CITAS PARA TODA LA SEMANA. Cap4 (6.10.06)
Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp. Es mío el argumento de esta historia.
Día 4: Bonsáis
Jueves 19 de junio
10h30- Mansión Daidouji
“Anoche llegasteis muy tarde...”, dijo Sakura al entrar en la amplia habitación de Tomoyo. A pesar del espacio, en el cuarto sólo había una gran cama, dos mesitas de noche a cada lado y un precioso escritorio de caoba que miraba al gran balcón que daba al jardín trasero de la mansión, un jardín repleto de flores silvestres y de grandes árboles que eran la delicia de Tomoyo en los calurosos días de verano.
“Sí, es verdad...”, contestó Tomoyo, quien no podía siquiera mirar a su amiga a la cara.
A pesar de sus escasas cualidades como observadora, Sakura percibió cierta incertidumbre en su mejor amiga. No era a la única persona a la que había visto en ese estado similar en esa mañana de junio. Su hermano, a la hora del desayuno, también había estado muy inquieto.
“Par de trasnochadores...”, bromeó la maga. “Y explica... ¿qué hicisteis anoche?”, preguntó muy interesada por saber los detalles de su cita.
“Tu hermano me llevó al Jardín Botánico de Nikko... y, por la noche, fuimos a cenar a un restaurante de Shinjuku con uno de sus clientes más adinerados...”, explicó Tomoyo, sentada en la silla de su escritorio, mirando hacia el gran ventanal.
Sus ojos estaban clavados en el pequeño cerezo que había plantado en el centro del jardín, pero éstos no veían las ramas llenas de hojas que estallaban de color, sino que seguían viendo los oscurecidos ojos de Touya... ojos oscurecidos por el inmenso placer que había sentido al rozar sus labios con los de ella.
Había revivido la misma escena como unas mil veces. Se veía a ella misma, como si su espíritu hubiera escapado de su cuerpo para verlos a ambos, sus brazos alrededor del otro, con sus bocas y sus lenguas íntimamente unidas en un instante en que nada existía excepto ellos, sumidos en el infinito placer de estar al fin juntos.
Había visto una y otra vez cómo las manos de Touya se habían vuelto muy atrevidas, acercando sus caderas con las de Tomoyo, sus cuerpos acariciándose a través de la fina ropa. Las manos de Touya abandonaron sus caderas para recorrer la figura de Tomoyo, subiendo lentamente por sus costados, aproximándose peligrosamente hasta la redondez de sus pechos. Sin embrago, Touya no se paró y continuó su viaje hasta el elegante cuello de la joven, acariciándolo cuidadosamente con las puntas de sus masculinos dedos, callosos por las horas y horas que habían pasado dibujando decenas de proyectos. Sus manos ascendieron hasta llegar a sus arreboladas mejillas, dirigiéndose hasta sus orejas, abandonándolas para enredarse en la suacidad de su largo pelo de color azabache.
Sus lenguas continuaban luchando, acariciándose mutuamente, peleándose por saber quién ganaría esa batalla.
Una batalla que, para desgracia de ambos, terminó en empate.
Un inoportuno grillo sonó cerca de ellos, interrumpiendo el silencio de la noche y los latidos de los apresurados corazones de ambos.
Se separaron, y al mirarse a los ojos, pareció como si las estrellas acabaran de estallar en el firmamento. Estallaron en mil pedazos...
Touya la había mirado con una infinita ternura, aún con sus dedos sumergidos en su cabellera. Sus labios estaban rojos e hinchados por el roce, por la pasión, por el desenfreno... y aunque quería negarlo, por el amor.
Un amor que Tomoyo pudo ver en sus ojos, había podido sentir en sus labios y había tocado al recorrer su cuerpo con sus manos.
Un escalofrío le traspasó el cuerpo, provocando que el contacto terminara. Un suspiro de desesperación que exhaló la joven se vio ahogado por un suspiro de frustración del joven.
No había palabras. No había palabras para describir lo bien que se había sentido Touya al comprobar cuán compenetrados habían estado durante aquellos largos segundos, que, no obstante, parecieron muy cortos.
Tomoyo necesitaba ser tranquilizada; necesitaba que Touya la tranquilizara diciéndole, asegurándole que no había sido la pasión del momento... que habían sido sus corazones los que habían hablado por medio de sus cuerpos.
Pero Touya no pudo pronunciar palabra alguna... y la decepción se instaló una noche más en el alma de Tomoyo, que se había ido rompiendo poquito a poco al ver que Touya no podía expresar sus sentimientos. Pensó que tal vez estaba siendo injusta, que quizá debía ser ella quien empezara a hablar... pero ella ya había dado el primer paso en varias ocasiones por lo que se refería a su relación... a su posible relación.
Decidió que, si algo tenía que ocurrir, que fuera Touya quien lo iniciara... porque ella estaba ya cansada por tantos intentos funestos. Se dijo que ya era hora que Touya se diera cuenta de lo que podía perder si no era capaz de expresar lo que sentía por ella, fuera lo que fuera. Pero que se lo dijera de una vez.
Estaba cansada de esperar...
“Estoy cansada, Touya...”, había dicho Tomoyo, abriendo la puerta principal de la gran mansión. Y sin mirar atrás, añadió: “Buenas noches...”
Y cerró la puerta a sus espaldas. Y abrió camino a sus lágrimas...
“Le besé... o quizá fue él quien me besó. O puede que fuéramos los dos... que una fuerza nos atrajera, haciéndonos actuar de esa forma, atendiendo a nuestros impulsos...”, le dijo Tomoyo a su amiga, mirando aún por la ventana. Las lágrimas que había derramado la noche anterior no se habían secado. “Y eso es lo que más miedo me da... Que sólo fuera un impulso, un deseo pasional que Touya quería experimentar en esos momentos, creyendo que tal vez no tuviera otra oportunidad... Temo que no fuera más que un beso en ese instante... Temo que no fuera su corazón el que hablara... No quiero volver a pasarlo mal, Sakura... No quiero volver a entregar mi corazón y que me lo hagan añicos... No quiero...”, un sollozo desgarró su voz llorosa, su cuerpo arqueándose para esconder su rostro humedecido en sus manos... “No quiero que me vuelvan a partir el corazón... otra vez no...”
Las lágrimas no cesaron, pero los brazos de Sakura acunaron su tembloroso cuerpo hasta que dejaron de caer.
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13h30- Restaurante Ojami
Touya pensaba que había sido un cobarde. Un cobarde que no era capaz de responder a los llamados de dos corazones: el suyo y el de Tomoyo, que tan necesitado de amor estaba.
Y Touya quería hacerlo... de verdad que quería. Quería darle a Tomoyo todo aquello que no había podido experimentar en su infancia: el amor de verdad, sincero y sin limitaciones.
Y una idea cruzó su mente... Una gran idea que podría demostrarle a Tomoyo lo mucho que le importaba. Sí, ya lo tenía decidido...
Cumpliría uno de los sueños de la mujer de sus sueños...
Pero tenía mucho que planear. Debería encargar los billetes, debería llamar a su amigo para hacer las reservas, debería hablar con Sakura para asegurarse de que ese era el lugar al que Tomoyo deseaba ir… Muchos ‘debería’.
Como debería haberle dicho a Tomoyo lo que en realidad sentía la noche anterior. ‘Cobarde, cobarde, cobarde…’ no dejaba de repetir en su mente.
Pero, una vez más, sus inseguridades habían tomado posesión de su cuerpo, impidiéndole confesar sus más profundos sentimientos hacia la joven…
“No quiero que me vuelvan a hacer daño…”, dijo Touya a sus acompañantes durante la comida, Yukito y Nakuru, una vez relatado todo lo que aconteció en su tercera cita. Después de una mañana llena de trabajo, los tres habían decidido ir a comer juntos a su restaurante favorito, que se hallaba muy cerca de sus oficinas. El dueño del establecimiento había sido cliente suyo hacía un par de años, cuando este pidió los servicios de Yukito para decorar el interior del restaurante. Los esfuerzos del interiorista habían dado muy buenos frutos, porque eran muchas las veces que no había apenas sitio para comer. Las colas, por las noches sobre todo, daban la vuelta a la esquina.
“Lo que ocurrió, Touya, pasó hace muchos años…”, le dijo Yukito, que se estaba tomando su sopa, a pesar del calor que hacía en la calle. “Entiendo que aun estés resentido, pero sabes de sobra que Tomoyo nunca te haría algo como lo que te hizo ella…”
“¿Por qué no podemos decir el nombre de ‘ella’?”, preguntó Nakuru, quien hacía relativamente poco que se había enterado de toda la historia relacionada con ‘ella’. Al fin y al cabo, Nakuru conocía a dicha ‘ella’, pero nunca había sabido la verdad de la relación amorosa que Touya y ella habían compartido años atrás… muchos años atrás…
“Porque no es agradable recuerdo para mí, vuestro amigo, que en estos momentos está pasando por una grave crisis sentimental…”, respondió Touya malhumorado. “Si es que se puede llamar ‘crisis sentimental’, porque ni Tomoyo ni yo hemos aclarado lo que somos el uno para el otro…”, añadió en un murmullo, para después llenarse la boca de su deliciosa comida.
“Creía que tenías una semana para conoceros e intimar, y que luego ya responderías a esa cuestión…”, dijo Nakuru, bebiendo un sorbo de su agua. “¿No fue ese el trato al que llegasteis?”
“Sí… pero…”, Touya dijo con la duda manifestándose en sus palabras.
“¿Pero qué, Touya?”, espetó Nakuru. “No te machaques tanto por lo que ha pasado… Tus sentimientos por Tomoyo han estado, están y estarán ahí… Lo único en que debes pensar es en pasártelo bien con esa ricura de mujer… Tomoyo es una gran persona, y ella nunca te haría sufrir… Se le ve de lejos lo que siente por ti… Lo que yo no entiendo es cómo no te has podido dar cuenta antes, puesto que tú eres un gran observador…”
“Los problemas del corazón, cariño, a veces nos nublan la cabeza… ¿no es verdad?”, preguntó Yukito a su novia, quien le miró a los ojos con una amplia sonrisa.
“Tienes razón…”, contestó dándole un pequeño beso en su mejilla. “Pero a todo el mundo le llega el momento de despejarse… y descubrir lo que en realidad siente…”, dijo calmadamente, dirigiéndole una mirada que decía mucho a Touya.
“Es el momento de despejarme…”, sentenció el joven. “Supongo que eso significa que se lo debería contar a Tomoyo…”
Ninguno de sus dos amigos respondió a esa sugerencia. Y Touya supo que la decisión era suya. Podía hacer dos cosas: no decirle nada a Tomoyo y que ambos siguieran sufriendo por lo ocurrido tiempo atrás o confesar sus más oscuros sentimientos.
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18h15- Oficina Arquitectos Toukito
Tomoyo aún no sabía de dónde había sacado las fuerzas para presentarse en la oficina de Touya aquella tarde. Sakura había sido de gran ayuda por la mañana, después de derrumbarse ante su amiga.
Las lágrimas que había derramado habían sido como un exorcismo que necesitaba desde hacía tiempo. Los recuerdos de lo sucedido seis años atrás no habían desaparecido completamente de su corazón, a pesar de haberlos superado. Sin embargo, sólo con pensar que podría volver a sucederle lo mismo, esta vez con Touya, provocaba en ella una sensación de desesperación. No podría soportarlo, se decía a ella misma, si su corazón volvía a romperse en mil pedazos después de otro rechazo.
¿Qué le estaría pasando en la cabeza el día que sugirió a Touya que empezaran a salir juntos?
Si desde el principio ya tenía dudas… ¿cómo iba a ser capaz de eliminarlas en sólo una semana?
Sin tener en cuenta el miedo que corría desenfrenado por su cuerpo, Tomoyo dio un paso decisivo en su relación con Touya. Sí señor, abriría la puerta de las oficinas Toukito.
Una vez dentro, Tomoyo se encontró con la siempre sonriente secretaria, Nakuru. Su presencia le hacía recordar muchas cosas desagradables…
“Buenas tardes, Nakuru… ¿se encuentra Touya?”, preguntó Tomoyo a la pizpireta mujer.
“Por supuesto, Tomoyo… ¿quieres que te anuncie?”
“No hace falta… lo haré yo misma.”, dijo Tomoyo.
Aquel comentario, por supuesto, escondía otro significado: ‘Prefiero anunciarme yo sola por si acaso a Touya no le apetece verme… Así me ahorraré la vergüenza de un rechazo en público…’
Con pasos que parecían firmes, pero que en realidad se daban con gran nerviosismo, Tomoyo se acercó a la puerta del despacho de Touya. En la puerta le daba la bienvenida una pequeña placa con una inscripción: ‘Touya Kinomoto, Arquitecto’.
Aún se acordaba del día en que la oficina fue abierta, hacía aproximadamente cuatro años atrás. Tomoyo había sido invitada, por supuesto, como una más de la familia. Touya se había mostrado muy alegre la noche de la inauguración, celebrándolo junto a Yukito, su hermana y su padre. Ella había observado al joven paseándose por toda la sala, saludando a todos los presentes, besando los nudillos de las mujeres, agitando las manos de sus colegas de la universidad…
Ella se había sentado en una de las sillas que había cerca de la mesa de los canapés, obra de una de las empresas de catering que la misma Tomoyo le había recomendado al hermano mayor de su mejor amiga en una ocasión. Se sorprendió de que Touya recordara aquel detalle.
De pronto, sintió una presencia a su derecha, en la silla que había permanecido vacía durante toda la velada. Touya se había acomodado a su lado, y la miraba expectante.
“¿Qué te parece?”, le había preguntado, señalando a su alrededor.
“Es una oficina preciosa…”, dijo sinceramente. “Espero que cosechéis muchos logros entre estas cuatro paredes…”
“Lo mismo digo…”, respondió con una sonrisa, acercándose más a ella.
“¿Cuál será tu despacho?”, preguntó Tomoyo, mirando las dos puertas abiertas que había a cada lado de la sala. Se había percatado de la proximidad del cuerpo de Touya, y eso la ponía muy nerviosa. Últimamente su cuerpo respondía de una forma muy curiosa cuando se encontraba cerca de Touya.
“Aquella”, dijo Touya, mostrándole la puerta de la izquierda. “Tengo que hacerme una place que lo anuncie adecuadamente.”
Ella sonrió, mirándolo por primera vez en los ojos aquella noche. Suspirando, le dijo:
“Ese será mi regalo…”
Y ése fue el regalo que Tomoyo le dio a Touya una semana después. Tomoyo se había esmerado mucho en buscar una tienda que se dedicara a hacer esas placas, a buscar un diseño sencillo pero formal, sin ser aburrido, para que todos los clientes de Toukito pudieran leer aquellas tres palabras al entrar en su despacho.
Y ahora era ella quien las estaba leyendo, y esas tres palabras provocaron en ella un galimatías de emociones en su interior.
Cogió aire, y decidió que ya era hora de encararse a lo inevitable. Dio dos golpecitos en la puerta de madera y esperó a que la inconfundible voz de Touya Kinomoto, Arquitecto, le diera permiso para entrar.
Se lo encontró sentado detrás de su gran mesa, revisando un proyecto escondido en un mar de papeles. Cuando Tomoyo cerró la puerta al entrar, al fin Touya alzó su cabeza para ver quién era. Al verla, no dijo nada, sólo sonrió débilmente, mientras la observaba de arriba abajo.
“¿Quieres sentarte?”, le preguntó.
“No…”, respondió agitando su cabeza levemente de un lado a otro. “No… De hecho, venía para saber si habías terminado de trabajar…” Él la miró extraño. “Tenemos una cita… ¿recuerdas?”, le dijo algo incómoda. “Hoy es mi turno… pero si no quieres…”
Touya no le dejó terminar con aquella frase.
“Claro que quiero… sólo que…”, se levantó de su silla y colocó sus manos en su cintura, mirando la superficie de su mesa, llena de hojas, cuadernos y libros. Alzó su rostro y la miró fijamente. “Si me esperas dos minutos, termino con esto…”, dijo levantando un informe muy fino “… y nos iremos adonde tú quieras.”
Tomoyo le sonrió, asintiendo a la vez. Se dio la vuelta hacia la puerta y dijo:
“Entonces… te espero fuera. Estaré con Nakuru…”
La espera no fue muy larga porque apenas tres minutos más tarde, Touya salía de su despacho, con su maletín en una mano, y desabrochándose el nudo de la corbata con la otra.
Tomoyo se levantó de la silla que había ocupado mientras hablaba con Nakuru, se despidió de ella y salió de la oficina despidiéndose de ella. Siguió a Touya hasta la calle, donde él le los hombros rodeó con su brazo.
“¿Adónde vamos?”
“Deja que te lleve…”, le contestó con una sonrisa algo forzada, pues Tomoyo no podía más que sentirse incómoda ante la cercanía y el contacto de Touya.
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18h35- Templo Tsukimine
Diez minutos más tarde estaban en las puertas que daban al Templo Tsukimine. En uno de los paneles informativos, Touya pudo ver un gran cartel que anunciaba la exposición de arreglos florales aquella tarde en uno de los recintos cubiertos del templo.
“¿El Templo Tsukimine?”, preguntó Touya algo desconcertado, mientras leía el gran cartel, con Tomoyo a su lado.
“¿No te apetece?” preguntó Tomoyo. Touya se dio cuenta de que la muchacha se había molestado. Intentó contestar, pero Tomoyo lo venció: “No hace ni quince minutos que te dije que si no querías, no salíamos… ¿Por qué no me dices de una condenada vez qué es lo que quieres, Touya?”
Tomoyo se había apartado de él, separando sus cuerpos tanto como le fue posible. Touya agradeció que, en ese momento, nadie hubiera pasado por su lado. No le habría hecho mucha gracia si algún conocido o cliente le hubiera visto peleándose con una mujer en la entrada de un recinto sagrado.
Tomoyo tenía unas enormes ganas de echarse a llorar. Es más, sus ojos se habían humedecido incontrolablemente al exigirle a Touya una respuesta.
“¿Qué es lo que no te gusta de mí?”, quiso saber la joven. “Sé que soy joven, sé que no soy lo suficientemente madura para ti, no trabajo… aún…”
“No es eso Tomoyo…”
“¿Entonces por qué evitas ‘esto’”
“No lo evito…”
“Sí que lo haces.”, escupió Tomoyo. La joven se dio la vuelta para irse del templo, pero Touya la retuvo agarrándola de un brazo.
“Es verdad… sí que lo hago… ¿Y sabes por qué?”, preguntó, su voz subiendo de tono también. “Porque tengo miedo… Tengo miedo, Tomoyo…”
Una carcajada amarga de Tomoyo hizo que Touya le dirigiera una mirada de desconcierto.
“¿Y te crees que yo no tengo miedo?”, sollozó.
Unos segundos transcurrieron en silencio mientras los dos se clavaban las miradas. Fue Tomoyo quien lo rompió, suspirando y bajando la cabeza, sintiéndose derrotada.
“Quiero ir a ver la exposición…”, dijo Tomoyo, con la voz rota por el desánimo.
“¿A qué estamos esperando?”, dijo Touya suavemente, tendiéndole su mano para que Tomoyo se la cogiera. Cuando ésta accedió, él tiró de su brazo y la acercó a él, abrazándola fuertemente mientras iban hacia la exposición.
Cinco minutos después, y con una Tomoyo más calmada, los dos jóvenes se pasearon por el recinto, repleto de flores y plantas de todo tipo y color, de formas variadas y de diferentes tamaños.
Una voz que procedía de una pequeña plataforma al fondo de la sala, interrumpió su visita. Delante de la mujer, ya entrada en años, había un montón de sillas de plástico colocadas.
“Por favor, señoras y señores, si les apetece saber más sobre los arreglos florales o los bonsáis, siéntense, que en pocos minutos les vamos a ofrecer una breve presentación…”
“¿Tomoyo, quieres que nos quedemos a oírla?”
“Me encantaría”, respondió Tomoyo con una tímida sonrisa, mientras Touya la llevaba aún bien pegada a su costado. Se sentaron en la última fila juntos y observaron como los demás asistentes ocupaban las pocas sillas que había.
“Buenas tardes y bienvenidos al Templo Tsukimine. Hoy vamos a dedicar esta presentación para hablar de los arreglos florales y de los bonsáis, que han podido visitar o que visitarán más tarde, expuestos en la sala. Además, también hablaremos de los jardines. Si les parece, empezaremos con los arreglos florales…”, dijo la conferenciante, señalando a un lado de la sala. “Bien, los arreglos florales en Japón son conocidos como Ikebana, que significa ‘flor viva bien colocada’, aunque también se los denomina Kado, cuyo significado es ‘el camino de las flores’. Se trata de la composición de motivos decorativos mediante flores, aunque también se utilizan ramas, hojas, frutos y semillas para su elaboración.
“El principal propósito de los Ikebana es estético, sin embargo, también se utilizan como método de meditación, ya que está conectado con el flujo de las estaciones y ciclos de la vida. Los arreglos florales se convierten en un acto de reflexión, dedicado al paso del tiempo, ya que estas obras son efímeras. El origen de este arte, de más de 500 años de historia, fue religioso, pero actualmente se ha exportado a todo el mundo, y se ha convertido en una especie de hobby de la clase alta europea y norteamericana.
“A continuación, profundizaremos en la historia de este arte. Los primeros arreglos florales en Japón fueron realizados por monjes budistas, en el siglo VI d.C., para adornar los templos. En el período Heian, que ocupa desde el año 794 hasta el 1192, se hicieron populares los arreglos florales por motivos no religiosos. Más adelante en el período Kamakura, desde 1192 hasta 133, se popularizó la construcción, dentro de un cuarto al que se denomina zashiki, una especie de nicho, o Tokonoma, donde se colocaban un arreglo floral, incienso y una vela. Debido a la estrechez del nicho, los arreglos florales se hicieron para ser vistos sólo de frente.
“Durante los siglos XIII al XV, los aristócratas y los monjes participaban en competencias de arreglos florales en el festival de Tanabata, que se conoce como la festividad de las estrellas en Japón y se celebra el 7 de julio. En esa época, el principal maestro de arreglos florales se llamó Ikenobo Sengyo. Luego, en el siglo XVI, se crearon reglas precisas y complicadas para los arreglos florales en el llamado sistema Tatehana. Este daría paso al estilo Rikka establecido por la escuela de Ikenobo.
“El estilo Rikka era usado para ocasiones ceremoniales. Surgió un estilo menos formal y complicado llamado Nageire, preferido por la gente común. Muchas escuelas de Ikebana aparecieron durante el período Edo, entre 1603 y 1868. En 1820, la escuela de Ikenobo, a partir del estilo Nagerie estableció el estilo Shoka que era de nuevo un estilo ortodoxo.
“Durante el período Meiji, comprendido desde 1868 hasta 1912, los estilos de la escuela Ikenobo se consideraron muy estáticos y conservadores. Muchos maestros de Ikebana, influenciados por la cultura occidental, trataron de modernizar el arte del arreglo floral. Surgieron estilos modernos de arreglos florales como el Moribana, principalmente durante el período Taisho, de 1912 hasta 1926. Después de la Segunda Guerra Mundial apareció el estilo libre de Ikebana.
“En 1977, el director de la escuela Ikenobo dividió el estilo Shoka en dos: el Shofutai que es tradicional y el Shimputai que es más libre y expresivo. Y de la misma forma fue dividido el Rikka, el estilo de Ikebana más formal y tradicional, en 1999.”
La conferenciante hizo una pequeña pausa para beber de una botella de agua, y empezó de nuevo su discurso, esta vez señalando al otro lado de la sala.
“El bonsái es el arte de cultivar árboles y plantas, reduciendo su tamaño mediante diversas técnicas, como la poda, modelando su forma para crear un estilo que nos recuerde una escena de la naturaleza.
“Este arte tiene su origen en China aproximadamente dos mil años atrás, como objeto de culto para los monjes taoístas, quienes lo consideraban el símbolo de la eternidad, representando un puente entre lo divino y lo humano, el cielo y la tierra.
“Durante siglos, la posesión y el cuidado de los bonsáis estuvo ligado a los nobles y a las personas de la alta sociedad. Tradicionalmente, aquellos que podían conservar un árbol en maceta tenían asegurada la eternidad. Así fue como los monjes disponían los árboles pequeños en vasijas a lo largo de las escaleras de los templos y hasta eran fuente de adoración.
“En el sur de China, el arte del bonsái consistía en transmitir todas las características de un árbol desarrollado en la naturaleza a un árbol pequeño cultivado en maceta. Se buscaba reproducir estos árboles según los existentes en las altas montañas, por lo cual utilizaban sólo especies que existían en los montes y que ya poseían formas especiales en su intensa lucha contra las adversidades climáticas.
“Fue importado a Japón hace unos 700 años, hacia el siglo XIII, donde evolucionó al arte actual. Desafortunadamente, muchos de los especímenes más antiguos desaparecieron durante la segunda guerra mundial.
“Un bonsái no es una planta genéticamente empequeñecida. Se mantiene pequeña mediante numerosas técnicas, y muy variadas, pero básicamente, hay que saber controlar su crecimiento mediante la pode proporcional de las raíces y las ramas. Un bonsái mantenido correctamente sobrevivirá el mismo tiempo que un árbol normal de la misma especie. No obstante, el bonsái necesita muchos cuidados, por lo que un bonsái mantenido de forma inapropiada probablemente morirá.
“El bonsái es, hoy en día, un arte muy extendido por todo el mundo, y muy apasionante para sus aficionados. Existen, en muchas poblaciones, asociaciones dedicadas a los bonsáis. Así que si, alguno de ustedes es un gran apasionado a este arte, podemos darle información sobre algunas de las asociaciones más conocidas.
“Si están interesados en visitar alguna colección, de las abiertas al público, aquí en Japón, cerca de Tokio, en la ciudad de Omiya, hay una villa de artesanos de bonsái y estilistas. Se llama Villa Omiya Bonsái, donde hay más de media docena de criaderos de bonsái, más de 10.000 bonsái de todo el mundo. Y en China, pueden visitar los Jardines Botánicos en Beijing, Shangai y Suzhou.
“Por último, hablaremos del jardín japonés. También se trata de un arte importado de China, pero perfeccionado y depurado en Japón, por lo que, actualmente, es muy fácil distinguir entre un jardín japonés y un jardín chino.
“En Japón, el propósito de estos jardines es recrear un espacio natural, haciéndolo estéticamente perfecto, además de práctico para su uso. Nunca se intenta exagerar los efectos: no se utilizan muchas flores, se usa una gama de colores muy restringida y se juega con la luz natural.
“El jardín japonés forma parte integrante de la tradición en las casas privadas de Japón, en la vecindad de los parques de las ciudades, en los templos budistas o capillas sintoístas, y en lugares históricos tales como viejos castillos. Muchos de los jardines japoneses más famosos en Occidente, y así mismo dentro del propio Japón, son los jardines Zen. La tradición de la ceremonia del Té ha generado jardines japoneses refinados en un grado sumo de cualquier otro estilo, que evocan la simpleza rural.
“Un jardín típico japonés contiene varios de estos elementos: agua, una isla, un puente, una linterna de piedra y una casa de té o un pabellón.
“Estos jardines pueden encuadrarse dentro de los siguientes dos estilos: de paseo, para verlos desde un sendero; de aposento, para contemplarlos desde un lugar, como una tsuboniwa, o casa de madera tradicional.
“Como curiosidad, muchos templos Zen elaboran un jardín en el estilo denominado ‘paisaje seco’, karesansui en japonés. No tienen agua, pero evocan la sensación de este elemento de la naturaleza, usando piedras y gravilla o arena. Se escogen rocas de formas intrigantes, musgo y arbustos. Uno de los templos Zen más conocidos es el jardín de Ryoan-li, en Kyoto.
“Otros jardines también utilizan el bambú, plantas de hoja perenne, como el pino negro japonés, árboles de hoja caduca, y helechos. El estilo llamado ‘paisaje prestado’, o shakkei, es una técnica de los jardineros japoneses para hacer parecer que los jardines pequeños son más espaciosos. Se plantan arbustos que tapen la vista de las estructuras próximas, obligando a fijarse a la lejanía, hacia las montañas, y pensar en ellas como parte integrante del jardín.
“En definitiva, podríamos decir que, en el jardín japonés, se intenta disimular la obra de un artista.”
La conferencia terminó en ese momento, al despedirse la oradora de los presentes y ofreciéndoles información sobre las asociaciones de bonsái, sobre los parques botánicos y sobre los templos Zen donde visitar los jardines japoneses.
Tomoyo y Touya se quedaron sentados hasta que la mayoría de los asistentes abandonaron la sala. Había pasado más de una hora desde que la presentación había empezado, y los dos se habían quedado muy sorprendidos al conocer tantos detalles sobre el arte floral japonés.
“Seguro que a Yukito le hubiera gustado venir a escucharla…”, comentó Tomoyo, quien miraba muy interesada a su acompañante.
“Yo también lo creo… He aprendido muchas cosas nuevas…”
“Había muchas que ya me las conocía…”, le dijo Tomoyo, mientras se levantaba de su silla. Touya la siguió y juntos abandonaron el lugar destinado a la charla para dirigirse hacia la zona con los Ikebana y los bonsáis expuestos, ya que no les había dado tiempo de acabar de verlos. “Mi madre es una gran apasionada de los bonsáis, pero como no tiene tiempo de cuidarlos… se lo encarga al jardinero. Es un gran conocedor de los secretos de la poda, el transplante, el riego… y todo lo relacionado con el cuidado de los bonsáis.”
“¿De verdad? A lo mejor Yukito podría ir a verle para que le diera algunas lecciones…”, bromeó Touya.
”Estoy seguro que al señor Michita no le importaría…”, le aseguró Tomoyo. “De pequeña, mi madre me apuntó a clases de Ikebana… sólo asistí un año…”, le confesó. Los dos iban caminando lentamente entre las flores, las plantas y los árboles en miniatura. “Me gustaba… pero a mi madre, al final, le pareció una pérdida de tiempo… aunque había sido ella quien me había obligado…”
“¡Qué mujer tan contradictoria!”, exclamó Touya, viendo a Tomoyo asentir. “Mi madre no me apuntó a clases de flores…”, empezó a decir Touya, riéndose. “…pero me dio algunas lecciones de piano… Cuando murió, mi padre me preguntó si querría seguir aprendiendo… Yo dudaba, pero mi padre me convenció de que hiciera algo para no olvidarla nunca… Y el piano es lo que me mantiene unida a ella…”
“Porque ya no puedes verla, ¿verdad?”, le preguntó Tomoyo.
“No… desde que le entregué mis poderes a Yue… Ya no veo a mi madre, salvo en ciertas ocasiones, que se me aparece para decirme que Sakura, Shaoran y tú estáis en algún peligro…”, se rió.
Tomoyo se unió a las risas.
Terminaron de ver la exposición y salieron de la sala para pasear por el templo. Se dirigieron al gran cerezo sagrado, donde se quedaron de pie, mirándolo.
“Este lugar me trae malos recuerdos…”, empezó a decir Tomoyo. “Creo que debería contártelo…”, le dijo a Touya, girándose para mirarlo fijamente. “Cuando tenía catorce años… me enamoré de un chico…”, confesó. “Perdidamente enamorada, se podría decir… Lo encontraba un hombre enigmático, encantador, sencillo, sincero… pero él amaba a otra mujer… Yo sólo tenía catorce años, por Dios…”, añadió riéndose tristemente. “Ahora sé que aquello no fue más que un enamoramiento de adolescente, ya sabes… El primer amor, que no es correspondido…”
“Te entiendo… a mí este lugar también me trae malos recuerdos… Aquí es donde conocí a Kaho… Aquí me enamoré de ella y aquí me dejó… Me dijo que, la próxima vez que nos viéramos, ella estaría con otra persona… y que yo sentiría algo especial por otra persona…”, dijo mirándola a los ojos. “Lo superé… al final. Aunque me costó mucho… Es por eso que tengo miedo… Tengo miedo de volver a enamorarme y de volver a quedar destrozado… ¿Es por eso que tú también tienes miedo, verdad, Tomoyo?”, preguntó Touya suavemente. Ella asintió. Touya se armó de valor e intentó encontrar las palabras adecuadas para tranquilizar a esa mujer, expresándole lo que sentía sin tener que decir las palabras exactas: “Siento que me podría perder en ti, Tomoyo… pero necesito tiempo…”
“Te entiendo… ¿Te sorprendí mucho el otro día cuando te dije que me gustabas?”, interrogó la joven con las mejillas ardiendo por la vergüenza.
“Sí… A lo mejor tú has tenido el tiempo suficiente para madurar esos sentimientos… Y aunque no puedo negar que también siento algo especial por ti… m corazón me dice que no puedo ceder… Aún no.”
A Tomoyo se le escaparon un par de lágrimas, que el mismo Touya se encargó de secar con sus grandes manos, acariciándole su mejilla.
“Fue ese muchacho inglés… Eriol Hiragizawa, ¿verdad?”, preguntó Touya, acunando su barbilla. “Eriol… te enamoraste de él… Y él no te correspondía porque estaba… está enamorado de Kaho…”
“Sí…”, sollozó Tomoyo. “Pero yo ya no lo quiero a él…”
“Lo sé…”, contestó Touya con una sonrisa. Se acercó a Tomoyo y le besó la frente, aproximándola a él, abrazándola como si no hubiera un nuevo día. Olió el aroma que desprendía el pelo de Tomoyo, escondiendo su nariz entre las finas hebras de color ébano. Cuando Tomoyo se calmó, se separaron unos pocos milímetros, y la mirada de Touya se fijó en uno de los caminos de arena que se perdían entre aquellos árboles centenarios. “¿Nos vamos al lago?”
Tomoyo aceptó encantada, y los dos empezaron a andar por el camino. Al llegar al lado, ya había oscurecido casi por completo, así que decidieron sentarse sobre unas rocas para observar la puesta de sol, que podían ver a través de los grandes árboles. De repente, a Tomoyo le apeteció mojarse los pies, y no dudó en sacarse sus sandalias, aún sentada al lado de Touya, desprenderse de su bolso y de su chaqueta, y acercarse a la orilla del lago, donde dejó que las puntas de sus pies se mojaran con el agua, fría pues apenas le tocaba el sol durante el día.
Touya se la quedó mirando, ensimismado por la belleza que se escondía en su interior, y que poco a poco iba descubriendo, además de la belleza que irradiaban sus ojos, sus sonrisas, la luz de su pelo, el contorno de su estilizada figura…
Y notó cuando su corazón empezó a palpitar desbocado, como un caballo libre por el monte, descubriendo por fin lo que tanto tiempo le había estado escondido.
Tomoyo se giró, con una gran sonrisa en sus labios, y le preguntó traviesa:
“¿No vienes?”
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21h30- Restaurante Fusima
Cerca del templo Tsukimine, se encontraba uno de los restaurantes favoritos de Tomoyo. La sorpresa de Touya fue que no era ni lujoso, ni caro… Era un restaurante normal y corriente, cuyo dueño Tomoyo conocía por el nombre.
Tomoyo pidió una sala privada, pues no quería encontrarse con ningún conocido. Así mismo se lo dijo a Touya, quien accedió, dándole la razón. Además, él tampoco quería que nadie lo viera. Prefería estar a solas con esa maravillosa mujer.
A Touya le gustó mucho, otra sorpresa para él, cuando Tomoyo le preguntó si le importaba que ella pidiera por él. Le pidió que le dijera si había algo que no le gustara o a lo que fuera alérgico.
Cuando el mismo dueño vino a preguntar qué iban a cenar, Tomoyo pidió dos raciones de sashimi (de dorada y de sepia), dos de sushi (acompañado por salsa de soja y de washabi), una de arroz, una de fideos, dos de sopa miso, una de sukiyaki y una de tempura.
“Nos hartaremos de comer”, dijo Tomoyo cuando el dueño había salido de la sala.
“De eso estoy seguro… Al fin y al cabo, tú tienes un apetito voraz…”
“¿Eso te incomoda?”
“La verdad es que me parece encantador…”
“Lo bueno es, que por mucho que coma, no engordo…”
“¡Qué suerte tienes!”, exclamó Touya riéndose.
“Tú también comes mucho y no engordas… Touya, estás muy bien.”, dijo con un tono de voz que no admitía reproche, pero al darse cuenta de lo directa que había sido, Tomoyo se puso roja.
“Esta noche no pienso permitirte que bebas sake, Tomoyo…”, bromeó Touya.
Al decir eso, a los dos se les pasó por la cabeza lo que había ocurrido la noche anterior. Ambos se miraron fijamente, y Tomoyo se mordió el labio.
“Más te vale que no me lo permitas…”, susurró Tomoyo, y no pudo decir más, poruq los labios de Touya se habían unido a los suyos…
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23h45
El beso, según Tomoyo, había sido magnífico…
Pero no había sido tan magnífico haberlo interrumpido porque el camarero venía con su cena. Durante el resto de la velada, ninguno dijo nada sobre el corto beso que se habían dado, y mucho menos el apasionado ósculo de la noche anterior, que a pesar de los efectos del alcohol, a Tomoyo también le había parecido magnífico, por supuesto.
A esas horas de la noche, Tomoyo y Touya caminaban muy juntos, pero sin apenas tocarse, por las silenciosas calles de Tomoeda. Como todas las noches, y como buen caballero, Touya volvía a acompañarla hasta su casa.
Guardaría aquella noche en uno de los rincones de su mente dedicado a, como Tomoyo lo llamaba, ‘Memorias imborrables”, pues había sido una cena con buena comida y buena compañía. Además de con buen beso.
No le había gustado mucho que Touya pagara cuando le tocaba a ella, pero no había podido negarse… Tampoco le hubiera gustado al dueño del restaurante que una de sus mejores clientes montara una escena por quien se encargaba aquella noche de la cuenta.
Tomoyo era una consumada feminista, como su madre, pero sabía valorar los detalles que un hombre se esforzaba a hacer para impresionar a una mujer, aunque Touya debería haber sabido que no hacía falta ninguna estratagema para impresionarla a ella. Al fin y al cabo, la presencia de Touya ya era del todo impresionante.
Y así era como la noche llegaba a su fin.
Ya en la puerta, como cada noche, Tomoyo se despidió de Touya hasta el día siguiente, pero él no la dejaba marchar aún.
Touya tenía una pregunta muy importante que hacer, y estaba algo nervioso. No quería que ella se lo tomara de la forma equivocada.
“¿Te apetece hacer una escapadita este fin de semana?”
Notas de la autora:
¡SÉ QUE CORTÉ EN LA PARTE MÁS INTERESANTE!
En este y en el capítulo anterior… pero es que una tiene que mantener el suspense….
El capítulo ha empezado algo triste, ¿verdad?
Uno de los reviews que recibí en el capítulo anterior decía que al fin Touya y Tomoyo avanzaban bien en su relación, pero era todo lo contrario lo que iba a ocurrir en este capítulo. Sus corazones aun están heridos por relaciones pasadas... Espero haberlo aclarado, Antotis.
Y, Andreaeb182, siento que la aparición de Eriol y de Kaho no haya sido lo que seguramente estabas esperando.
Por lo de Sonomi... Sonomi siempre será Sonomi. ¿Qué más puedo decir sobre ella?
¿Me he sobrepasado con la conferencia sobre el arte floral japonés? Espero que os haya gustado y que hayáis aprendido un montón de cosas nuevas… Os aseguro que yo lo hecho. Si queréis la verdad, esa charla ‘apareció’ de la nada, sin previo aviso. Fue como por arte de magia, porque en mis notas no estaba preparada una exposición de flores con conferencia incluida, pero al empezar a buscar y rebuscar información… Había tanta y quería ponerla… Os diré las fuentes en el capítulo final…
Me alegra mucho saber que estáis aprendiendo cosas nuevas con esta historia. Cuando termine, os diré cuales han sido mis fuentes de información, y os recomiendo que visitéis la sección de imágenes de Google y busquéis fotos de algunos de los lugares que han aparecido y los que aparecerán. No lo lamentaréis.
Sé que alguno/as ya lo habéis hecho.
¿OS HA GUSTADO?
Por favor, decid que sí, porque me he pasado toda la tarde escribiendo… En seis horas he escrito catorce páginas… sólo para que pudierais tener algo con que disfrutar este fin de semana…
¿Qué será lo que Touya tiene planeado para los dos? Y lo más importante ¿adónde irán?
Una escapada un fin de semana… Mmmmmm… Y estarán solitos…
Y os aviso que tengo que subir el rating para el próximo capítulo, jijijijiji….
Muchos besos, y dejadme un montón de reviews… Porque me estoy esforzando mucho con esta historia, incluso más que con ‘Inesperado y perfecto’ y los reviews que me habéis mandado me saben a poco…
¡POR FAVOR, UN REVIEW!
Aunque sólo sea para decirme... ¡Hola!
A mí me queda por decir… ¡Adiós y hasta pronto, mis queridos lectores!
Besos,
Mery
Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp. Es mío el argumento de esta historia.
Día 4: Bonsáis
Jueves 19 de junio
10h30- Mansión Daidouji
“Anoche llegasteis muy tarde...”, dijo Sakura al entrar en la amplia habitación de Tomoyo. A pesar del espacio, en el cuarto sólo había una gran cama, dos mesitas de noche a cada lado y un precioso escritorio de caoba que miraba al gran balcón que daba al jardín trasero de la mansión, un jardín repleto de flores silvestres y de grandes árboles que eran la delicia de Tomoyo en los calurosos días de verano.
“Sí, es verdad...”, contestó Tomoyo, quien no podía siquiera mirar a su amiga a la cara.
A pesar de sus escasas cualidades como observadora, Sakura percibió cierta incertidumbre en su mejor amiga. No era a la única persona a la que había visto en ese estado similar en esa mañana de junio. Su hermano, a la hora del desayuno, también había estado muy inquieto.
“Par de trasnochadores...”, bromeó la maga. “Y explica... ¿qué hicisteis anoche?”, preguntó muy interesada por saber los detalles de su cita.
“Tu hermano me llevó al Jardín Botánico de Nikko... y, por la noche, fuimos a cenar a un restaurante de Shinjuku con uno de sus clientes más adinerados...”, explicó Tomoyo, sentada en la silla de su escritorio, mirando hacia el gran ventanal.
Sus ojos estaban clavados en el pequeño cerezo que había plantado en el centro del jardín, pero éstos no veían las ramas llenas de hojas que estallaban de color, sino que seguían viendo los oscurecidos ojos de Touya... ojos oscurecidos por el inmenso placer que había sentido al rozar sus labios con los de ella.
Había revivido la misma escena como unas mil veces. Se veía a ella misma, como si su espíritu hubiera escapado de su cuerpo para verlos a ambos, sus brazos alrededor del otro, con sus bocas y sus lenguas íntimamente unidas en un instante en que nada existía excepto ellos, sumidos en el infinito placer de estar al fin juntos.
Había visto una y otra vez cómo las manos de Touya se habían vuelto muy atrevidas, acercando sus caderas con las de Tomoyo, sus cuerpos acariciándose a través de la fina ropa. Las manos de Touya abandonaron sus caderas para recorrer la figura de Tomoyo, subiendo lentamente por sus costados, aproximándose peligrosamente hasta la redondez de sus pechos. Sin embrago, Touya no se paró y continuó su viaje hasta el elegante cuello de la joven, acariciándolo cuidadosamente con las puntas de sus masculinos dedos, callosos por las horas y horas que habían pasado dibujando decenas de proyectos. Sus manos ascendieron hasta llegar a sus arreboladas mejillas, dirigiéndose hasta sus orejas, abandonándolas para enredarse en la suacidad de su largo pelo de color azabache.
Sus lenguas continuaban luchando, acariciándose mutuamente, peleándose por saber quién ganaría esa batalla.
Una batalla que, para desgracia de ambos, terminó en empate.
Un inoportuno grillo sonó cerca de ellos, interrumpiendo el silencio de la noche y los latidos de los apresurados corazones de ambos.
Se separaron, y al mirarse a los ojos, pareció como si las estrellas acabaran de estallar en el firmamento. Estallaron en mil pedazos...
Touya la había mirado con una infinita ternura, aún con sus dedos sumergidos en su cabellera. Sus labios estaban rojos e hinchados por el roce, por la pasión, por el desenfreno... y aunque quería negarlo, por el amor.
Un amor que Tomoyo pudo ver en sus ojos, había podido sentir en sus labios y había tocado al recorrer su cuerpo con sus manos.
Un escalofrío le traspasó el cuerpo, provocando que el contacto terminara. Un suspiro de desesperación que exhaló la joven se vio ahogado por un suspiro de frustración del joven.
No había palabras. No había palabras para describir lo bien que se había sentido Touya al comprobar cuán compenetrados habían estado durante aquellos largos segundos, que, no obstante, parecieron muy cortos.
Tomoyo necesitaba ser tranquilizada; necesitaba que Touya la tranquilizara diciéndole, asegurándole que no había sido la pasión del momento... que habían sido sus corazones los que habían hablado por medio de sus cuerpos.
Pero Touya no pudo pronunciar palabra alguna... y la decepción se instaló una noche más en el alma de Tomoyo, que se había ido rompiendo poquito a poco al ver que Touya no podía expresar sus sentimientos. Pensó que tal vez estaba siendo injusta, que quizá debía ser ella quien empezara a hablar... pero ella ya había dado el primer paso en varias ocasiones por lo que se refería a su relación... a su posible relación.
Decidió que, si algo tenía que ocurrir, que fuera Touya quien lo iniciara... porque ella estaba ya cansada por tantos intentos funestos. Se dijo que ya era hora que Touya se diera cuenta de lo que podía perder si no era capaz de expresar lo que sentía por ella, fuera lo que fuera. Pero que se lo dijera de una vez.
Estaba cansada de esperar...
“Estoy cansada, Touya...”, había dicho Tomoyo, abriendo la puerta principal de la gran mansión. Y sin mirar atrás, añadió: “Buenas noches...”
Y cerró la puerta a sus espaldas. Y abrió camino a sus lágrimas...
“Le besé... o quizá fue él quien me besó. O puede que fuéramos los dos... que una fuerza nos atrajera, haciéndonos actuar de esa forma, atendiendo a nuestros impulsos...”, le dijo Tomoyo a su amiga, mirando aún por la ventana. Las lágrimas que había derramado la noche anterior no se habían secado. “Y eso es lo que más miedo me da... Que sólo fuera un impulso, un deseo pasional que Touya quería experimentar en esos momentos, creyendo que tal vez no tuviera otra oportunidad... Temo que no fuera más que un beso en ese instante... Temo que no fuera su corazón el que hablara... No quiero volver a pasarlo mal, Sakura... No quiero volver a entregar mi corazón y que me lo hagan añicos... No quiero...”, un sollozo desgarró su voz llorosa, su cuerpo arqueándose para esconder su rostro humedecido en sus manos... “No quiero que me vuelvan a partir el corazón... otra vez no...”
Las lágrimas no cesaron, pero los brazos de Sakura acunaron su tembloroso cuerpo hasta que dejaron de caer.
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13h30- Restaurante Ojami
Touya pensaba que había sido un cobarde. Un cobarde que no era capaz de responder a los llamados de dos corazones: el suyo y el de Tomoyo, que tan necesitado de amor estaba.
Y Touya quería hacerlo... de verdad que quería. Quería darle a Tomoyo todo aquello que no había podido experimentar en su infancia: el amor de verdad, sincero y sin limitaciones.
Y una idea cruzó su mente... Una gran idea que podría demostrarle a Tomoyo lo mucho que le importaba. Sí, ya lo tenía decidido...
Cumpliría uno de los sueños de la mujer de sus sueños...
Pero tenía mucho que planear. Debería encargar los billetes, debería llamar a su amigo para hacer las reservas, debería hablar con Sakura para asegurarse de que ese era el lugar al que Tomoyo deseaba ir… Muchos ‘debería’.
Como debería haberle dicho a Tomoyo lo que en realidad sentía la noche anterior. ‘Cobarde, cobarde, cobarde…’ no dejaba de repetir en su mente.
Pero, una vez más, sus inseguridades habían tomado posesión de su cuerpo, impidiéndole confesar sus más profundos sentimientos hacia la joven…
“No quiero que me vuelvan a hacer daño…”, dijo Touya a sus acompañantes durante la comida, Yukito y Nakuru, una vez relatado todo lo que aconteció en su tercera cita. Después de una mañana llena de trabajo, los tres habían decidido ir a comer juntos a su restaurante favorito, que se hallaba muy cerca de sus oficinas. El dueño del establecimiento había sido cliente suyo hacía un par de años, cuando este pidió los servicios de Yukito para decorar el interior del restaurante. Los esfuerzos del interiorista habían dado muy buenos frutos, porque eran muchas las veces que no había apenas sitio para comer. Las colas, por las noches sobre todo, daban la vuelta a la esquina.
“Lo que ocurrió, Touya, pasó hace muchos años…”, le dijo Yukito, que se estaba tomando su sopa, a pesar del calor que hacía en la calle. “Entiendo que aun estés resentido, pero sabes de sobra que Tomoyo nunca te haría algo como lo que te hizo ella…”
“¿Por qué no podemos decir el nombre de ‘ella’?”, preguntó Nakuru, quien hacía relativamente poco que se había enterado de toda la historia relacionada con ‘ella’. Al fin y al cabo, Nakuru conocía a dicha ‘ella’, pero nunca había sabido la verdad de la relación amorosa que Touya y ella habían compartido años atrás… muchos años atrás…
“Porque no es agradable recuerdo para mí, vuestro amigo, que en estos momentos está pasando por una grave crisis sentimental…”, respondió Touya malhumorado. “Si es que se puede llamar ‘crisis sentimental’, porque ni Tomoyo ni yo hemos aclarado lo que somos el uno para el otro…”, añadió en un murmullo, para después llenarse la boca de su deliciosa comida.
“Creía que tenías una semana para conoceros e intimar, y que luego ya responderías a esa cuestión…”, dijo Nakuru, bebiendo un sorbo de su agua. “¿No fue ese el trato al que llegasteis?”
“Sí… pero…”, Touya dijo con la duda manifestándose en sus palabras.
“¿Pero qué, Touya?”, espetó Nakuru. “No te machaques tanto por lo que ha pasado… Tus sentimientos por Tomoyo han estado, están y estarán ahí… Lo único en que debes pensar es en pasártelo bien con esa ricura de mujer… Tomoyo es una gran persona, y ella nunca te haría sufrir… Se le ve de lejos lo que siente por ti… Lo que yo no entiendo es cómo no te has podido dar cuenta antes, puesto que tú eres un gran observador…”
“Los problemas del corazón, cariño, a veces nos nublan la cabeza… ¿no es verdad?”, preguntó Yukito a su novia, quien le miró a los ojos con una amplia sonrisa.
“Tienes razón…”, contestó dándole un pequeño beso en su mejilla. “Pero a todo el mundo le llega el momento de despejarse… y descubrir lo que en realidad siente…”, dijo calmadamente, dirigiéndole una mirada que decía mucho a Touya.
“Es el momento de despejarme…”, sentenció el joven. “Supongo que eso significa que se lo debería contar a Tomoyo…”
Ninguno de sus dos amigos respondió a esa sugerencia. Y Touya supo que la decisión era suya. Podía hacer dos cosas: no decirle nada a Tomoyo y que ambos siguieran sufriendo por lo ocurrido tiempo atrás o confesar sus más oscuros sentimientos.
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18h15- Oficina Arquitectos Toukito
Tomoyo aún no sabía de dónde había sacado las fuerzas para presentarse en la oficina de Touya aquella tarde. Sakura había sido de gran ayuda por la mañana, después de derrumbarse ante su amiga.
Las lágrimas que había derramado habían sido como un exorcismo que necesitaba desde hacía tiempo. Los recuerdos de lo sucedido seis años atrás no habían desaparecido completamente de su corazón, a pesar de haberlos superado. Sin embargo, sólo con pensar que podría volver a sucederle lo mismo, esta vez con Touya, provocaba en ella una sensación de desesperación. No podría soportarlo, se decía a ella misma, si su corazón volvía a romperse en mil pedazos después de otro rechazo.
¿Qué le estaría pasando en la cabeza el día que sugirió a Touya que empezaran a salir juntos?
Si desde el principio ya tenía dudas… ¿cómo iba a ser capaz de eliminarlas en sólo una semana?
Sin tener en cuenta el miedo que corría desenfrenado por su cuerpo, Tomoyo dio un paso decisivo en su relación con Touya. Sí señor, abriría la puerta de las oficinas Toukito.
Una vez dentro, Tomoyo se encontró con la siempre sonriente secretaria, Nakuru. Su presencia le hacía recordar muchas cosas desagradables…
“Buenas tardes, Nakuru… ¿se encuentra Touya?”, preguntó Tomoyo a la pizpireta mujer.
“Por supuesto, Tomoyo… ¿quieres que te anuncie?”
“No hace falta… lo haré yo misma.”, dijo Tomoyo.
Aquel comentario, por supuesto, escondía otro significado: ‘Prefiero anunciarme yo sola por si acaso a Touya no le apetece verme… Así me ahorraré la vergüenza de un rechazo en público…’
Con pasos que parecían firmes, pero que en realidad se daban con gran nerviosismo, Tomoyo se acercó a la puerta del despacho de Touya. En la puerta le daba la bienvenida una pequeña placa con una inscripción: ‘Touya Kinomoto, Arquitecto’.
Aún se acordaba del día en que la oficina fue abierta, hacía aproximadamente cuatro años atrás. Tomoyo había sido invitada, por supuesto, como una más de la familia. Touya se había mostrado muy alegre la noche de la inauguración, celebrándolo junto a Yukito, su hermana y su padre. Ella había observado al joven paseándose por toda la sala, saludando a todos los presentes, besando los nudillos de las mujeres, agitando las manos de sus colegas de la universidad…
Ella se había sentado en una de las sillas que había cerca de la mesa de los canapés, obra de una de las empresas de catering que la misma Tomoyo le había recomendado al hermano mayor de su mejor amiga en una ocasión. Se sorprendió de que Touya recordara aquel detalle.
De pronto, sintió una presencia a su derecha, en la silla que había permanecido vacía durante toda la velada. Touya se había acomodado a su lado, y la miraba expectante.
“¿Qué te parece?”, le había preguntado, señalando a su alrededor.
“Es una oficina preciosa…”, dijo sinceramente. “Espero que cosechéis muchos logros entre estas cuatro paredes…”
“Lo mismo digo…”, respondió con una sonrisa, acercándose más a ella.
“¿Cuál será tu despacho?”, preguntó Tomoyo, mirando las dos puertas abiertas que había a cada lado de la sala. Se había percatado de la proximidad del cuerpo de Touya, y eso la ponía muy nerviosa. Últimamente su cuerpo respondía de una forma muy curiosa cuando se encontraba cerca de Touya.
“Aquella”, dijo Touya, mostrándole la puerta de la izquierda. “Tengo que hacerme una place que lo anuncie adecuadamente.”
Ella sonrió, mirándolo por primera vez en los ojos aquella noche. Suspirando, le dijo:
“Ese será mi regalo…”
Y ése fue el regalo que Tomoyo le dio a Touya una semana después. Tomoyo se había esmerado mucho en buscar una tienda que se dedicara a hacer esas placas, a buscar un diseño sencillo pero formal, sin ser aburrido, para que todos los clientes de Toukito pudieran leer aquellas tres palabras al entrar en su despacho.
Y ahora era ella quien las estaba leyendo, y esas tres palabras provocaron en ella un galimatías de emociones en su interior.
Cogió aire, y decidió que ya era hora de encararse a lo inevitable. Dio dos golpecitos en la puerta de madera y esperó a que la inconfundible voz de Touya Kinomoto, Arquitecto, le diera permiso para entrar.
Se lo encontró sentado detrás de su gran mesa, revisando un proyecto escondido en un mar de papeles. Cuando Tomoyo cerró la puerta al entrar, al fin Touya alzó su cabeza para ver quién era. Al verla, no dijo nada, sólo sonrió débilmente, mientras la observaba de arriba abajo.
“¿Quieres sentarte?”, le preguntó.
“No…”, respondió agitando su cabeza levemente de un lado a otro. “No… De hecho, venía para saber si habías terminado de trabajar…” Él la miró extraño. “Tenemos una cita… ¿recuerdas?”, le dijo algo incómoda. “Hoy es mi turno… pero si no quieres…”
Touya no le dejó terminar con aquella frase.
“Claro que quiero… sólo que…”, se levantó de su silla y colocó sus manos en su cintura, mirando la superficie de su mesa, llena de hojas, cuadernos y libros. Alzó su rostro y la miró fijamente. “Si me esperas dos minutos, termino con esto…”, dijo levantando un informe muy fino “… y nos iremos adonde tú quieras.”
Tomoyo le sonrió, asintiendo a la vez. Se dio la vuelta hacia la puerta y dijo:
“Entonces… te espero fuera. Estaré con Nakuru…”
La espera no fue muy larga porque apenas tres minutos más tarde, Touya salía de su despacho, con su maletín en una mano, y desabrochándose el nudo de la corbata con la otra.
Tomoyo se levantó de la silla que había ocupado mientras hablaba con Nakuru, se despidió de ella y salió de la oficina despidiéndose de ella. Siguió a Touya hasta la calle, donde él le los hombros rodeó con su brazo.
“¿Adónde vamos?”
“Deja que te lleve…”, le contestó con una sonrisa algo forzada, pues Tomoyo no podía más que sentirse incómoda ante la cercanía y el contacto de Touya.
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18h35- Templo Tsukimine
Diez minutos más tarde estaban en las puertas que daban al Templo Tsukimine. En uno de los paneles informativos, Touya pudo ver un gran cartel que anunciaba la exposición de arreglos florales aquella tarde en uno de los recintos cubiertos del templo.
“¿El Templo Tsukimine?”, preguntó Touya algo desconcertado, mientras leía el gran cartel, con Tomoyo a su lado.
“¿No te apetece?” preguntó Tomoyo. Touya se dio cuenta de que la muchacha se había molestado. Intentó contestar, pero Tomoyo lo venció: “No hace ni quince minutos que te dije que si no querías, no salíamos… ¿Por qué no me dices de una condenada vez qué es lo que quieres, Touya?”
Tomoyo se había apartado de él, separando sus cuerpos tanto como le fue posible. Touya agradeció que, en ese momento, nadie hubiera pasado por su lado. No le habría hecho mucha gracia si algún conocido o cliente le hubiera visto peleándose con una mujer en la entrada de un recinto sagrado.
Tomoyo tenía unas enormes ganas de echarse a llorar. Es más, sus ojos se habían humedecido incontrolablemente al exigirle a Touya una respuesta.
“¿Qué es lo que no te gusta de mí?”, quiso saber la joven. “Sé que soy joven, sé que no soy lo suficientemente madura para ti, no trabajo… aún…”
“No es eso Tomoyo…”
“¿Entonces por qué evitas ‘esto’”
“No lo evito…”
“Sí que lo haces.”, escupió Tomoyo. La joven se dio la vuelta para irse del templo, pero Touya la retuvo agarrándola de un brazo.
“Es verdad… sí que lo hago… ¿Y sabes por qué?”, preguntó, su voz subiendo de tono también. “Porque tengo miedo… Tengo miedo, Tomoyo…”
Una carcajada amarga de Tomoyo hizo que Touya le dirigiera una mirada de desconcierto.
“¿Y te crees que yo no tengo miedo?”, sollozó.
Unos segundos transcurrieron en silencio mientras los dos se clavaban las miradas. Fue Tomoyo quien lo rompió, suspirando y bajando la cabeza, sintiéndose derrotada.
“Quiero ir a ver la exposición…”, dijo Tomoyo, con la voz rota por el desánimo.
“¿A qué estamos esperando?”, dijo Touya suavemente, tendiéndole su mano para que Tomoyo se la cogiera. Cuando ésta accedió, él tiró de su brazo y la acercó a él, abrazándola fuertemente mientras iban hacia la exposición.
Cinco minutos después, y con una Tomoyo más calmada, los dos jóvenes se pasearon por el recinto, repleto de flores y plantas de todo tipo y color, de formas variadas y de diferentes tamaños.
Una voz que procedía de una pequeña plataforma al fondo de la sala, interrumpió su visita. Delante de la mujer, ya entrada en años, había un montón de sillas de plástico colocadas.
“Por favor, señoras y señores, si les apetece saber más sobre los arreglos florales o los bonsáis, siéntense, que en pocos minutos les vamos a ofrecer una breve presentación…”
“¿Tomoyo, quieres que nos quedemos a oírla?”
“Me encantaría”, respondió Tomoyo con una tímida sonrisa, mientras Touya la llevaba aún bien pegada a su costado. Se sentaron en la última fila juntos y observaron como los demás asistentes ocupaban las pocas sillas que había.
“Buenas tardes y bienvenidos al Templo Tsukimine. Hoy vamos a dedicar esta presentación para hablar de los arreglos florales y de los bonsáis, que han podido visitar o que visitarán más tarde, expuestos en la sala. Además, también hablaremos de los jardines. Si les parece, empezaremos con los arreglos florales…”, dijo la conferenciante, señalando a un lado de la sala. “Bien, los arreglos florales en Japón son conocidos como Ikebana, que significa ‘flor viva bien colocada’, aunque también se los denomina Kado, cuyo significado es ‘el camino de las flores’. Se trata de la composición de motivos decorativos mediante flores, aunque también se utilizan ramas, hojas, frutos y semillas para su elaboración.
“El principal propósito de los Ikebana es estético, sin embargo, también se utilizan como método de meditación, ya que está conectado con el flujo de las estaciones y ciclos de la vida. Los arreglos florales se convierten en un acto de reflexión, dedicado al paso del tiempo, ya que estas obras son efímeras. El origen de este arte, de más de 500 años de historia, fue religioso, pero actualmente se ha exportado a todo el mundo, y se ha convertido en una especie de hobby de la clase alta europea y norteamericana.
“A continuación, profundizaremos en la historia de este arte. Los primeros arreglos florales en Japón fueron realizados por monjes budistas, en el siglo VI d.C., para adornar los templos. En el período Heian, que ocupa desde el año 794 hasta el 1192, se hicieron populares los arreglos florales por motivos no religiosos. Más adelante en el período Kamakura, desde 1192 hasta 133, se popularizó la construcción, dentro de un cuarto al que se denomina zashiki, una especie de nicho, o Tokonoma, donde se colocaban un arreglo floral, incienso y una vela. Debido a la estrechez del nicho, los arreglos florales se hicieron para ser vistos sólo de frente.
“Durante los siglos XIII al XV, los aristócratas y los monjes participaban en competencias de arreglos florales en el festival de Tanabata, que se conoce como la festividad de las estrellas en Japón y se celebra el 7 de julio. En esa época, el principal maestro de arreglos florales se llamó Ikenobo Sengyo. Luego, en el siglo XVI, se crearon reglas precisas y complicadas para los arreglos florales en el llamado sistema Tatehana. Este daría paso al estilo Rikka establecido por la escuela de Ikenobo.
“El estilo Rikka era usado para ocasiones ceremoniales. Surgió un estilo menos formal y complicado llamado Nageire, preferido por la gente común. Muchas escuelas de Ikebana aparecieron durante el período Edo, entre 1603 y 1868. En 1820, la escuela de Ikenobo, a partir del estilo Nagerie estableció el estilo Shoka que era de nuevo un estilo ortodoxo.
“Durante el período Meiji, comprendido desde 1868 hasta 1912, los estilos de la escuela Ikenobo se consideraron muy estáticos y conservadores. Muchos maestros de Ikebana, influenciados por la cultura occidental, trataron de modernizar el arte del arreglo floral. Surgieron estilos modernos de arreglos florales como el Moribana, principalmente durante el período Taisho, de 1912 hasta 1926. Después de la Segunda Guerra Mundial apareció el estilo libre de Ikebana.
“En 1977, el director de la escuela Ikenobo dividió el estilo Shoka en dos: el Shofutai que es tradicional y el Shimputai que es más libre y expresivo. Y de la misma forma fue dividido el Rikka, el estilo de Ikebana más formal y tradicional, en 1999.”
La conferenciante hizo una pequeña pausa para beber de una botella de agua, y empezó de nuevo su discurso, esta vez señalando al otro lado de la sala.
“El bonsái es el arte de cultivar árboles y plantas, reduciendo su tamaño mediante diversas técnicas, como la poda, modelando su forma para crear un estilo que nos recuerde una escena de la naturaleza.
“Este arte tiene su origen en China aproximadamente dos mil años atrás, como objeto de culto para los monjes taoístas, quienes lo consideraban el símbolo de la eternidad, representando un puente entre lo divino y lo humano, el cielo y la tierra.
“Durante siglos, la posesión y el cuidado de los bonsáis estuvo ligado a los nobles y a las personas de la alta sociedad. Tradicionalmente, aquellos que podían conservar un árbol en maceta tenían asegurada la eternidad. Así fue como los monjes disponían los árboles pequeños en vasijas a lo largo de las escaleras de los templos y hasta eran fuente de adoración.
“En el sur de China, el arte del bonsái consistía en transmitir todas las características de un árbol desarrollado en la naturaleza a un árbol pequeño cultivado en maceta. Se buscaba reproducir estos árboles según los existentes en las altas montañas, por lo cual utilizaban sólo especies que existían en los montes y que ya poseían formas especiales en su intensa lucha contra las adversidades climáticas.
“Fue importado a Japón hace unos 700 años, hacia el siglo XIII, donde evolucionó al arte actual. Desafortunadamente, muchos de los especímenes más antiguos desaparecieron durante la segunda guerra mundial.
“Un bonsái no es una planta genéticamente empequeñecida. Se mantiene pequeña mediante numerosas técnicas, y muy variadas, pero básicamente, hay que saber controlar su crecimiento mediante la pode proporcional de las raíces y las ramas. Un bonsái mantenido correctamente sobrevivirá el mismo tiempo que un árbol normal de la misma especie. No obstante, el bonsái necesita muchos cuidados, por lo que un bonsái mantenido de forma inapropiada probablemente morirá.
“El bonsái es, hoy en día, un arte muy extendido por todo el mundo, y muy apasionante para sus aficionados. Existen, en muchas poblaciones, asociaciones dedicadas a los bonsáis. Así que si, alguno de ustedes es un gran apasionado a este arte, podemos darle información sobre algunas de las asociaciones más conocidas.
“Si están interesados en visitar alguna colección, de las abiertas al público, aquí en Japón, cerca de Tokio, en la ciudad de Omiya, hay una villa de artesanos de bonsái y estilistas. Se llama Villa Omiya Bonsái, donde hay más de media docena de criaderos de bonsái, más de 10.000 bonsái de todo el mundo. Y en China, pueden visitar los Jardines Botánicos en Beijing, Shangai y Suzhou.
“Por último, hablaremos del jardín japonés. También se trata de un arte importado de China, pero perfeccionado y depurado en Japón, por lo que, actualmente, es muy fácil distinguir entre un jardín japonés y un jardín chino.
“En Japón, el propósito de estos jardines es recrear un espacio natural, haciéndolo estéticamente perfecto, además de práctico para su uso. Nunca se intenta exagerar los efectos: no se utilizan muchas flores, se usa una gama de colores muy restringida y se juega con la luz natural.
“El jardín japonés forma parte integrante de la tradición en las casas privadas de Japón, en la vecindad de los parques de las ciudades, en los templos budistas o capillas sintoístas, y en lugares históricos tales como viejos castillos. Muchos de los jardines japoneses más famosos en Occidente, y así mismo dentro del propio Japón, son los jardines Zen. La tradición de la ceremonia del Té ha generado jardines japoneses refinados en un grado sumo de cualquier otro estilo, que evocan la simpleza rural.
“Un jardín típico japonés contiene varios de estos elementos: agua, una isla, un puente, una linterna de piedra y una casa de té o un pabellón.
“Estos jardines pueden encuadrarse dentro de los siguientes dos estilos: de paseo, para verlos desde un sendero; de aposento, para contemplarlos desde un lugar, como una tsuboniwa, o casa de madera tradicional.
“Como curiosidad, muchos templos Zen elaboran un jardín en el estilo denominado ‘paisaje seco’, karesansui en japonés. No tienen agua, pero evocan la sensación de este elemento de la naturaleza, usando piedras y gravilla o arena. Se escogen rocas de formas intrigantes, musgo y arbustos. Uno de los templos Zen más conocidos es el jardín de Ryoan-li, en Kyoto.
“Otros jardines también utilizan el bambú, plantas de hoja perenne, como el pino negro japonés, árboles de hoja caduca, y helechos. El estilo llamado ‘paisaje prestado’, o shakkei, es una técnica de los jardineros japoneses para hacer parecer que los jardines pequeños son más espaciosos. Se plantan arbustos que tapen la vista de las estructuras próximas, obligando a fijarse a la lejanía, hacia las montañas, y pensar en ellas como parte integrante del jardín.
“En definitiva, podríamos decir que, en el jardín japonés, se intenta disimular la obra de un artista.”
La conferencia terminó en ese momento, al despedirse la oradora de los presentes y ofreciéndoles información sobre las asociaciones de bonsái, sobre los parques botánicos y sobre los templos Zen donde visitar los jardines japoneses.
Tomoyo y Touya se quedaron sentados hasta que la mayoría de los asistentes abandonaron la sala. Había pasado más de una hora desde que la presentación había empezado, y los dos se habían quedado muy sorprendidos al conocer tantos detalles sobre el arte floral japonés.
“Seguro que a Yukito le hubiera gustado venir a escucharla…”, comentó Tomoyo, quien miraba muy interesada a su acompañante.
“Yo también lo creo… He aprendido muchas cosas nuevas…”
“Había muchas que ya me las conocía…”, le dijo Tomoyo, mientras se levantaba de su silla. Touya la siguió y juntos abandonaron el lugar destinado a la charla para dirigirse hacia la zona con los Ikebana y los bonsáis expuestos, ya que no les había dado tiempo de acabar de verlos. “Mi madre es una gran apasionada de los bonsáis, pero como no tiene tiempo de cuidarlos… se lo encarga al jardinero. Es un gran conocedor de los secretos de la poda, el transplante, el riego… y todo lo relacionado con el cuidado de los bonsáis.”
“¿De verdad? A lo mejor Yukito podría ir a verle para que le diera algunas lecciones…”, bromeó Touya.
”Estoy seguro que al señor Michita no le importaría…”, le aseguró Tomoyo. “De pequeña, mi madre me apuntó a clases de Ikebana… sólo asistí un año…”, le confesó. Los dos iban caminando lentamente entre las flores, las plantas y los árboles en miniatura. “Me gustaba… pero a mi madre, al final, le pareció una pérdida de tiempo… aunque había sido ella quien me había obligado…”
“¡Qué mujer tan contradictoria!”, exclamó Touya, viendo a Tomoyo asentir. “Mi madre no me apuntó a clases de flores…”, empezó a decir Touya, riéndose. “…pero me dio algunas lecciones de piano… Cuando murió, mi padre me preguntó si querría seguir aprendiendo… Yo dudaba, pero mi padre me convenció de que hiciera algo para no olvidarla nunca… Y el piano es lo que me mantiene unida a ella…”
“Porque ya no puedes verla, ¿verdad?”, le preguntó Tomoyo.
“No… desde que le entregué mis poderes a Yue… Ya no veo a mi madre, salvo en ciertas ocasiones, que se me aparece para decirme que Sakura, Shaoran y tú estáis en algún peligro…”, se rió.
Tomoyo se unió a las risas.
Terminaron de ver la exposición y salieron de la sala para pasear por el templo. Se dirigieron al gran cerezo sagrado, donde se quedaron de pie, mirándolo.
“Este lugar me trae malos recuerdos…”, empezó a decir Tomoyo. “Creo que debería contártelo…”, le dijo a Touya, girándose para mirarlo fijamente. “Cuando tenía catorce años… me enamoré de un chico…”, confesó. “Perdidamente enamorada, se podría decir… Lo encontraba un hombre enigmático, encantador, sencillo, sincero… pero él amaba a otra mujer… Yo sólo tenía catorce años, por Dios…”, añadió riéndose tristemente. “Ahora sé que aquello no fue más que un enamoramiento de adolescente, ya sabes… El primer amor, que no es correspondido…”
“Te entiendo… a mí este lugar también me trae malos recuerdos… Aquí es donde conocí a Kaho… Aquí me enamoré de ella y aquí me dejó… Me dijo que, la próxima vez que nos viéramos, ella estaría con otra persona… y que yo sentiría algo especial por otra persona…”, dijo mirándola a los ojos. “Lo superé… al final. Aunque me costó mucho… Es por eso que tengo miedo… Tengo miedo de volver a enamorarme y de volver a quedar destrozado… ¿Es por eso que tú también tienes miedo, verdad, Tomoyo?”, preguntó Touya suavemente. Ella asintió. Touya se armó de valor e intentó encontrar las palabras adecuadas para tranquilizar a esa mujer, expresándole lo que sentía sin tener que decir las palabras exactas: “Siento que me podría perder en ti, Tomoyo… pero necesito tiempo…”
“Te entiendo… ¿Te sorprendí mucho el otro día cuando te dije que me gustabas?”, interrogó la joven con las mejillas ardiendo por la vergüenza.
“Sí… A lo mejor tú has tenido el tiempo suficiente para madurar esos sentimientos… Y aunque no puedo negar que también siento algo especial por ti… m corazón me dice que no puedo ceder… Aún no.”
A Tomoyo se le escaparon un par de lágrimas, que el mismo Touya se encargó de secar con sus grandes manos, acariciándole su mejilla.
“Fue ese muchacho inglés… Eriol Hiragizawa, ¿verdad?”, preguntó Touya, acunando su barbilla. “Eriol… te enamoraste de él… Y él no te correspondía porque estaba… está enamorado de Kaho…”
“Sí…”, sollozó Tomoyo. “Pero yo ya no lo quiero a él…”
“Lo sé…”, contestó Touya con una sonrisa. Se acercó a Tomoyo y le besó la frente, aproximándola a él, abrazándola como si no hubiera un nuevo día. Olió el aroma que desprendía el pelo de Tomoyo, escondiendo su nariz entre las finas hebras de color ébano. Cuando Tomoyo se calmó, se separaron unos pocos milímetros, y la mirada de Touya se fijó en uno de los caminos de arena que se perdían entre aquellos árboles centenarios. “¿Nos vamos al lago?”
Tomoyo aceptó encantada, y los dos empezaron a andar por el camino. Al llegar al lado, ya había oscurecido casi por completo, así que decidieron sentarse sobre unas rocas para observar la puesta de sol, que podían ver a través de los grandes árboles. De repente, a Tomoyo le apeteció mojarse los pies, y no dudó en sacarse sus sandalias, aún sentada al lado de Touya, desprenderse de su bolso y de su chaqueta, y acercarse a la orilla del lago, donde dejó que las puntas de sus pies se mojaran con el agua, fría pues apenas le tocaba el sol durante el día.
Touya se la quedó mirando, ensimismado por la belleza que se escondía en su interior, y que poco a poco iba descubriendo, además de la belleza que irradiaban sus ojos, sus sonrisas, la luz de su pelo, el contorno de su estilizada figura…
Y notó cuando su corazón empezó a palpitar desbocado, como un caballo libre por el monte, descubriendo por fin lo que tanto tiempo le había estado escondido.
Tomoyo se giró, con una gran sonrisa en sus labios, y le preguntó traviesa:
“¿No vienes?”
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21h30- Restaurante Fusima
Cerca del templo Tsukimine, se encontraba uno de los restaurantes favoritos de Tomoyo. La sorpresa de Touya fue que no era ni lujoso, ni caro… Era un restaurante normal y corriente, cuyo dueño Tomoyo conocía por el nombre.
Tomoyo pidió una sala privada, pues no quería encontrarse con ningún conocido. Así mismo se lo dijo a Touya, quien accedió, dándole la razón. Además, él tampoco quería que nadie lo viera. Prefería estar a solas con esa maravillosa mujer.
A Touya le gustó mucho, otra sorpresa para él, cuando Tomoyo le preguntó si le importaba que ella pidiera por él. Le pidió que le dijera si había algo que no le gustara o a lo que fuera alérgico.
Cuando el mismo dueño vino a preguntar qué iban a cenar, Tomoyo pidió dos raciones de sashimi (de dorada y de sepia), dos de sushi (acompañado por salsa de soja y de washabi), una de arroz, una de fideos, dos de sopa miso, una de sukiyaki y una de tempura.
“Nos hartaremos de comer”, dijo Tomoyo cuando el dueño había salido de la sala.
“De eso estoy seguro… Al fin y al cabo, tú tienes un apetito voraz…”
“¿Eso te incomoda?”
“La verdad es que me parece encantador…”
“Lo bueno es, que por mucho que coma, no engordo…”
“¡Qué suerte tienes!”, exclamó Touya riéndose.
“Tú también comes mucho y no engordas… Touya, estás muy bien.”, dijo con un tono de voz que no admitía reproche, pero al darse cuenta de lo directa que había sido, Tomoyo se puso roja.
“Esta noche no pienso permitirte que bebas sake, Tomoyo…”, bromeó Touya.
Al decir eso, a los dos se les pasó por la cabeza lo que había ocurrido la noche anterior. Ambos se miraron fijamente, y Tomoyo se mordió el labio.
“Más te vale que no me lo permitas…”, susurró Tomoyo, y no pudo decir más, poruq los labios de Touya se habían unido a los suyos…
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23h45
El beso, según Tomoyo, había sido magnífico…
Pero no había sido tan magnífico haberlo interrumpido porque el camarero venía con su cena. Durante el resto de la velada, ninguno dijo nada sobre el corto beso que se habían dado, y mucho menos el apasionado ósculo de la noche anterior, que a pesar de los efectos del alcohol, a Tomoyo también le había parecido magnífico, por supuesto.
A esas horas de la noche, Tomoyo y Touya caminaban muy juntos, pero sin apenas tocarse, por las silenciosas calles de Tomoeda. Como todas las noches, y como buen caballero, Touya volvía a acompañarla hasta su casa.
Guardaría aquella noche en uno de los rincones de su mente dedicado a, como Tomoyo lo llamaba, ‘Memorias imborrables”, pues había sido una cena con buena comida y buena compañía. Además de con buen beso.
No le había gustado mucho que Touya pagara cuando le tocaba a ella, pero no había podido negarse… Tampoco le hubiera gustado al dueño del restaurante que una de sus mejores clientes montara una escena por quien se encargaba aquella noche de la cuenta.
Tomoyo era una consumada feminista, como su madre, pero sabía valorar los detalles que un hombre se esforzaba a hacer para impresionar a una mujer, aunque Touya debería haber sabido que no hacía falta ninguna estratagema para impresionarla a ella. Al fin y al cabo, la presencia de Touya ya era del todo impresionante.
Y así era como la noche llegaba a su fin.
Ya en la puerta, como cada noche, Tomoyo se despidió de Touya hasta el día siguiente, pero él no la dejaba marchar aún.
Touya tenía una pregunta muy importante que hacer, y estaba algo nervioso. No quería que ella se lo tomara de la forma equivocada.
“¿Te apetece hacer una escapadita este fin de semana?”
Notas de la autora:
¡SÉ QUE CORTÉ EN LA PARTE MÁS INTERESANTE!
En este y en el capítulo anterior… pero es que una tiene que mantener el suspense….
El capítulo ha empezado algo triste, ¿verdad?
Uno de los reviews que recibí en el capítulo anterior decía que al fin Touya y Tomoyo avanzaban bien en su relación, pero era todo lo contrario lo que iba a ocurrir en este capítulo. Sus corazones aun están heridos por relaciones pasadas... Espero haberlo aclarado, Antotis.
Y, Andreaeb182, siento que la aparición de Eriol y de Kaho no haya sido lo que seguramente estabas esperando.
Por lo de Sonomi... Sonomi siempre será Sonomi. ¿Qué más puedo decir sobre ella?
¿Me he sobrepasado con la conferencia sobre el arte floral japonés? Espero que os haya gustado y que hayáis aprendido un montón de cosas nuevas… Os aseguro que yo lo hecho. Si queréis la verdad, esa charla ‘apareció’ de la nada, sin previo aviso. Fue como por arte de magia, porque en mis notas no estaba preparada una exposición de flores con conferencia incluida, pero al empezar a buscar y rebuscar información… Había tanta y quería ponerla… Os diré las fuentes en el capítulo final…
Me alegra mucho saber que estáis aprendiendo cosas nuevas con esta historia. Cuando termine, os diré cuales han sido mis fuentes de información, y os recomiendo que visitéis la sección de imágenes de Google y busquéis fotos de algunos de los lugares que han aparecido y los que aparecerán. No lo lamentaréis.
Sé que alguno/as ya lo habéis hecho.
¿OS HA GUSTADO?
Por favor, decid que sí, porque me he pasado toda la tarde escribiendo… En seis horas he escrito catorce páginas… sólo para que pudierais tener algo con que disfrutar este fin de semana…
¿Qué será lo que Touya tiene planeado para los dos? Y lo más importante ¿adónde irán?
Una escapada un fin de semana… Mmmmmm… Y estarán solitos…
Y os aviso que tengo que subir el rating para el próximo capítulo, jijijijiji….
Muchos besos, y dejadme un montón de reviews… Porque me estoy esforzando mucho con esta historia, incluso más que con ‘Inesperado y perfecto’ y los reviews que me habéis mandado me saben a poco…
¡POR FAVOR, UN REVIEW!
Aunque sólo sea para decirme... ¡Hola!
A mí me queda por decir… ¡Adiós y hasta pronto, mis queridos lectores!
Besos,
Mery
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