diumenge, d’octubre 29, 2006

CITAS PARA TODA LA SEMANA. Cap7

CITAS PARA TODA LA SEMANA. Cap7 (29.10.06)

Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp. Es mío el argumento de esta historia.

Día 7: De sombras... y de luces

Domingo 22 de junio

12h30- Casa Kinomoto

La lluvia arremetía contra las ventanas, incansable, invencible... El ruido de ese incesante repiqueteo contra los cristales de los amplios ventanales era lo único que se podía escuchar en el comedor de los Kinomoto, donde sus tres residentes descansaban aquel sombrío mediodía de domingo.

Touya estaba sentado en el sofá, al lado de su hermano, mirando distraídamente la televisión, intentando eliminar los recuerdos de los días anteriores aunque fuera sólo por unos escasos segundos. Pero le era imposible. La tarea de borrar a Tomoyo de su mente se había hecho completamente imposible.

La veía en todas partes. Primero había sido en sus sueños, después de regresar de su funesto fin de semana. Sus remembranzas de los momentos compartidos en aquella pequeña y cutre habitación de la pensión eran los recuerdos más bonitos que Touya había formado en muchos años. Si lo pensaba detenidamente, sabía que lo único que podía superar aquellas caricias y besos que se intercambiaron durante su torbellino... sus torbellinos... de pasión era... Bueno, en realidad no se le ocurría nada.

Después había sido su despertar. Porque Tomoyo no había estado descansando entre sus brazos. No habían podido compartir los besos de buenos días que habían disfrutado el día anterior, y que había desencadenado otro huracán. Recordaba la dulzura en que Tomoyo se había entregado de nuevo aquella mañana. Aquellos suspiros, aquellos gemidos ahogados, los jadeos entrecortados, la respiración irregular y superficial... sus ojos clavándose en los suyos como flechas que disparaban directamente a su corazón.

Al ducharse, recordó que Tomoyo se había duchado aquella mañana después de tan agotadoras actividades. El olor a lavanda y a romero de su champú, la calidez que su cuerpo habría sentido bajo el chorro de agua caliente, su pelo enredado cuidadosamente en la blanca toalla...

A la hora del desayuno, junto a su padre y su hermana, había compartido en silencio las tostadas con miel y el café recién hecho, pero en lugar de tostadas y café no hacía más que ver a Tomoyo, sentada a su lado, comiendo afanosamente su ración de tempura y de fideos... Una mujer con gran apetito... Tomoyo parecía que tuviera un agujero por estómago. Y eso, a Touya, le encantaba. Adoraba que Tomoyo no fuera remilgada. De hecho, le encantaba verla chupándose los dedos...

Su padre le había pedido a Sakura que fuera a buscar el pan para la comida, pero para sorpresa de su familia, Touya se ofreció a buscarlo él mismo, cosa que nunca había hecho antes. Durante su camino hasta la panadería, recordaba los paseos nocturnos en que los dos habían caminado hasta la mansión y, por consiguiente, en los besos de despedida...

Los besos de despedida... ‘El beso’ de despedida...

No podía ser así. Aquel beso no podía haber sido una despedida... No podía.

Antes de comer, después de dejar la barra de pan en la cocina, los tres se habían sentado en sus asientos favoritos en el comedor. Fujitaka había decidido que, dado el imperturbable silencio que había reinado en la casa toda la mañana ante la presencia de Touya, era hora de poner algo de ruido en aquella casa, así que encendió el televisor para ver las noticias del día.

Fujitaka sabía que el silencio no duraría mucho. Conocía muy bien a su hija, y sabía perfectamente que, puesto que no había podido hablar con su mejor amiga aquella mañana sobre la escapada, tendría que conseguir los primeros detalles por medio de Touya. Un trabajo difícil, pero no por ello imposible. O, al menos, eso pensaría Sakura.

“Y... ¿cómo ha ido el fin de semana?”, preguntó Fujitaka. Por una vez, que fuera él quien entablara una conversación de ese tipo. Sakura lo miró sorprendida, se fijó, y envió una sonrisa socarrona a su hija.

“Bien...”, contestó secamente, sin apartar sus ojos de la pantalla, pero con su cabeza sumergida en su lago de recuerdos.

“¿Dónde fuisteis?”, preguntó Fujitaka.

“A Hiroshima el viernes...”, y no pudo remediar que un suspiro se le escapara. Echó su cabeza para atrás, apoyándola en el respaldo del sofá. “Y ayer, fuimos a Kioto.”, terminó. Cerró los ojos, porque no quería que ninguno viera el dolor, el sufrimiento, la frustración, la desesperación, y mil emociones más que, combinadas con la fascinación, la locura y la admiración, junto al amor, que sentía en esos momentos... No había ni un segundo que no pensara en ella.

Incluso la mera presencia de su hermana se la recordaba. ¡Por Dios! ¿Qué demonios había hecho?

No sólo se había enamorado, sino que se había acostado con la mejor amiga de su hermana. Había roto una de las principales reglas tácitas de las relaciones entre... Bueno, la regla aquella de que uno no podía ligarse a la mejor amiga de su hermana... como aquella de que tu mejor amigo no podía salir con tu exnovia, y viceversa.

“¿Os lo pasasteis bien?”, preguntó Sakura, quien, por primera vez, se atrevía a dirigirse a su hermano.

“Sí, fuimos a muchos sitios... A Miyajima, al Monte Hiei, a la pagoda Toji, y al Kiyomizudera...”

“Estuve hace unos años, con vuestra madre, en Hiroshima. Lo pasamos muy bien. A vuestra madre le encantó la bahía, el viaje en barco hasta la isla, la puerta de O-Tori, los animales esparcidos por la ciudad...”

“Sí, a Tomoyo se le antojó darles de comer... Los animalillos empezaron a perseguirla...”, se rió Touya, recordándola de nuevo.

“Tu madre también lo hizo... Uno de los cervatillos le robó el bocadillo...”

“¿De veras?”, preguntó Sakura, muy animada, pues nunca había oído hablar de aquella salida de sus padres.

“Y recuerdo que, por las noches, la puerta de O-Tori se ilumina desde el santuario. Una vista preciosa...”, Fujitaka no era el único que se estaba perdiendo en sus memorias. “Es uno de los lugares más románticos que he visitado nunca...”

“Debo darte la razón...”, murmuró Touya. Su padre lo miró complacido.

“¿Te has enamorado de mi amiga o no?”, preguntó Sakura. Su padre la miró complacido.

“No te metas donde no te llaman, Sakura...”, a Touya se le veía perturbado.

“¿Y qué piensas hacer, hermanito? Vas a hacer lo que tu corazón te pide a gritos... ¿o vas a cometer el mayor error de tu vida?”

Touya pensaba exactamente en lo mismo.

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14h30- Mansión Daidouji

“Cariño, te veo algo pálida...”, dijo Sonomi a su hija, quien comía su plato con desgano.

“Oh... debe de ser el día... Es algo... triste...”, contestó distraída. Y sorprendida, pues, en mucho tiempo, su madre no había compartido una comida con ella, y, mucho menos, había iniciado una conversación. Y ella no era, como norma, el tema de ésta.

“A mí me encantan los días de lluvia... Tu padre me pidió que me casara con él una noche de lluvia, ¿sabes? El agua caía a cántaros. El cielo estaba iluminado por miles de relámpagos, y los truenos eran ensordecedores... Tu padre y yo... no tuvimos un noviazgo muy convencional...”

“No lo sabía...”, repuso la joven.

“Claro que no... nunca te lo he explicado.”

“Ya...”

“Tu padre era muy guapo...”, sonrió Sonomi. “Te pareces a él más de lo que crees... Pero su corazón se lo llevó antes de hora, y tú no has podido disfrutarlo como yo lo hice...”

“No importa... Al menos te dio...”, pero Tomoyo se calló.

“¿Qué me dio, Tomoyo?”

“Te dejo la empresa... y eres una gran jefa...”

“Eso no es lo mejor que me dio, cielo... Lo mejor que tu padre me dio fuiste tú. Un regalo caído del cielo, Tomoyo. Eras un ángel para tu padre. Te amaba como a nada en este mundo, se pasaba todo el día alardeando de ti en la oficina... llevaba un montón de fotos en su cartera, te compraba todas las monerías que veía... El departamento de juguetería... lo hizo para ti. Y por ti... Trabajó día y noche para crearlo...”

“Y eso le mató...”

El silencio en el gran comedor era tan ensordecedor como aquellos truenos que su madre había mencionado.

“No fue el trabajo... sino el amor que sentía por ti... En el fondo, esa es una bonita razón para morir...”

“Sería más bonito que nadie muriera por amor...”

“Y a mí me da que tú estás a punto de hacerlo...”

“¿Cómo...?”

“Touya... Es totalmente opuesto a ti. Es un hombre grosero, posesivo, antipático, rudo, demasiado sincero y directo...”

“Y me encanta...”

“Lo he notado... Tomoyo, yo no creo que...”

“Le amo. Pero él a mi no...”

“No lo sabes...”

“Me dejé llevar... Me dejé llevar y... Y lo seduje.”

“¿Tomoyo...?”

“Seduje a Touya Kinomoto en una habitación de hotel y dejé que me hiciera el amor una y otra vez. Y repetimos a la mañana siguiente. Se lo supliqué, que me hiciera suya. Sé que tengo muy pocas posibilidades... de que me corresponda. Pero lo amo... Y me entregué a él sin pensar en qué pasaría a la mañana siguiente, cuando me despertara y él me dijera que fue un error.”

“¿Fue un error?”

“No... Por mucho que me pese, es lo mejor que he hecho nunca. No me arrepiento de nada de lo que he hecho este fin de semana... Lo siento, mamá... Sé que querías que...”

“No digas más, hija... No tienes que pedirme disculpas...”

“Pero...”

“Tu padre y yo no fuimos muy respetuosos con los deseos de nuestras familias... Cariño, tu fuiste concebida antes de la boda. Tu padre no se arrodilló una semana después de que... ya sabes.”

“¿En serio?”

“Nada fue un error... Nunca lo es... si tu corazón no lo siente así. Tu corazón es el único que juzga los errores que él comete... Y, a pesar de mis pegas... Creo que Touya sería un marido estupendo para ti.”

“Mamá...”, Tomoyo empezó a llorar. “No me des ilusiones, por favor...”

“Si te haces ilusiones es porque algo te las da.”

“Touya no me ama...”

“Eso no lo sabes”

“No me ama...”

“Sí que lo hace... Pero o no se ha dado cuenta aún, cosa que me hace pensar que no es el joven inteligente que creía que era, o no se atreve a decírtelo, cosa que me hace pensar que es más tonto de lo que creía que no era...”

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17h00- Mansión Daidouji

Sakura estaba de pie al lado de la ventana que daba al jardín. Al fin había dejado de llover. El jardín estaba mojado, y el cerezo que lo presidía daba la impresión que estuviera llorando.

Sakura sabía que Tomoyo había estado llorando. Al llegar a la mansión, se había dado una grata alegría al ver, por primera vez en muchos años, a madre e hija hablando tranquilamente en el salón. Las dos habían estado sentadas en el sofá, su tono de voz muy bajo. Sonomi la había sonreído y se había despedido de ambas, alegando que tenía que trabajar.

Las dos amigas habían subido a la habitación de Tomoyo. Su maleta estaba abierta en el suelo, y Tomoyo se dirigió a ella para sacar una pequeña bolsa. Se la tendió, era un precioso regalo de los que había comprado en el mercadillo el día anterior.

“¿Cómo es Hiroshima?”

“Realmente precioso... Me encantó toda su historia, y visitamos Miyajima...”

“Lo sé... Touya nos lo contó... y papá nos explicó que él y mamá habían ido antes de que Touya naciera... Parece un lugar muy romántico...”

“La verdad es que lo es...”, suspiró. “Muy romántico...”

“Tomoyo... Dime qué ocurrió... Dime qué ha pasado para que los dos estéis tan deprimidos...”

“¿Los dos?”

“Sí... Touya parece apagado... Ha ido a buscar el pan... ¡algo inconcebible!”

Tomoyo la miró de reojo, sentándose en la cama. No había deshecho su maleta. No podía. La había dejado en el suelo, la había abierto... y así se había quedado. No podía sacar la ropa. Olía a Touya. No quería lavarla. Touya había tocado aquellas prendas con sus manos, se las había sacado lentamente, desnudándola, dándole el placer más grande que nunca hubiera soñado... Y toda aquella ropa reflejaba lo que había sentido en aquellos dos días... los dos mejores días de su vida... Y deseaba que hubiera más... Muchos más...

“Por favor, Tomoyo... Cuéntamelo... ¿Cómo voy a poder entender lo que ocurre si no me lo cuentas?”

“¿Por qué quieres saberlo?”

“Porque quiero... necesito ayudarte... Algo ha pasado para que los dos estéis tan mal... Estabas muy ilusionada con el viaje... Por lo que he oído, os lo habéis pasado muy bien, habéis disfrutado de los rincones de Japón que habéis visitado... ¿Qué es lo que ha ido mal?”

“Nada fue mal... Pero...”

Sakura la miraba desde la ventana, sus brazos alrededor de su cuerpo. Tomoyo apartó sus ojos de la hermosa figura de su amiga...

Ella la había advertido...

“Digamos que... no usamos condón.”

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19h00- Tiempo de descuento: 60:00:00

-Casa Kinomoto-

Touya estaba tirado sobre la colcha de su cama. Su vista estaba clavada en el blanco del techo. No se oía ningún ruido. Su padre no estaba en la casa. Su hermana tampoco. Sakura se había ido a casa de Tomoyo un rato para hablar con ella. De eso hacía ya dos horas. Sabía que habían quedado.

De repente, se puso de pie y se acercó a su escritorio. Una gran pantalla captó su atención. En ella, la foto de una preciosa mujer, cuyo pelo era negro como el ébano, con hebras azuladas que resplandecían bajo el sol, sonriente. Los grandes y risueños ojos violáceos se clavaban en él como estacas en su corazón. Primero las flechas... y ahora las estacas, como si fuera un vampiro.

Se sentó en su silla. Touya cerró el archivo y abrió otra. En ella se veía a Tomoyo en lo alto de la Torre de Tokio, con la ciudad brillando a sus espaldas, su pelo flotando al son del viento. El siguiente archivo mostraba a Touya sentado en la mesa del restaurante de Shinjuku, Tomoyo sentada a su lado, tomando un sorbo de sake. Los dos se estaban mirando fijamente. Aquella foto sólo la podía haber hecho su cliente.

En las otras fotos se veía a Tomoyo en Hakone, con las nubes de vapor tras ella. Tomoyo montando a caballo, Tomoyo en el mirador, con el sol iluminando su rostro. Touya sentado en el claro del Parque Botánico de Nikko, Tomoyo junto al gran cerezo del Templo de Tsukimine, Touya mirando a uno de los bonsáis, Tomoyo acariciando los pétalos de una rosa de los Ikebana, Tomoyo dando de comer a los peces, mojándose las manos en el agua fría bajo la cascada del puente de Shinkyo. Touya mirando por las ventanas del Shinkansen, con el Monte Fuji en el fondo, Tomoyo y él, juntos en el monumento de la Paz en Hiroshima, Tomoyo delante de la puerta de O-Tori, ya anocheciendo. Los dos en el ferry. Tomoyo dando de comer a un ciervo. Tomoyo recogiendo conchas a la orilla de la bahía. Tomoyo en el Monte Hiei, sentada al lado de uno de los templos budistas. Los dos en la sala privada del restaurante Fusima. Tomoyo comprando regalos en el mercadillo. Tomoyo y Touya sentados en el entarimado de Miyajima, sus manos entrelazadas... sonriéndose.

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-Mansión Daidouji-

Tomoyo se esparcía el champú por el pelo. Se masajeó la cabeza, haciendo que el jabón se convirtiera en espuma. Se aclaró la larga cabellera, y se enjabonó el cuerpo. Sus manos, recorriendo, cada milímetro de su piel, le recordaban el camino que había hecho Touya... estudiando, descubriendo, provocando.

De una nube de vapor, Tomoyo salió de la ducha, se envolvió en una toall y empezó a secarse el pelo. Se lo desenredó, imaginándose que el peine eran los dedos de Touya que se perdían entre las hebras mientras la besa con ternura.

Empezó a secarse el cuello, los hombros, el pecho... Touya succionando sus pezones...

Siguió con su barriga... Touya introduciendo su traviesa lengua en su ombligo.

Llegó a su entrepierna, ignorándola. La toalla secó sus piernas suavemente... Las mismas piernas que se habían enrollado alrededor de aquellas caderas poderosas y masculinas... exigentes.

Volvió a su entrepierna... Donde Touya había llegado hasta el más oscuro, profundo y secreto rincón... haciéndola suya para siempre...

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-Apartamento de Shaoran-

Sakura, Shaoran y Meiling estaban sentados en el sofá que ocupaba medio salón. Sakura estaba acurrucada en Shaoran, su brazo en sus hombros, su mano enredándose en su fino cabello. Meiling los miraba celosa, bromeando que deberían casarse de una vez...

Sakura sonreía, pero sus preocupaciones estaban en otro lugar...

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-Cine de Tomoeda-

Yukito abrazaba a Nakuru por la espalda, mientras esperaban que se abrieran las puertas para entrar a la sala 3 del cine de Tomoeda. Aquella tarde había mucha gente que quería asistir al estreno de la película.

Nakuru colocó sus brazos sobre los de su novio, aproximándolo más. Él la besó en el cuello, provocando un ronroneo de placer.

Pensaba en lo bonito que sería que su mejor amigo pudiera disfrutar del amor con Tomoyo, de la misma manera que él lo disfrutaba con su guardiana favorita.

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-Mansión Daidouji-

Sonomi se sirvió otra taza de café. Fujitaka, a su lado, se terminaba su primera taza. La dejó sobre la mesita, y Sonomi se la llenó por segunda vez.

Fujitaka le sonrió a modo de agradecimiento, y se acomodó de nuevo en el sofá, Sonomi haciendo lo mismo a su derecha.

Ninguno de los dos hablaba, sólo miraban el cielo por la ventana, pensando en el incierto futuro de sus hijos...

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-Londres-

Kaho acariciaba remolonamente el pecho desnudo de su amante. Eriol, a su vez, la besaba amorosamente en el pelo, peinándoselo perezosamente con sus dedos.

Kaho alzó la vista, lo miró, y lo besó en los labios, a lo que Eriol respondió inmediatamente. Cuando se separaron, sonrieron.

Y siguieron besándose...

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19h30- Tiempo de descuento: 00:30:00

-Casa Kinomoto-

Touya se había duchado, pero no se había vestido del todo. Sólo unos pantalones vaqueros cubrían sus piernas. Estaba mirando por la única ventana de su habitación. Las nubes, amenazantes, cubrían todo el cielo.

Desvió la vista, y miró su mano, en la que tenía una de las conchas que Tomoyo había cazado en la puerta de O-Tori. La acarició suavemente, y la apretujo de nuevo en su mano.

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-Mansión Daidouji-

Tomoyo cerró la puerta de su habitación. Caminó sin prisas por el largo pasillo y bajó las escaleras. Cogió un pequeño paraguas verde esmeralda del paragüero del recibidor. Se colocó una fina chaqueta de lino sobre su vestido azul, y abrió la puerta principal.

No se dio cuenta de que dos pares de ojos la observaban detenidamente. Sus pasos firmes sobre la gravilla, hacia la verja.

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19h45- Tiempo de descuento: 00:15:00

-Parque Pingüino-

Tomoyo llega al Parque Pingüino. Mira el reloj. Ha llegado muy pronto.

A su alrededor no hay nadie. Los niños no salen a jugar después de una tormenta. El parque está lleno de charcos y el Rey Pingüino es muy resbaladizo.

De su bolso saca un pañuelo, se da media vuelta y se dirige a uno de los bancos que hay esparcidos por el parque. Con el pañuelo seca la madera.

Y se sienta a esperar.

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-Casa Kinomoto-

Touya se termina de poner su camisa. Blanca como la nieve, como la piel de Tomoyo. Se gira hacia la puerta, pero cuando sus dedos se cierran sobre el picaporte, se detiene.

Suspira, y apoya su frente sobre la madera.

Su mano suelta el picaporte...

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19h58- Tiempo de descuento: 00:02:00

Tomoyo mira el reloj de nuevo. No puede evitarlo.

Sus pies están sobre el banco, sus rodillas dobladas, su cabeza apoyada sobre sus piernas, ocultando su rostro humedecido por las lágrimas.

Los sollozos es lo único que se oye entre los árboles...

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19h59- Tiempo de descuento: 00:01:00

Las manecillas del reloj avanzan sin pausa... sin más prisa que el rítmico tic-tac que retumba en sus oídos.

Sus ojos se fijan en la hora que este marca: un minuto.

Un minuto.

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20h00- Tiempo de descuento: 00:00:00

A lo lejos se oyen las campanas dar la hora. Ya son las ocho.

Llega tarde... llega tarde...

No... No va a... venir...

No va a venir...

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20h04- Tiempo de descuento: -00:04:00

“¿Llego demasiado tarde?”

Tomoyo alza la cabeza de entre sus brazos, sin poder creérselo. Las lágrimas corren por su rostro, dejando brillantes regueros de dolor por sus mejillas.

“S... Sí.”

La voz de Tomoyo ha sido dulce, pero firme.

Los ojos de Touya se abren desmesuradamente, sorprendidos. Sus facciones muestran una terrible desesperación, una insoportable agonía.

‘No puede ser... no... Sé que he llegado tarde... pero he llegado. He llegado.’

Sus rodillas le tiemblan. Ha sido un estúpido.

Tomoyo se levanta del banco y se acerca a él. Sus pasos son seguros y silenciosos sobre las piedras y las hojas mojadas. Sus manos se acercan al rostro cabizbajo, levantándolo. Acarician su barbilla, y ella acerca su rostro, y suspira muy cerca. Su aliento choca contra sus labios. Sus ojos se clavan en ella... no son estacas, ni flechas...

“Pero no importa... Touya...”

Y el aliento se convierte en unos labios, húmedos por las lágrimas, cálidos porque Tomoyo no puede más que desprender calidez. Sus bocas se abren a la vez, y sus lenguas se encuentran de nuevo. Se conocen de nuevo. Se exploran de nuevo.

Se aman...

Touya la tiene abrazada por la cintura, pero sus manos necesitan perderse por su pelo... Necesitan enredarlo una vez más... Quieren despeinárselo...

Sus narices se rozan, sus labios aumentan la fricción, sus lenguas se saborean, sus dientes mordisquean...

Al separarse, sus bocas se quedan abiertas, muy cerca.

“Te quiero, Tomoyo...”

“Oh...”, un sollozo. “Y yo a ti, Touya... Te amo...”

Sus bocas se vuelven a buscar y definitivamente se encuentran.

“Te amo... te amo... te amo...”, repite él, dándole un beso con cada ‘te amo’.

Pero el oxígeno es un bien muy preciado para todos los seres humanos...

“Dicen por ahí...”, susurra Tomoyo, mirándolo. “’Más vale tarde que nunca...’”


Notas de la autora:
Sólo he tardado tres horas en escribir este capítulo. He tardado en empezar, pero una vez mis manos han dado con el teclado, no han dejado de escribir. Mis manos iban solas, las palabras fluían por mi mente, y las ideas se formaban con claridad.
Sabía qué quería hacer, qué quería decir...
¡Y lo he hecho!
Siento el sufrimiento... aunque esa ERA mi intención.
Al fi y al cabo, las buenas historias no te dan el ‘final feliz’ hasta la última página. Así que yo no iba a ser menos.
Me quedan pocas cosas por decir.
No voy a poder dedicarme a escribir durante los próximos meses. La universidad es una amante muy exigente... Así que no tendré tiempo de subir historias originales, a menos que tenga tiempo libre algún fin de semana o por Navidades. Algo subiré, aunque quizá sea cortito. Pero tengo un par de adaptaciones que me gustaría ahcer, a menos que alguien ya las haya hecho. Primero lo comprobaré.
Tengo una idea para hacer una especie de epílogo de esta historia. La empecé ya cuando sólo tenía el borrador del primer capítulo de este fic escrito. Al principio no quería publicarlo, pero me salió bastante divertido. Iba a ser una historia aparte, pero me haría mucha gracia que fuera una continuación de ‘Citas’. Al fin y al cabo, hemos dejado algunas incógnitas sin resolver...
Y, por último, quiero muchos reviews, porque estoy triste. Últimamente apenas recibo vuestros comentarios... así que hago huelga y no escribo o tardo en subir los capítulos de mis otras historias en progreso. ¡Sólo tenéis que apretar un botón!
Bueno... Se terminó... Y quiero llorar porque me ha encantado escribir esta historia: el proceso de investigación, el montón de información que debía seleccionar, rechazar y combinar. ¡Las cosas que no he podido incluir en la historia! Tampoco era plan de alargarlo demasiado...
Estoy muy contenta... MUY CONTENTA...
Así que vosotros tenéis la llave para que yo sea una mujer aún MÁS feliz.
O no habrá más historias o adaptaciones.
Por cierto, si alguien necesita un BETA, me ofrezco. Quizá no tenga tiempo para escribir (porque requiere más tiempo de lo que nunca imaginé- y eso que tengo que reconocer que escribo rápido), sí que lo tengo para leer. Ya lo sabéis, aquí me tenéis dispuesta para cualquier idea o consejo que necesitéis. No lo dudéis ni un segundo.
Ahora ya sí, lamentablemente, me despido.
OS QUIERO,
Mery
PS: Adjuntaré un capítulo dedicado a las fuentes que he utilizado para realizar este fic.
PS2: ¡NO OS HE DADO BESOS, QUÉ DESPISTE!