó lentamente, hasta sentarse al borde de la cama, dándole la espalda a la joven. Tomoyo estaba echada sobre su costado izquierdo, su larga cabellera extendida por su almohada. Tomoyo olía a lavanda... y a sexo. Y eso provocaba ciertas reacciones en Touya.

Volvió a tumbarse sobre la cama, colocándose a muy cerca de Tomoyo, olvidándose por un momento de sus preocupaciones, en las que había, entre otras, cómo encarar ese día, un día muy largo, después de lo que experimentaron durante las primeras horas de la madrugada. Porque había experimentado el mayor de los placeres... y un amor más intenso de lo que nunca se habría imaginado. Aquel día, Touya debería de dejar las cosas claras, antes de que fuera demasiado tarde... y la perdiera

Su mano, temblorosa, se acercó lentamente al hombro que se asomaba debajo de la tela. Cuando sintió si pálida piel bajo su palma, Touya la deslizó a lo largo de su brazo. Al llegar a la altura del codo, la sábana se cayó sobre el colchón, dejando aquellos pechos a su merced. Desvergonzado, Touya se aproximó aún más a ella, sintiendo todo su cuerpo en contacto con el de Tomoyo, y colocó su mano sobre el pequeño pecho, y, suavemente, lo apretujó.

Un jadeo se escapó de entre los labios de la muchacha, quien, perezosa, se fue girando hasta estar tumbada sobre su espalda, mirando con ojos entrecerrados a su compañero, su sábana cubriendo sólo desde su barriga hasta los muslos. Una sonrisilla se instaló en sus labios, instándole a que Touya la besara.

El beso no se hizo esperar, y acercó sus labios a los de Tomoyo, saboreándolos profundamente. Tomoyo lo ayudó a colocarse encima, abriendo sus piernas para que él se acomodara y entrara en ella. Sin más preámbulos, la excitación de Touya se enterró dentro de ella, provocando un grave gemido que lo encendió aún más.

El movimiento de vaivén era, para Touya, una verdadera adicción, de la que nadie podría hacerle desintoxicar. Y no sólo la cadencia le hacía un fanático de esa joven, sino también su olor, una combinación de sudor y de champú de hierbas silvestres, sus ruidos por el gozo que le provocaba sentirse llena de él, y por el sonido errático de los muelles de la cama, al son de sus embestidas.

Inesperadamente, Tomoyo agarró los hombros de Touya y, ayudándose con sus piernas, le hizo darse la vuelta, quedando él debajo. Aquel cambio en el dominio de las acometidas produjo en Tomoyo unos gritos más desesperados, más vehementes y fogosos. Touya sentía cómo su amante le hacía entrar y salir de ella a su ritmo, como si Tomoyo estuviera componiendo una melodía armoniosa y deleitosa.

Pronto Tomoyo llegó al clímax, y no paró de arremeter hasta que Touya la siguió unos segundos después. Con los corazones debocados y faltos de oxígeno, Tomoyo, sin retirarlo de su interior, buscó su lugar en el pecho de Touya. Tres minutos después, Tomoyo se durmió entre sus brazos.

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8h45

Un escalofrío la despertó de un agradable sueño en el que un maravilloso Touya le hacía el amor salvajemente contra el piano que Tomoyo utilizaba para ensayar en la mansión... ¡Dios! Sólo deseaba que este sueño se volviera realidad algún día... pero cuando el piano estuviera en un salón de una vivienda más modesta, en cuya puerta principal habría colgada una placa que anunciaría ‘Touya y Tomoyo Kinomoto’, una placa que por supuesto sería realizada por la misma empresa que la placa del despacho del arquitecto.

¡Qué bonito era el mundo de los sueños!

Enterró su rostro en la almohada, que olía a Touya, y una sonrisa se coló en su boca. Se sumergió tanto como pudo entre las sábanas, pero la brisa que procedía del exterior no era el causante de aquel frío. Tomoyo estaba sola en aquella cama. ¿Dónde estaría Touya a aquellas horas?

Se recostó sobre el cabezal, y miró el reloj que había colgado sobre la puerta de la habitación. Eran las nueve menos cuarto de la mañana. Demasiado pronto para abandonar la cama después de haber agotado todas sus fuerzas... dos veces.

¡Dos veces! Había hecho el amor con Touya dos veces...

La alegría que sintió al recordar su boca y sus manos, y su cuerpo entero se esfumó de repente al darse cuenta de que habían olvidado usar cierto plástico que...

Un ruido en el balcón la apartó de sus pensamientos, y lentamente, se enrolló la sábana alrededor de su cuerpo, dejando al descubierto sus estilizados y elegantes hombros. La cabellera negra le caía por la espalda como una cascada...

Sin importarle que fuera descalza sobre la fría madera, Tomoyo se acercó a la puerta que daba el balcón. Su entrada fue recibida por la ancha espalda de Touya, quien apoyado sobre la barandilla, miraba absorto el paisaje que no habían podido disfrutar la noche anterior.

La luz del sol se reflejaba sobre los tejados, y a pesar de ser un sábado, y a tan tempranas horas, el ajetreo de la ciudad comenzaba a notarse. A lo lejos se podía ver la bahía de Hiroshima, iluminada por el astro solar.

Sin apenas hacer ruido, Tomoyo se acercó a él, poniéndose a su lado y envolviéndose con la tela. El suspiro que exhaló hizo que Touya abandonara sus cavilaciones. Tomoyo le miró, y le regaló una tímida sonrisa. Con la sábana enrollada alrededor de su cuerpo, parecía que fuera una diosa, una diosa cohibida que, a pesar de sentirse en una nube, se avergonzara de su actitud tan apasionada y desinhibida.

“He pedido el desayuno... No quería despertarte...”

Tomoyo se lo agradeció con otra sonrisa, y se escondió aun más bajo la tela que había sido testigo de su noche de pasión desenfrenada. El olor a Touya se había impregnado en ella. A Tomoyo se le ocurrió si a la gobernanta le importaría que se la llevara... si se lo pidiera correctamente...

Había cosas que aclarar primero, y Tomoyo quería respuestas. Al fin y al cabo, un hombre no podía hacerle el amor a una mujer a menos que sintiera algo por ella... ¿no es así?

“Touya...”, empezó Tomoyo en un susurro. “...yo...”

“No digas nada...”, la interrumpió él, irguiéndose ante ella. “Aún nos queda todo un día por delante...”

“Tienes razón...”

“Por cierto... ¿Dónde quieres ir?”

A Tomoyo no le hubiera parecido mala idea quedarse en aquella habitación lo que quedaba de día... lo que quedaba de fin de semana.

Pero la actitud de Touya la frenó.

Un mal presentimiento se hizo presa de su corazón, e intentó reprimir las lágrimas que amenazaban en inundar sus mejillas. Touya daba la impresión de que estaba arrepentido por lo que había ocurrido entre ellos...

¡Pero si todo había ido bien!

Se había precipitado... Seguro que al verse acorralado por ella, Touya se había rendido a sus pies... Un hombre no puede decir que no a una mujer que se entrega por completo... ‘Aunque sólo sea por una noche’ había dicho. ‘Aunque sea una sola vez’.

Ahora le hubiera gustado no haber pronunciado esas palabras.

Pero lo hecho, hecho está.

Y sin que Touya se percatara, Tomoyo se protegió el vientre fuertemente bajo la sábana.

“Kioto... Volvamos a Kioto”

Al menos no tendría que pasar el día recorriendo las calles que le hacían recordar el atisbo de felicidad y plenitud que había sentido...

Para Touya sólo había sido un error.

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11h30- Monte Hiei

A las diez menos cuarto llegaron a la estación de trenes de Hiroshima para coger el tren que, minutos después, salía hacía Kioto. Durante el viaje apenas se hablaron. Se sentaron juntos, uno al lado del otro, pero no parecían la pareja que horas antes habían hecho el amor con tanto fervor.

En la estación de Kioto, guardaron en consigna su equipaje. De esa forma, no tendrían que ir con las bolsas de arriba abajo mientras hacían turismo por la ciudad, y las recogerían antes de coger el tren bala hacía Tokio aquella tarde. Cogieron un tren de la línea JR que los llevaría al monte Hiei.

Hacía pocos minutos que habían llegado al monte, situado al nordeste de Kioto. Pasearon por la falda del monte hasta llegar al famoso templo de Enryaku-ji, fundado durante finales del siglo octavo y comienzos del noveno por Saicho, que introdujo la secta budista Tendai a Japón desde China. Es uno de los templos más significativos en la historia japonesa, y sirve como la base de la secta Tendai, popular entre la aristocracia de la época y que sirvió como fundamento para varias sectas posteriores.

Después de recorrer el templo, siguieron los caminos de peregrinación por los templos, hasta que se salieron de la ruta para perderse por el lugar. El monte Hiei era un lugar muy tranquilo y poco frecuentado, por lo que apenas se encontraron con personas durante el paseo, sustituidas por los templos budistas que había desperdigados por todo el monte.

Tomoyo encontró la paz que su corazón buscaba durante ese paseo, a pesar de estar tan cerca de la fuente de sus problemas. En la mente de Touya había pensamientos muy contradictorios. Sabía que se había comportado de una manera muy fría aquella mañana... pero no creyó que Tomoyo le negaría su voz de una forma tan tajante. Durante el desayuno que compartieron supo que ese iba a ser un día muy largo, y que muchas decisiones habían de tomarse a partir de la puesta de sol.

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13h00

“¿Nos detenemos a comer, Touya?”, preguntó la joven secamente, sin siquiera dirigir una mirada a su acompañante.

“Por supuesto... ¿dónde nos sentamos?”

“Ahí mismo”, dijo Tomoyo, indicando dos rocas separadas que había junto al camino de arena.

No se fijó si Touya la seguía, pero Tomoyo escogió la roca más lisa para aposentarse, y sacó de su mochila dos bentous, uno de los cuales colocó descuidadamente sobre la otra roca.

A Touya le molestaba su actitud, pero sabía que Tomoyo estaba molesta, asqueada y muy, muy decepcionada. Quería decirle algo que la tranquilizara, pero no sabía qué.

Touya cogió su comida y se sentó en la roca, ignorando el dolor que sentía en el trasero al clavársele la dura piedra. Touya mordisqueó su comida mientras miraba a su alrededor. No podían haber elegido una vista mejor. Desde sus improvisados asientos se veía los alrededores... todo Kioto. La ciudad seguía trabajando... y ellos estaban en un lugar apartado disfrutando de las vistas... aunque no sabía si su acompañante lo disfrutaba de la misma forma. A su derecha se alzaba un precioso y pequeño templo que se escondía entre los árboles. Touya carraspeó, y tragándose lo que tenía en la boca, se dirigió a su compañera.

“Hace un día excelente, ¿verdad?”, Touya creía que para entablar una buena conversación con alguien poco hablador se tenía que introducir el tiempo como tema introductorio. “Esta mañana pensé que tal vez haría algo de frío... Veo que me he equivocado.”

“Mmmm...”

Si el tiempo no funcionaba...

“La comida es excelente... ¿dónde hemos parado a comprarlos?”, cuestionó señalando sus bentous.

No obtuvo respuesta.

“¿Te has fijado en la vista?”

“Mmmm...”

“Estás realmente charlatana hoy...”, dijo sarcástico.

“Como tú.”

“Vaya, al fin me contestas... No me has dirigido la palabra en toda la mañana...”

Tomoyo alzó su cabeza para mirarlo fijamente por primera vez en horas. Sus ojos brillaban intensamente...

“Eso es porque esta mañana me has dejado muy claro que no dijera nada... ¿O es que no te acuerdas...? ‘No digas nada Tomoyo... Aún nos queda todo un día por delante...’”, imitando su voz.

“Vaya... pues lo siento mucho si te he molestad en algo...”

“Lo que ocurre es que ‘nada’ de lo que has hecho... de lo que hemos hecho me ha molestado, Touya... Lo que ocurre es que parece que a ti sí te ha molestado porque no quieres hablar de ello...”

“Tomoyo, yo no quiero que pienses que me...”

“No lo estropees más, por favor...”

“Pero...”
“Estamos en un lugar sagrado... y no me apetece discutir contigo”

“No estamos discutiendo...”

“A mí me parece que sí, porque tampoco estamos de acuerdo...”, dijo Tomoyo, terminándose su comida. “Disfrutemos de lo que queda de día. Yo te prometo que no te ignoraré más...”

“¿Crees que cometimos un error anoche, Tomoyo?... ¿Eso es lo que crees?”

“No, Touya...”, murmuró Tomoyo, dejando escapar unas lágrimas de sus ojos amatistas. “Lo que creo es que hemos cometido otro tipo de error...”, dijo bajando el tono de voz.

Touya no supo qué contestar a eso, no sabía a qué se refería. Así que prefirió callarse y rezar por que Tomoyo lo perdonara por lo que fuera que había hecho.

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14h50- Pagoda de Toji

Aún algo incómodos por la extraña conversación que habían mantenido, y aún más extrañados porque no habían llegado a ninguna conclusión, Tomoyo y Touya se dirigieron desde la estación hasta Toji o Templo del Este, un templo budista de la secta de Shingon en Kioto.

Les ofrecieron una guía en la que descubrieron que una vez hubo levantado otro templo, llamado Saiji o Templo del Oeste, construidos junto al Rashomon, la puerta de la capital.

Toji había sido fundada por el sacerdote Kobo Daish en el siglo octavo en nombre del emperador, y cuya principal función era proteger la nación.

La construcción más famosa del templo era la pagoda, de 57 metros de altura, la más alta de todo Japón, dividida en cinco pisos. A continuación se informaba sobre la historia de las pagodas, una evolución de las stupas indias. Debido a la altura de dichas construcciones, estas tienden a atraer los rayos, por lo que se consideraban como edificios con una gran carga espiritual. Muchas pagodas, como la de Toji, tienen en el techo un pararrayos. Este pararrayos, al que se le llama ‘finial’, tiene, además, un significado simbólico en el Budismo, por lo que a veces también se decora con diseños de flor de loto.

Las stupas indias fueron concebidas como estructuras en cuyo interior se resguardaban reliquias sagradas. En el interior de la Pagoda de Toji se podían encontrar esculturas budistas, tanto en el salón como en la sal de lectura.

Por su importancia espiritual e histórica, la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad, junto a otros tesoros de la Prefectura de Kioto. Hoy es considerado un oasis de calma en el centro de Kioto.

Al salir de Toji se encontraron con una agradable sorpresa con la que no habían contado. Un gran mercadillo estaba montado alrededor del templo, los vendedores exponiendo y ofreciendo sus artículos, como ropa, zapatos, esculturas, e incluso habían paradas donde se vendía comida y plantas.

Se dedicaron a recorrer los pasillos a rebosar de gente que formaban las hileras de paradas. Todo el mundo se detenía a comprar algún detalle, y, por supuesto, Tomoyo no pudo evitar gastarse unos cuantos yenes en detalles para su madre y Sakura. Y, olvidándose de su mal humor, convenció a Touya de que comprara una escultura budista a su padre y una planta a Yukito. En una de las paradas, Tomoyo se quedó mirando una miniatura pintada por un autor desconocido. Tanto la hipnotizó la escena, que Touya no pudo contener las ganas y se la obsequió. Como recompensa, recibió un beso en la mejilla y una franca sonrisa.

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19h00- Kiyomizudera, Kioto

Kiyomizudera, o Templo de Agua Pura es el nombre de varios templos budistas, aunque en la mayor parte de los casos se refiere al Otowasan Kiyomizudera en la zona este de Kioto, fundado en 780 y asociado a la secta de Hosso.

Se enteraron, además, que el recinto sagrado de Kiyomizudera fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994 y que el templo se encontraba en la lista de candidatos a ‘Nuevas Siete Maravillas del Mundo’ propuesta por la New Open World Foundation del suizo Bernard Weber.

El templo ofrecía, según Tomoyo, una extraordinaria vista de Kioto desde su famosa terraza de madera, construida sobre la colina y sustentada por cientos de pilares.

“Una leyenda del lugar dice que si saltas por la terraza y sobrevives la caída, tu deseo se hace realidad. Según esto”, decía Touya mientras señalaba una placa “durante el periodo Edo se contabilizaron 234 saltos, de los cuales más del 85% sobrevivieron...”

“Te aseguro que yo no pienso intentarlo...”, contestó Tomoyo mientras miraba la densa vegetación que había colina abajo.

“Como si yo te fuera a dejar... ¿Qué diría tu madre si te llevara a casa con el cráneo abierto?”

Fingiendo pensárselo mucho, Tomoyo dijo:

“Que no le mancharas la alfombra de sangre...”, bromeó.

Siguieron paseando por la terraza, y salieron por una pequeña calle con tiendas de recuerdos y muchos restaurantes. En uno de los pabellones, los dos, hambrientos, se detuvieron para saborear unos deliciosos fideos.

Pasearon por el resto del complejo y observaron los edificios, la mayoría construidos en 1663, y descubrieron el santuario Jishu, dedicado a Okuninushino-Mikoto, un dios del amor. Cerca de ese templo vieron cómo las personas hacían cola para caminar con los ojos cerrados de una roca a otra. Como decía la leyenda, si lo conseguías, encontrabas el amor. Si en cambio, para conseguirlo necesitas ayuda, significaba que el amor se encontraría gracias a un intermediario.

Bajo el gran salón se halla la cascada Otowa-no-taki, en el que tres canales de agua llegan a un pozo. Tomoyo y Touya se acercaron para verlo y observaron a muchos de los visitantes recoger el agua de la cascada con copas de metal.

“El agua de esta cascada es terapéutica...”, comentó Touya. “Si bebes agua de los tres canales consigues salud, longevidad y éxito en los estudios...”

Tomoyo murmuró algo, que Touya no pudo oír. Si hubiera podido leerle los labios, habría adivinado lo que Tomoyo había susurrado: ‘Yo necesito suerte en el amor... tu amor’

“¿Qué has dicho, Tomoyo?”, preguntó Touya, deteniéndose a su lado, mirándola fijamente.

“Nada...”, miró su reloj, y después alzó la cabeza para disfrutar de la puesta de sol.

“¿Nada? No te creo...”

Inspirando profundamente, Tomoyo se giró lentamente para encararlo. Su rostro mostraba la seriedad de lo que iba a decir a continuación...

“Touya... Esta semana me lo he pasado muy contigo... Te he conocido mucho... y no puedo decir que lo que he descubierto de ti me haya desagradado... sino todo lo contrario...”, detuvo su parlamento para aclarar las ideas, y continuó. “A pesar de lo que ocurrió anoche... y esta mañana, yo... tú... me sigues gustando... Me gustas más... pero tengo la sensación que esta semana no ha hecho que tu cambiaras de opinión...”

“No es que no haya cambiado de opinión, Tomoyo, pero debes entender...”, la interrumpió Touya.

“Lo entiendo, lo entiendo... de verdad. Pero déjame que acabe antes de que me arrepiente y no diga lo que quiero decir... Hoy ha sido muy extraño, pensé que habías visto por fin algo de mí que te gustara, pero... Quizá me equivoqué al pedirte que salieras conmigo... Me precipité y ahora... Ahora no sé cómo mirarte... No sé si mirarte como el hermano mayor de mi amiga o como... como... Entiendo que tú sólo puedas verme como la mejor amiga de Sakura... Lo entiendo. Pensé que... Me equivoqué, y lo siento si te lo he hecho pasar mal estos últimos días, porque no era mi intención. Sólo espero que, al menos, te lo hayas pasado bien recorriendo medio Japón conmigo... Yo me lo he pasado muy bien... Anoche... anoche todo fue maravilloso...”, Touya abrió la boca para hablar, pero ella se lo impidió. “Fue maravilloso, y sé que te lo supliqué... Me hiciste sentir una verdadera mujer, independiente y segura de sí misma... sexy... algo que nunca antes había sentido... y no sabes cuánto te agradezco que no me rechazaras... porque entonces sí que no sé qué demonios se me habría pasado por la mente...”

Tomoyo sintió cómo los dedos de Touya se deshacían de las lágrimas que corrían por sus mejillas. Ella se abrazó a su pecho, enterrando su cara en la calidez de su cuerpo, intentando dejar de llorar. Las grandes manos de Touya le peinaban su cabello, y le acariciaban la espalda, reconfortándola.

Touya no podía decir palabra. Sólo podía pensar que Tomoyo creía que se había equivocado... Se había equivocado al decirlo que le gustaba...

Y la propia inseguridad de Touya no le permitía asegurarle a Tomoyo que nada había sido un error. Que aquella semana había sido la mejor de su vida, que había compartido los mejores momentos de esos días junto a ella, que al fin sabía lo que era el amor, que al fin sabía cómo demostrar el amor... Pensó en sus besos, en sus sonrisas, en sus caricias y en la forma en que habían hecho el amor.

¿No volvería a ocurrir?

¿Nunca más compartirían cenas en Shinjuku o comidas sentados en dos incómodas rocas mirando el paisaje?

¿Paseos por el jardín botánico o subir el Monte Fuji a caballo o darle de comer a los peces?

¿No irían a pasar algún fin de semana juntos a los balnearios de Hakone, como Tomoyo le había prometido, y a ver la puesta de sol desde lo alto de la Torre de Tokio como él había sugerido en su primera cita?

¿No volvería a hacerle el amor?

Y su corazón le gritaba que abriera la boca y le dijera que harían todas esas cosas... juntos.

Pero, como un rayo, escenas del pasado, de su relación fallida... de su primer desengaño amoroso que tanto daño le causó... ¿Y si con Tomoyo ocurría lo mismo que con Kaho y Touya no era capaz de amarla como se merecía, de demostrarle sus sentimientos y de pasar el resto de sus vidas juntos...

Sintió cómo Tomoyo se separaba de él. Ella lo miró vergonzosamente, una triste sonrisa asomándose por las comisuras de sus labios...

“Mañana te estaré esperando en el Parque Pingüino, hasta las ocho de la noche. Si a esa hora no estás allí, te prometo que no volveré a molestarte con mis estúpidas ideas y sueños ilusos de una vida perfecta juntos...”

“Tomoyo...”

“Touya, yo lo quiero todo... Pero no quiero las cosas a medias... No lo soportaría... Porque lo cierto es que te amo más que a nada en este mundo... Y lo quiero todo... o no quiero nada.”

El silencio reinó entre ellos durante unos segundos. Tomoyo se alejó de él y empezó a andar hasta la salida del templo.

“Perderemos el tren... Touya.”

Y, en los oídos del joven, aquellas últimas palabras tenían un sentido muy diferente.

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1h10- Mansión Daidouji

Dos horas de tren bala que fueron pasadas en total silencio, cada uno sumidos en sus pensamientos. Ninguno de los dos durmió, ninguno de los dos hizo nada excepto estar sentados y ver por las ventanas las luces de las ciudades que iban dejando de largo.

Para Touya aquellas luces eran Tomoyo, quien irremediablemente se estaba escapando de entre sus dedos, como la fina arena de la playa, que se escurre sin que puedas evitarlo. Si hubiera dicho esas mismas palabras...

‘Yo también te amo...’

Sonaban muy bien en su cabeza... pero no podía decirlas en voz alta.

‘Cobarde... Eres un cobarde’

Y sabía que la voz de su conciencia, que siempre había sonado como Yukito, tenía toda la razón del mundo.

Al menos tenía un día, al término del cual debería ya tener una decisión, una decisión de la que nunca se arrepintiera.

Al llegar a Tomoeda, vieron las calles vacías e inundadas en la oscuridad.

Como cada noche, Touya la acompañó hasta su casa. No había abrazos ni roces, sino incomodidad.

La puerta de la verja se abrió, y Tomoyo se giró para darle las buenas noches. En el segundo que sus ojos se encontraron con los de Touya, Tomoyo dejó caer su maleta al suelo y se puso de puntillas, uniendo sus labios con los de Touya en un beso profundo y arrollador.

El beso supo a despedida en los labios de Touya...

Cuando se separaron, Tomoyo tenía sus mejillas arreboladas y sus ojos cristalinos por las lágrimas que querían liberarse. Sus labios, teñidos de rojo por la pasión, se entreabrieron para dejar escapar sus palabras...

“Touya, no cometas un error... Por favor...”

Y se fue.

Y Touya se quedó allí parado, sintiendo aquellas palabras martillear su cabeza fuertemente.

Notas de la autora:
No pensaba añadir una escena lemon al inicio del capítulo, pero no he podido evitarlo. Supongo... perdón, SÉ que eso no os preocupa en absoluto. ¿Os ha gustado? Porque a mí me ha encantado escribirla.
Hoy es un día lluvioso en Barcelona. Son las diez y media de la noche, y yo acabo de terminar con el lemon del capítulo. Mientras tanto, tengo la radio puesta, escuchando cómo el Barça pierde ante él Chelsea en la previa de la Champions League. Hace una hora, justamente, yo llegaba a casa después de ver la película The Guardian en el cine con mi madre. Os la recomiendo, aunque seguro que algunos la habréis visto ya.
Con tanta emoción, entenderéis que, después de la película y de ver que mi equipo pierde 0-1 cuando sólo quedan dos minutos para que el árbitro señale el final del partido, me haya dado por escribir tales cosas. Si todo va bien, me pasaré las siguientes dos horas tecleando en mi ordenador para dar forma al penúltimo capítulo de esta historia. (NA: Os recuerdo que empiezo a escribir las notas a medida que escribo una escena y la termino.)
Bueno, las diez y treinta y cuatro y el FCB definitivamente ha perdido.
¿Dramática la última parte, verdad?
Debo decir que no estaba muy inspirada. Se me bloqueó el ordenador y todo le que había escrito hasta Toji se me borró, así que tuve que repetirlo, por eso mis (desgraciadamente) pocas ganas y mal humor. (Ninguna de mis historias pasa por las manos de un beta, por cierto... Aunque la verdad es que a mí me gustaría serlo... Si estáis interesados, sólo debéis pedírmelo. Ya lo hice con una autora en inglés, y creo que hice un buen trabajo... Claro que el inglés no lo domino tanto como el español o el catalán...)
Un beso de despedida... como el de TT...
¿Será el último?
Si queréis saber cómo terminar esta historia de amor, por favor dejadme un montón de reviews... A ver si llego a los cuarenta antes del próximo capítulo...
¿Alguien sabe a qué error se refiere Tomoyo cuando hablan sobre la noche anterior? Espero haber dejado suficientes pistas... A ver quién lo adivina.
¡Besos, y muchos REVIEWS!
Mery

CITAS PARA TODA LA SEMANA. Cap5

CITAS PARA TODA LA SEMANA. Cap 5 (14.10.06)

Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp. Es mío el argumento de esta historia.

Día 5: Shinkansen

Viernes 20 de junio

11h00- Mansión Daidouji

“Te noto algo nerviosa...”, comentó Sakura, mientras observaba a su mejor amiga preparar una pequeña maleta con ropa. La veía correr del armario a la cama, del cajón al baño... buscando los pantalones, faldas, camisetas, jerséis, zapatos, desodorante, cepillo... Todo aquello que necesitaba para disfrutar de dos días a solas... con Touya.

“¿No me digas?”, espetó Tomoyo, deteniéndose a su lado, sacándole de un tirón la revista del corazón en la que Sakura estaba enfrascada. “Estoy muy nerviosa, y tú te dedicas a leer no-sé-qué-cosas sobre la nueva maternidad de Britney Spears, o cuándo se casa Tom Cruise, o la última película de Josh Harnett... Ten un poco de compasión...”

“Está bien, te ayudaré. Pero debes entender que la vida privada de los famosos es de interés internacional... Para algo son famosos...”

“¿Y si, durante los próximos diez minutos, yo fuera la famosa?”, le preguntó Tomoyo a su amiga. “¿Me dedicarías esos minutos para ayudarme a preparar la maldita maleta?... ¡Es que no sé qué llevarme!”, dijo exasperada.

Sakura intentó calmarla, pero sus esfuerzos fueron en vano.

“A ver... ¿por casualidad, mi querido hermano te ha dicho dónde iréis?”

“No... me ha dicho que saldremos pronto, eso es todo...”

“¡Qué vergüenza! Los hombres nunca entenderán que una mujer necesita su tiempo para preparar la ‘maleta perfecta’....”

“Eso digo yo...”, bufó Tomoyo, quien colocó sus brazos en jarra sobre su cintura, con dos camisetas en cada mano, mientras miraba su maleta, aún vacía.

“Primero. Los vaqueros.”

“Aquí están...”, dijo Tomoyo, dejando las camisetas sobre su almohada, y girándose para coger los dos pantalones vaqueros que había dejado sobre el respaldo de la silla de su escritorio. Se los dio a Sakura, quien los colocó delicadamente en el interior de la maleta.

“Ahora, ¿qué camisetas te vas a llevar?”

“Me he preparado cuatro... una de manga larga, dos cortas y una de tirantes...”, dijo Tomoyo mientras le daba las prendas.

“Llévate otra de tirantes, por si acaso...”, le aconsejó Sakura.

“¡OK!”, le tendió otra camiseta.

“Ropa interior... muy bien... Un par de calcetines nunca viene mal... Una chaqueta o jersey ligero, por si refresca por la noche... Creo que de ropa ya estamos servidas... ¿neceser?”

“Preparado en el baño”, contestó Tomoyo, como si fuera un soldado dirigiéndose a su superior, señalando la pequeña puerta que había a un lado.

“Me pregunto si...”, murmuró Sakura, mirando a su amiga de arriba abajo, dándose golpecitos con el dedo índice en su labio inferior, pensando.

“¿Qué?”, preguntó Tomoyo, mirando a su alrededor, comprobando que no se hubiera olvidado de nada.

“¿Llevas condones?”

La cabeza de Tomoyo giró en seco hacia la figura de su amiga, que seguía reflexionando. Los ojos amatistas de la joven se abrieron de par en par, al igual que su boca, que se había quedado colgando...

“¡¿QUÉ?!”

“No te sulfures, querida... Es una medida de precaución... En caso de que las cosas vayan más allá...”, dijo Sakura en tono neutral. “Al fin y al cabo, eres una mujer joven y sana... Una tiene sus necesidades...”

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14h45- Centro de Tomoeda

“No me puedo creer que estés haciendo esto...”, dijo Yukito lentamente, dando mucha importancia a cada una de las palabras que emitía.

El joven de ojos grises caminaba al lado de su amigo, quien tenía las manos ocupadas agarrando fuertemente un gran sobre, para que este no se le escapara.

“¿Y por qué no? Puede parecer algo... sorprendente, lo admito... Pero, creo que va a ser una experiencia única... Nunca he estado, y estoy seguro que a Tomoyo le encantará... Al menos eso dijo Sakura en una ocasión... Sé que a Tomoyo le fascinará...”

“Tú sí que estás fascinado... Fascinado por esa mujer...”, rió Yukito, quien no apartaba la vista de la alta figura de su socio. “¿Y te puedo confesar una cosa?”, le preguntó. Touya asintió, mirándolo interesado. “Creo que esta muchacha te hace mucho bien...”, sentenció.

“Yo también lo pienso... Tomoyo es fascinante... Esa palabra describe muchas de las cosas que me han pasado últimamente... Y con eso, quiero decir estos cuatro días. Nunca creí que podría sentir algo tan profundo por ella... por cualquier persona.” confesó, y soltó un largo suspiro. “Yo ya sabía que era una joven muy especial... Pero nada me había preparado para descubrir tanta belleza... Su belleza interior es...”, detuvo su parlamento porque no encontraba la palabra adecuada.

“Eso es el amor, Touya...”

“Lo sé... Y eso me da miedo, Yukito.”

Touya paró en medio de la calle, delante del escaparate de una pastelería. Se dio la vuelta para contemplar las barras de pan, los cruasanes, las napolitanas, los buñuelos, las magdalenas, los barquillos, los bombones, los tocinillos de cielo, las tartaletas de chocolate, las lenguas de gato, las rosquillas, las cocas de manzana, los merengues, los pasteles de nata, las tartas Sacher, las trufas y los panecillos rellenos... Todos los productos colocados elegantemente para que los transeúntes se quedaran embobados ante tanto dulce y se atrevieran a entrar en el establecimiento para salir con menos dinero, con mucha comida, y con futuros kilos de más.

Los ojos de Yukito, por supuesto, se desviaron al descubrir tanta maravilla. Si Nakuru lo viera...

“Me da miedo... Y a la vez es lo que más deseo en este mundo...”

Apartando la vista de los sabrosos manjares, Yukito miró el rostro de Touya, y elevando su brazo para tocar el de Touya, apretujando su hombro en señal de ánimo, le dijo.

“Entrégate a ella, como nunca antes lo has hecho, Touya. Yo también tuve miedo una vez, y mi corazón se cansó de ser cobarde, y creyó que ya era hora de coger el toro por los cuernos... Y así lo hice. Estos años con Nakuru han sido los mejores de mi vida... Y te aseguro que los próximos serán mejores. Quiero que hagas lo que tu corazón te pide. Y creo que ya sabes lo que debes hacer. Deja el temor en un rincón, y ni te acerques a él. Ahuyéntalo, envíalo tan lejos como te sea posible... y dalo todo por Tomoyo. Porque sabes que vale la pena... Porque sabes que los próximos años serán mejores... si los andas junto a Tomoyo.”

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16h00- Estación de tren de JR Tokio

“¿No piensas decirme adónde vamos, verdad?”, preguntó Tomoyo, quien caminaba rápidamente junto a Touya. Él llevaba una pequeña bolsa colgada en el hombro, mientras tiraba de la maleta de Tomoyo, pues se había ofrecido a llevarla por toda la estación.

Tomoyo y él habían quedado a las tres de la tarde en casa de Touya, y de allí se dirigieron a la estación de trenes de Tomoeda, donde cogieron el tren que llevaba a Tokio. Una vez en la ciudad, se perdieron por los túneles hasta llegar al andén de la línea JR Tokio.

“Debes tener paciencia, Tomoyo, cielo...”

A Touya se le había escapado lo de ‘cielo’, pero no pudo más que sonreír cuando vio cómo a Tomoyo se le encendían las mejillas ante el apodo cariñoso. Sin pensarlo, cambió de mano la maleta para acercarse a ella y abrazarla por los hombros. El contacto hizo que Tomoyo se enrojeciera aún más. Sin embargo, sentirlo tan cercano se sentía tan bien, que Tomoyo pasó su brazo por la cintura de Touya, aproximándolo más a ella. Caminaron así de agarrados hasta la entrada del andén, donde Touya, al fin, le descubrió a donde irían...

“¿A Kioto?”, cuestionó la joven, viendo los billetes que Touya había tenido escondidos en el sobre. “¿Vamos a coger el Shinkansen?”, lo miró sorprendido.

“Bueno... Más o menos.”, Touya intentó evadir la respuesta completa.

“¿Cómo que ‘más o menos’?”, se rió Tomoyo.

“Vamos primero a Kioto... luego cogeremos otro tren...”

“¿Cuántas sorpresas más me tienes preparadas?”

“Todas las que consiga...”

“Vaya...”, suspiró Tomoyo, mirándolo fijamente.

“¿Qué?”, le preguntó Touya.

“Nada... Es que no sabía que fueras tan espontáneo... Nunca me imaginé que aceptarías estas citas, la verdad... Me gusto mucho que lo hicieras, porque estoy descubriendo muchas cosas nuevas sobre ti... Y espero que a ti te esté pasando lo mismo... Estoy disfrutando mucho con estas salidas, pero nunca pensé que tú también lo harías...”, se detuvo para soltar una carcajada. Continuaron caminando, llevando su equipaje por el andén, buscando un lugar donde esperar al tren. “Al principio, y con esos me refiero al lunes... creí que dirías dónde querrías ir o me dejarías que te arrastrara durante nuestras citas...”

“¿Me tomas el pelo?”, bromeó el joven. “Porque es exactamente lo que me hubiera gustado hacer para desanimarte...”

“¿Querías desanimarme?”

“’Quería’ es la palabra clave...”

“¿Ahora ya no?”

“No...”

“¿Por qué?”

“Porque me...”

Su respuesta fue interrumpida por un estruendoso silbido que avisaba la llegada del tren de alta velocidad. Cuando este se paró, los dos recogieron sus maletas y subieron al tren, olvidándose por completo de lo que Touya había estado a punto de decir.

El viaje en tren duraba unas dos horas, que ambos aprovecharon para hablar, para dormir un poco y para compartir una revista que una mujer les había prestado. Tomoyo escuchaba la suave voz de Touya comentando sobre uno de los artículos mientras miraba como los paisajes corrían veloces a través de la ventana. El sol se iba escondiendo poco a poco bajo las montañas, aunque este aún irradiaba su luz esa tarde de verano.

Tomoyo se despertó repentinamente cuando Touya la zarandeó para despejarla, indicándole que ya habían llegado a Kioto. Bajaron del tren con sus bolsas, y empezaron a andar para coger el próximo tren, que salía en pocos minutos. Recorrieron un largo pasillo, en cuyas paredes, que un día fueron blancas, habían escritos mensajes de colores y dibujadas muchas caricaturas.

Cogieron el siguiente tren, cuyo destino maravilló a Tomoyo.

“¿Me llevas a Hiroshima?”

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19h30- Hiroshima

“Mira que bonita ciudad...”, comentaba Tomoyo mientras Touya y ella caminaban por las calles, mirando a su alrededor. Tomoyo nunca había visitado esa parte del país, al igual que Touya, así que ambos estaban igual de interesados en aquella población. Habían iniciado una conversación, hablando de la ciudad, comparándola con Tomoeda y con Tokio, fijándose en algunas construcciones que destacaban por encima de las viviendas, como el castillo de Hiroshima, o la cúpula de Gumbaku, considerada como el símbolo de la ciudad, e incluida en el llamado Monumento de la Paz, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Acababan de salir del hotel en el que se iban a hospedar. Habían dejado las maletas en su habitación, que para preocupación de la pareja, habían de compartir. La pensión tenía todas las habitaciones, que eran muy pocas, ya alquiladas, como la gobernanta que dirigía el hostal les informó.

Al entrar en la habitación, habían visto una enorme cama con el cabezal pegado a la pared. A un lado, un sofá de tres plazas, en el que Touya amablemente se ofreció a utilizar durante la noche, para descontento de Tomoyo, quien ya se había imaginado durmiendo entre los musculosos brazos del joven al ver la confortable cama.

Una puerta daba a un pequeño cuarto de baño, que pesar de sus dimensiones, tenía todo lo indispensable para ducharse y asearse.

“Y pensar que fue el escenario del primer bombardeo atómico de la historia... Las guerras nunca traen nada bueno...”

“Tienes razón. Sólo provoca dolor y muerte...”

“Mmmm...” asintió Touya. “¿Sabías que la ciudad esta asentada sobre el delta del río Ota?”

“Algo he leído...”

“El río nace en los montes Chukogu, muy cerca de aquí. De él nacen siete brazos que dividen la ciudad en seis islas que se proyectan hacia la bahía de Hiroshima.”

Estaban llegando a la costa, desde donde se podía observar el horizonte y las demás islas.

“Bueno, ahora tenemos que irnos...”, dijo Touya en tono despreocupado, agarrando a Tomoyo y abrazándola por los hombros, algo que ya parecía una costumbre en él. No que Tomoyo tuviera alguna queja... Si no podía dormir entre esos brazos, al menos los podía disfrutar mientras pasearan.

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21h00- Miyajima

“Supongo que ya habré dicho que esto es magnífico como un centenar de veces...”, exclamó Tomoyo, muy impresionada por el paisaje que podía ver detalladamente a su alrededor.

Otra costumbre de Touya, pensó Tomoyo, era la gran capacidad que tenía para sorprenderla. Touya la había llevado hasta la estación de JR de Hiroshima, y habían tomado un tren hasta Miyajima-Guchi. De allí, habían seguido las indicaciones para ir hasta el puerto, donde cogieron un ferry de Japanese Railways que los llevó hasta la isla de Miyajima.

Unos minutos después de haber disfrutado del viaje, se apearon de la embarcación y fueron recibidos por una espléndida belleza. Al fin y al cabo, aquella isla era considerada uno de los tres lugares más bellos de todo Japón. Y por lo que ambos vieron, no dudaron en ningún momento que tales palabras eran completamente merecidas.

Tomoyo miraba anonadada los cientos de árboles, de todos los colores. Y no pudo evitar una risa cuando vio como los animales andaban sueltos por las calles de aquella isla. Pasearon por los caminos, que estaban iluminados por unos farolillos, una decoración típica de la isla.

Llegaron entonces hasta el Santuario sintoísta de Itsukushima, llamado Itsukushima Jinja en japonés, famoso por la denominada Puerta de O-Tori, un monumento construido sobre el mar, cuyos pilares se escondían debajo del agua, pues la marea los había sumergido. A Tomoyo le parecía que este flotaba sobre el mar.

“Esta puerta indica la entrada al templo de Itsukushima desde la playa... Esta isla es sagrada, toda ella se considera un santuario. La isla invita a la austeridad y a la reflexión...”

Tomoyo había conseguido hacerse con uno de los libros que hablaban sobre el templo en el puerto, al llegar a la isla. Lo abrió y empezó a leer algunas partes a su compañero de aventuras.

“De la misma forma que el Monumento de la Paz, el Templo sintoísta de Itsukushima fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, además de que el Gobierno japonés ha designado varios edificios y posesiones como tesoros nacionales...

“El templo data del siglo sexto, y presenta su forma actual desde 1168, cuando los fondos fueron proporcionados por el caudillo Taira no Kiyomori. La construcción del templo, que consiste en estructuras construidas en forma de muelle sobre la bahía, es debida al estado sagrado que una vez la isla impuso. Los plebeyos tenían prohibido pisar la isla, y debían acercarse por medio de barcas, entrando por la puerta, que parece flotar. Al lado del templo hay un escenario de Noh, o drama musical japonés.

“La puerta (toori) del Santuario de Itsukishima es una de las atracciones turísticas más populares de Japón, y la vista de la puerta frente al Monte Misen es considerada uno de Los Tres Paisajes de Japón, junto al puente de arena de Amanohashidite y la Bahía de Matsushima. La puerta existe desde 1168, aunque la puerta actual data de 1875. Fabricada con madera de alcanfor seleccionada de los bosques de Miyazaki, en la Prefectura de Kyushu, la puerta mide unos dieciséis metros de alto y fue construida sobre cuatro pilares para darle una mayor estabilidad.

“La puerta sólo parece estar flotando cuando la marea es alta; cuando la marea baja, la puerta esta rodeada de barro y es accesible a pie desde la isla. Una práctica habitual de los visitantes es colocar monedas entre las grietas de los pilares de la puerta y pedir un deseo. También es muy popular recoger conchas durante la marea baja. Por las noches, unos focos iluminan la puerta.

“Mantener la pureza del templo es tan importante, que hasta 1878, no se permitía muertes o nacimientos en el templo. Hasta el día de hoy, los entierros en la isla siguen prohibidos.

“El cinco de septiembre de 2004, el templo fue dañado por el Tifón #18. El entarimado y el techo fueron parcialmente destruidos, lo que provocó el cierre temporal del santuario. Aunque ahora ha sido reabierto para el público, hoy continúa el trabajo para reparar los daños.”

Tomoyo cerró el libro, y durante unos minutos se dedicó a observar el paisaje, mirando detenidamente la puerta, y el bonito contraste que los colores, el bermellón y el negro, provocaban con el verde y marrón de la vegetación, y con el azul del mar. El sol ya se había escondido, y las luces que iluminaban la puerta de O-Tori se encendieron. Otro contraste, pensó Tomoyo, la luz reflejada en la oscuridad.

Su contemplación fue interrumpida por Touya, quien, en silencio, la invitó a pasear con ella por el recinto que rodeaba el templo. No había tiempo de visitar el santuario, pero los dos parecían contentos por haber podido observar tanta belleza.

Se detuvieron al final del paseo entarimado, mirando de nuevo hacia la puerta, y fijándose, esta vez, en las estrellas que chispeaban en el cielo.

Touya no dijo nada, pero no evitó mirar a Tomoyo durante un largo rato. La tenue luz que llegaba hasta ellos se reflejaba en los violáceos ojos, en las negras hebras de su larga melena...

Tomoyo, notando la mirada que iba dirigida solamente a ella, giró lentamente su cabeza, decorando su rostro con una leve sonrisa. Sus manos, que habían estado apoyadas sobre la roja barandilla, se apretaron más a ella.

“Gracias... Touya”

Y esas dos palabras dichas en un tierno suspiro provocaron en Touya una explosión de calor en su pecho. Y su corazón, siempre sabio, le mandó la orden de que se acercara a ella y poseyera sus labios.

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2h40- Hiroshima

El beso había durado sólo unos minutos, pero para Tomoyo parecieron escasos segundos. Sin embargo, estos fueron suficientes para que entre ellos hubiera un acuerdo tácito de abandonar el lugar.

Desandaron sus pasos hasta el puerto y regresaron a Hiroshima, donde cogieron el tren de nuevo, se bajaron en su parada, y lentamente volvieron a su habitación.

Los dos seguían caminando abrazados, disfrutando de la compañía, del calor de sus cuerpos, y del silencio de la noche.

Llegaron a la pensión, inundada por la oscuridad, y en silencio subieron hasta el segundo piso, donde se hallaba su habitación. Touya abrió la puerta con la llave, y dejó pasar a Tomoyo. Una vez dentro, cerró la puerta con cuidado, para no molestar a los demás inquilinos. Touya miró como Tomoyo, de espaldas a él, se despojaba de su chaqueta y se deshacía de los zapatos. Touya hizo lo mismo, y sin apenas darse cuenta de lo que hacía, se acercó a ella, arrimando sus cuerpos.

Tomoyo dejó escapar un suspiro, que desesperado, le comunicaba a Touya las emociones que corrían dentro de ella. Hundió su nariz en su negro cabello, y colocó las palmas de sus manos sobre los finos hombros. Una de ellas, acarició la longitud del brazo de Tomoyo, mientras que uno de los dedos de la otra se perdían bajo el tirante de la camiseta, provocando que este abandonara el hombro.

La respiración de Tomoyo se tornó superficial, sus pechos elevándose erráticamente ante el excitante contacto de Touya. Sintió, entonces, como la mano traviesa abandonaba el hombro y se perdía entre su pelo, haciéndolo a un lado para besar su cuello. El aliento de Touya, cálido e húmedo, produjo en ella un intenso escalofrío, que la recorrió de la cabeza a los pies.

Sin saber aún cómo, Tomoyo tuvo la fuerza suficiente para separarse de él y girarse para mirarlo. Unos ojos encendidos por la pasión dieron con los de ella, nublados por la misma sensación. Levantó sus brazos y rodeó su cuello, uniendo sus labios con los de Touya. El beso empezó suave y casto, pero Touya tenía otras ideas en su mente. Su lengua se hizo dueña de la boca de Tomoyo, que no pudo hacer nada más, excepto responderle de la misma forma. Sus lenguas se acariciaban con gusto, sin prisas, profundamente. Los dientes de Touya se detenían para morderle el labio inferior, consiguiendo que ella emitiera gemidos de placer.

Las manos, al igual que sus labios, no se habían quedado quietas. Las de Touya acariciaban con devoción la espalda, cintura y caderas de Tomoyo, haciendo que el cuerpo de la joven se arqueara hacia el de él, rozándolo deliciosamente. Las manos de Tomoyo hacían un camino muy parecido, disfrutando de la fuerte espalda y de las perfectas nalgas que se notaban bajo el pantalón. Era algo inevitable, pues necesitaba sentirlo bajo sus manos, así que, al llegar a la cintura, sus manos, como si tuvieran mente propia, se dirigieron hasta las redondeces, acariciándolas y apretándolas con suavidad, haciendo que sus cuerpos se unieran de forma electrizante.

Los labios de Touya se separaron de los de ella para soltar un gemido, y sus ojos, que se habían mantenido cerrados, se abrieron para observar su rostro, colmado de pasión.

“Tomoyo... oh, Tomoyo...”, los suspiros de Touya hicieron eco en el silencio. Tomoyo, al no sentir sus labios en su piel, abrió sus amatistas para mirarlo. Sus enrojecidos labios seguían entreabiertos, y su lengua, que decidió salir de la húmeda cavidad para saborear los labios, parecía pedirle a gritos que continuara catándola. Como si de un vino se tratara.

Tomoyo vio que los ojos de Touya iban volviendo a la realidad, como si aquel beso hubiera sido parte de una jugarreta de sus mentes, pero Tomoyo no lo quería así:

“Touya, por favor... Aunque sea sólo una vez... Quiero ser tuya... Sólo una vez...”, terminó en un jadeo, y enterrando su rostro bajo la barbilla del chico, quien ante aquella súplica, sumergió sus dedos en su cabellera y alzó su faz escondida para volver a besarla con lujuria.

Pudo sentir una sonrisa bajo sus labios. Una sonrisa que le decía que aquella chica... No, que aquella mujer, quería ser suya... ¿Sólo una vez? Lo dudaba...

Touya bajó sus manos por la espalda de Tomoyo, hasta llegar al borde de su camiseta, para tirarla hacia arriba, haciendo que Tomoyo elevara sus brazos, por los que segundos después pasó la tela, la cual terminó descuidada sobre el sofá.

Pronto le seguían la camisa de Touya y sus respectivos pantalones, que habían sido desprendidos con una lentitud insoportable. Ya en ropa interior, Touya se abrazó aún más a Tomoyo, sintiendo su pálida piel sobre la suya. El calor que irradiaban era el mismo calor de dos volcanes en erupción...

Como uno solo, los dos dieron pasos a ciegas hasta la cama, sin dejar de besarse ni tocarse. Cuando las piernas de Tomoyo se toparon con el colchón, ella tiró del cuerpo de Touya, que se colocaba encima de ella a medida que se recostaba sobre las sábanas. Sus cabezas no llegaban a las almohadas, cosa que no parecía preocupar a Tomoyo, Touya, en cambio, deseaba que Tomoyo estuviera cómoda, así que con un pequeño empujón, cuya presión deleitó a la joven, se arrastraron sobre la cama, hasta dar con los cojines.

Ya confortables, y sin que sus pies colgaran por el borde, Touya se acomodó entre las piernas de Tomoyo, largas piernas que enseguida se enrollaron alrededor de su cintura, acercado el centro de sus cuerpos peligrosamente. El roce del miembro de Touya, aún cubierto por la fina tela de sus calzoncillos, no evitó que un profundo gemido, combinado con un suspiro de infinito placer, se escapara de su garganta.

A pesar de que aún estaban a medio desnudar, aquel contacto produjo mil y una sensaciones en el interior de Tomoyo, quien, perdida en las inimaginables emociones que Touya le provocaba, recordó lo que su amiga le había dicho esa mañana, que una mujer sana y joven tenía sus necesidades. Dios, qué razón tenía Sakura. Pero lo que no sabía ella era que su cuerpo tuviera tanta necesidad... de Touya.

Y también, en un rincón de su mente, se instaló una pequeña preocupación...

Pero, de repente, sus cavilaciones se esfumaron al sentir que Touya se peleaba con el broche de su sujetador, que se abotonaba por delante. Las manos de Touya, que habían estado acariciando las piernas, las caderas y la cintura de la joven, se aventuraron hasta los pechos de Tomoyo, que se elevaban rítmicamente, al son de su respiración entrecortada. Los acarició lentamente, notando los duros pezones a través de la tela. Su boca compartió destino, pues sus labios se cerraron alrededor de las excitadas protuberancias sobre el sostén. Sus dedos seguían luchando para liberar los pequeños montes, y Tomoyo, compadeciéndose de él, lo ayudó a sacárselo. Tomoyo lo dirigió con sus propias manos, guiándolo, enseñándole cómo debía hacerlo. Al fin, pudo abrirlo, y Touya separó las copas del sujetador, viendo por primera vez los turgentes pechos. Tomoyo se deshizo rápidamente de la prenda, tirándola sobre el montón de ropa que se había formado junto a la cama.

Los dedos de Touya rozaron sus pezones, que se alzaban vigorosos entre los centímetros de piel cremosa y blanca. Éstos, oscuros y erectos, pedían su total atención. Los acarició en círculos, los pellizcó, rodeó las rosadas aureolas... Palmeó sus pechos por entero, jugando con ellos, tanteándolos. Un dedo siguió un camino invisible en el valle entre sus pechos, que pronto fue copiado por sus labios... y después por su lengua. Pero su boca, celosa por lo que sus dedos habían hecho con los pechos de aquella diosa, se acercó sin prisa hasta lamerlos con total entrega. Sus labios se cerraron alrededor de los pezones, succionándolos con fervor. La lengua de Touya se hizo camino entre sus labios, dejando un rastro de saliva, que viajó desde la cima hasta el valle, como cuando el agua de un río sigue su curso desde las montañas hasta el mar.

Las manos de Tomoyo descubrían nuevos territorios. Primero en sus hombros, después en su espalda, y desgraciadamente se encontró con los calzoncillos. Sus dedos, hambrientos como su dueña, se adentraron en la tela, para palpar las nalgas que tantas fantasías habían protagonizado en su mente.

Pero su inspección terminó antes de lo deseado, pues la boca de Touya había abandonado territorio montañoso para descubrir tierras más llanas. La lengua de Touya saboreó la suave y firme piel de su estómago, yendo de un lado a otro para lamer sus costados. Su boca dio con su ombligo, y Touya tuvo la extraña necesidad de hundir la lengua en él. Cuando al fin terminó, alzó un poco la cabeza para mirar el rostro de Tomoyo. Sus ojos conectaron con los de Tomoyo, los cuales transmitían deseo... y entrega.

Sin más dudas, Touya dio un paso definitivo, que le haría descubrir el recoveco más protegido de la joven. Un escondrijo que guardaba todas las reglas de la confianza, de la seducción y del placer. Un rincón que había estado escondido de la luz durante mucho tiempo, y que por fin encontraría su luz.

Poco a poco, las manos de Touya llegaron a la altura donde se encontraba su nariz, justo encima del borde de sus braguitas. Una fragancia enloquecedora e inconfundiblemente femenina llegaba a sus sentidos. Con mucho cuidado, los dedos se hicieron con la tela y tiraron de ella para recorrer sus hermosas piernas. Aquella última prenda de Tomoyo se reencontró con el sujetador.

Tomoyo apenas sabía lo que ocurría al pie de la cama, hasta que repentinamente un dedo se adentró en su intimidad. Como si una llave estuviera abriendo las puertas del cielo, pensó Touya, quien enseguida empezó a acariciarla como nunca antes la habían acariciado. Los gemidos y los jadeos de Tomoyo se intensificaban cada vez más, convirtiéndose en ahogados gritos entre los que se confundía el nombre de Touya.

Los dedos de Touya pronto desaparecieron para dejar que la lengua de Touya la saboreara por completo. Touya no podía creer lo que estaba haciendo. Nunca se imaginó que el deseo que sentía por aquella chica a la que había visto crecer, a la que había visto madurar, a la que había visto convertirse en mujer, fuera tan intenso. Nunca se imaginó que desearía hacer tantas y tan variadas cosas con y a una mujer. Pero saber que era Tomoyo aquella mujer lo embriagaba de orgullo y de un sentimiento al que tiempo atrás ya le había puesto nombre, a pesar de sus reticencias para reconocerlo en voz alta.

Ya no había gemidos ni jadeos ni suspiros... Un grito ensordecedor inundó aquella pequeña habitación. Y Touya se sintió muy orgulloso de haber conseguido tal reacción. Sólo deseaba que no fuera la primera y última vez que podía hacer llegar a Tomoyo a esas alturas.

No dejó que Tomoyo se recuperara completamente del orgasmo que había alcanzado, cuando se colocó directamente sobre ella, cada fibra de su cuerpo en contacto con el de Tomoyo, y penetró en ella. Tomoyo, al sentir la intrusión, emitió un suave gemido, sorprendida no por el dolor, sino por lo correcto que se sentía la presencia de Touya dentro de ella.

Él empezó a moverse suavemente, ayudando a Tomoyo para que siguiera e ritmo de la cadencia que componían al unísono, las piernas que Touya tanto veneraba se apropiaron de sus caderas, cambiando la posición de su embestida, haciendo que estas fueran más profundas. A Touya ese ángulo le permitía adentrarse hasta lo más profundo de Tomoyo, además de sentirla completamente bajo él, su aliento chocando con su cuello. Sintió cómo una mano de Tomoyo se agarró fuertemente a su espalda, arañándolo, mientras que otra la tenía justo en su nalga, acariciándole y animándole a que la llevara de nuevo al mismo paraíso.

Touya no la defraudó, pues, de repente, Tomoyo volvía a sentir una llama que se encendía en su bajo vientre y que, a poco a poco, se derramaba por todas partes hasta la cabeza y los pies. Sus gritos se entremezclaron con los de Touya, quien también había llegado al éxtasis.

Y allí, en un enredo de piernas y sábanas, Tomoyo y Touya se rindieron, no sólo al placer del amor, sino a los brazos de Morfeo.

Notas de la autora:
Me ha parecido que, al principio del capítulo, he usado un estilo algo diferente al que suelo ceñirme. Pero me da la sensación que el resultado ha sido positivo. Este ha sido uno de los capítulos que menos preparado he tenido... Y eso que ocurrían hechos muy importantes. Reconozco que cada una de las palabras de esta actualización las he escrito con el corazón. No quería detalles, aunque en algún momento no he podido evitar andarme por las ramas, como en el caso de la pastelería. En la escalera en la que vivo hay una, así que cada mañana, cuando voy a la universidad, y cuando vuelvo... bueno, siempre que salgo a la calle, para ser sinceros, mi mirada se desvía hasta los cristales de la pastelería, donde veo tanta delicia junta... Y mi estómago, por supuesto, dice de las suyas. Al fin y al cabo ¿quién podría resistirse ante tanto dulce?
Dulce como Touya, claro está. ¿Verdad?
Así que he tenido que añadir una inacabable enumeración de todos los dulces que venden... para alegrarle el día a Yukito. (Y el mío- a pesar de la imperiosa necesidad que mi cuerpo tiene por adelgazar un par de kilos...)
¿Qué os ha parecido la escena lemon? A mí me ha encantado escribirla. De hecho, es la escena erótica más larga que he escrito nunca. He intentado hacerla rápida pero lenta a la vez. Espero haberlo conseguido, pero eso lo dejo a vuestro parecer.
Muchas gracias a todos los que habéis perdido un par de minutos para comentar el capítulo anterior, de la misma manera que, espero, ocurra con este. Sólo unas palabras de vuestra parte, y que sean sinceras, me hacen feliz. No pido demasiado ¿verdad? A ver si consigo record de reviews, superado con creces en ‘Entre el amor y la venganza’... Puede que tenga suerte y empecéis a atiborrarme de comentarios...
Cosa que me alegraría tanto como unos mini-cruasanes de chocolate en estos momentos...
Besos,
Mery