diumenge, d’octubre 29, 2006

CITAS PARA TODA LA SEMANA. Cap5

CITAS PARA TODA LA SEMANA. Cap 5 (14.10.06)

Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp. Es mío el argumento de esta historia.

Día 5: Shinkansen

Viernes 20 de junio

11h00- Mansión Daidouji

“Te noto algo nerviosa...”, comentó Sakura, mientras observaba a su mejor amiga preparar una pequeña maleta con ropa. La veía correr del armario a la cama, del cajón al baño... buscando los pantalones, faldas, camisetas, jerséis, zapatos, desodorante, cepillo... Todo aquello que necesitaba para disfrutar de dos días a solas... con Touya.

“¿No me digas?”, espetó Tomoyo, deteniéndose a su lado, sacándole de un tirón la revista del corazón en la que Sakura estaba enfrascada. “Estoy muy nerviosa, y tú te dedicas a leer no-sé-qué-cosas sobre la nueva maternidad de Britney Spears, o cuándo se casa Tom Cruise, o la última película de Josh Harnett... Ten un poco de compasión...”

“Está bien, te ayudaré. Pero debes entender que la vida privada de los famosos es de interés internacional... Para algo son famosos...”

“¿Y si, durante los próximos diez minutos, yo fuera la famosa?”, le preguntó Tomoyo a su amiga. “¿Me dedicarías esos minutos para ayudarme a preparar la maldita maleta?... ¡Es que no sé qué llevarme!”, dijo exasperada.

Sakura intentó calmarla, pero sus esfuerzos fueron en vano.

“A ver... ¿por casualidad, mi querido hermano te ha dicho dónde iréis?”

“No... me ha dicho que saldremos pronto, eso es todo...”

“¡Qué vergüenza! Los hombres nunca entenderán que una mujer necesita su tiempo para preparar la ‘maleta perfecta’....”

“Eso digo yo...”, bufó Tomoyo, quien colocó sus brazos en jarra sobre su cintura, con dos camisetas en cada mano, mientras miraba su maleta, aún vacía.

“Primero. Los vaqueros.”

“Aquí están...”, dijo Tomoyo, dejando las camisetas sobre su almohada, y girándose para coger los dos pantalones vaqueros que había dejado sobre el respaldo de la silla de su escritorio. Se los dio a Sakura, quien los colocó delicadamente en el interior de la maleta.

“Ahora, ¿qué camisetas te vas a llevar?”

“Me he preparado cuatro... una de manga larga, dos cortas y una de tirantes...”, dijo Tomoyo mientras le daba las prendas.

“Llévate otra de tirantes, por si acaso...”, le aconsejó Sakura.

“¡OK!”, le tendió otra camiseta.

“Ropa interior... muy bien... Un par de calcetines nunca viene mal... Una chaqueta o jersey ligero, por si refresca por la noche... Creo que de ropa ya estamos servidas... ¿neceser?”

“Preparado en el baño”, contestó Tomoyo, como si fuera un soldado dirigiéndose a su superior, señalando la pequeña puerta que había a un lado.

“Me pregunto si...”, murmuró Sakura, mirando a su amiga de arriba abajo, dándose golpecitos con el dedo índice en su labio inferior, pensando.

“¿Qué?”, preguntó Tomoyo, mirando a su alrededor, comprobando que no se hubiera olvidado de nada.

“¿Llevas condones?”

La cabeza de Tomoyo giró en seco hacia la figura de su amiga, que seguía reflexionando. Los ojos amatistas de la joven se abrieron de par en par, al igual que su boca, que se había quedado colgando...

“¡¿QUÉ?!”

“No te sulfures, querida... Es una medida de precaución... En caso de que las cosas vayan más allá...”, dijo Sakura en tono neutral. “Al fin y al cabo, eres una mujer joven y sana... Una tiene sus necesidades...”

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14h45- Centro de Tomoeda

“No me puedo creer que estés haciendo esto...”, dijo Yukito lentamente, dando mucha importancia a cada una de las palabras que emitía.

El joven de ojos grises caminaba al lado de su amigo, quien tenía las manos ocupadas agarrando fuertemente un gran sobre, para que este no se le escapara.

“¿Y por qué no? Puede parecer algo... sorprendente, lo admito... Pero, creo que va a ser una experiencia única... Nunca he estado, y estoy seguro que a Tomoyo le encantará... Al menos eso dijo Sakura en una ocasión... Sé que a Tomoyo le fascinará...”

“Tú sí que estás fascinado... Fascinado por esa mujer...”, rió Yukito, quien no apartaba la vista de la alta figura de su socio. “¿Y te puedo confesar una cosa?”, le preguntó. Touya asintió, mirándolo interesado. “Creo que esta muchacha te hace mucho bien...”, sentenció.

“Yo también lo pienso... Tomoyo es fascinante... Esa palabra describe muchas de las cosas que me han pasado últimamente... Y con eso, quiero decir estos cuatro días. Nunca creí que podría sentir algo tan profundo por ella... por cualquier persona.” confesó, y soltó un largo suspiro. “Yo ya sabía que era una joven muy especial... Pero nada me había preparado para descubrir tanta belleza... Su belleza interior es...”, detuvo su parlamento porque no encontraba la palabra adecuada.

“Eso es el amor, Touya...”

“Lo sé... Y eso me da miedo, Yukito.”

Touya paró en medio de la calle, delante del escaparate de una pastelería. Se dio la vuelta para contemplar las barras de pan, los cruasanes, las napolitanas, los buñuelos, las magdalenas, los barquillos, los bombones, los tocinillos de cielo, las tartaletas de chocolate, las lenguas de gato, las rosquillas, las cocas de manzana, los merengues, los pasteles de nata, las tartas Sacher, las trufas y los panecillos rellenos... Todos los productos colocados elegantemente para que los transeúntes se quedaran embobados ante tanto dulce y se atrevieran a entrar en el establecimiento para salir con menos dinero, con mucha comida, y con futuros kilos de más.

Los ojos de Yukito, por supuesto, se desviaron al descubrir tanta maravilla. Si Nakuru lo viera...

“Me da miedo... Y a la vez es lo que más deseo en este mundo...”

Apartando la vista de los sabrosos manjares, Yukito miró el rostro de Touya, y elevando su brazo para tocar el de Touya, apretujando su hombro en señal de ánimo, le dijo.

“Entrégate a ella, como nunca antes lo has hecho, Touya. Yo también tuve miedo una vez, y mi corazón se cansó de ser cobarde, y creyó que ya era hora de coger el toro por los cuernos... Y así lo hice. Estos años con Nakuru han sido los mejores de mi vida... Y te aseguro que los próximos serán mejores. Quiero que hagas lo que tu corazón te pide. Y creo que ya sabes lo que debes hacer. Deja el temor en un rincón, y ni te acerques a él. Ahuyéntalo, envíalo tan lejos como te sea posible... y dalo todo por Tomoyo. Porque sabes que vale la pena... Porque sabes que los próximos años serán mejores... si los andas junto a Tomoyo.”

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16h00- Estación de tren de JR Tokio

“¿No piensas decirme adónde vamos, verdad?”, preguntó Tomoyo, quien caminaba rápidamente junto a Touya. Él llevaba una pequeña bolsa colgada en el hombro, mientras tiraba de la maleta de Tomoyo, pues se había ofrecido a llevarla por toda la estación.

Tomoyo y él habían quedado a las tres de la tarde en casa de Touya, y de allí se dirigieron a la estación de trenes de Tomoeda, donde cogieron el tren que llevaba a Tokio. Una vez en la ciudad, se perdieron por los túneles hasta llegar al andén de la línea JR Tokio.

“Debes tener paciencia, Tomoyo, cielo...”

A Touya se le había escapado lo de ‘cielo’, pero no pudo más que sonreír cuando vio cómo a Tomoyo se le encendían las mejillas ante el apodo cariñoso. Sin pensarlo, cambió de mano la maleta para acercarse a ella y abrazarla por los hombros. El contacto hizo que Tomoyo se enrojeciera aún más. Sin embargo, sentirlo tan cercano se sentía tan bien, que Tomoyo pasó su brazo por la cintura de Touya, aproximándolo más a ella. Caminaron así de agarrados hasta la entrada del andén, donde Touya, al fin, le descubrió a donde irían...

“¿A Kioto?”, cuestionó la joven, viendo los billetes que Touya había tenido escondidos en el sobre. “¿Vamos a coger el Shinkansen?”, lo miró sorprendido.

“Bueno... Más o menos.”, Touya intentó evadir la respuesta completa.

“¿Cómo que ‘más o menos’?”, se rió Tomoyo.

“Vamos primero a Kioto... luego cogeremos otro tren...”

“¿Cuántas sorpresas más me tienes preparadas?”

“Todas las que consiga...”

“Vaya...”, suspiró Tomoyo, mirándolo fijamente.

“¿Qué?”, le preguntó Touya.

“Nada... Es que no sabía que fueras tan espontáneo... Nunca me imaginé que aceptarías estas citas, la verdad... Me gusto mucho que lo hicieras, porque estoy descubriendo muchas cosas nuevas sobre ti... Y espero que a ti te esté pasando lo mismo... Estoy disfrutando mucho con estas salidas, pero nunca pensé que tú también lo harías...”, se detuvo para soltar una carcajada. Continuaron caminando, llevando su equipaje por el andén, buscando un lugar donde esperar al tren. “Al principio, y con esos me refiero al lunes... creí que dirías dónde querrías ir o me dejarías que te arrastrara durante nuestras citas...”

“¿Me tomas el pelo?”, bromeó el joven. “Porque es exactamente lo que me hubiera gustado hacer para desanimarte...”

“¿Querías desanimarme?”

“’Quería’ es la palabra clave...”

“¿Ahora ya no?”

“No...”

“¿Por qué?”

“Porque me...”

Su respuesta fue interrumpida por un estruendoso silbido que avisaba la llegada del tren de alta velocidad. Cuando este se paró, los dos recogieron sus maletas y subieron al tren, olvidándose por completo de lo que Touya había estado a punto de decir.

El viaje en tren duraba unas dos horas, que ambos aprovecharon para hablar, para dormir un poco y para compartir una revista que una mujer les había prestado. Tomoyo escuchaba la suave voz de Touya comentando sobre uno de los artículos mientras miraba como los paisajes corrían veloces a través de la ventana. El sol se iba escondiendo poco a poco bajo las montañas, aunque este aún irradiaba su luz esa tarde de verano.

Tomoyo se despertó repentinamente cuando Touya la zarandeó para despejarla, indicándole que ya habían llegado a Kioto. Bajaron del tren con sus bolsas, y empezaron a andar para coger el próximo tren, que salía en pocos minutos. Recorrieron un largo pasillo, en cuyas paredes, que un día fueron blancas, habían escritos mensajes de colores y dibujadas muchas caricaturas.

Cogieron el siguiente tren, cuyo destino maravilló a Tomoyo.

“¿Me llevas a Hiroshima?”

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19h30- Hiroshima

“Mira que bonita ciudad...”, comentaba Tomoyo mientras Touya y ella caminaban por las calles, mirando a su alrededor. Tomoyo nunca había visitado esa parte del país, al igual que Touya, así que ambos estaban igual de interesados en aquella población. Habían iniciado una conversación, hablando de la ciudad, comparándola con Tomoeda y con Tokio, fijándose en algunas construcciones que destacaban por encima de las viviendas, como el castillo de Hiroshima, o la cúpula de Gumbaku, considerada como el símbolo de la ciudad, e incluida en el llamado Monumento de la Paz, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Acababan de salir del hotel en el que se iban a hospedar. Habían dejado las maletas en su habitación, que para preocupación de la pareja, habían de compartir. La pensión tenía todas las habitaciones, que eran muy pocas, ya alquiladas, como la gobernanta que dirigía el hostal les informó.

Al entrar en la habitación, habían visto una enorme cama con el cabezal pegado a la pared. A un lado, un sofá de tres plazas, en el que Touya amablemente se ofreció a utilizar durante la noche, para descontento de Tomoyo, quien ya se había imaginado durmiendo entre los musculosos brazos del joven al ver la confortable cama.

Una puerta daba a un pequeño cuarto de baño, que pesar de sus dimensiones, tenía todo lo indispensable para ducharse y asearse.

“Y pensar que fue el escenario del primer bombardeo atómico de la historia... Las guerras nunca traen nada bueno...”

“Tienes razón. Sólo provoca dolor y muerte...”

“Mmmm...” asintió Touya. “¿Sabías que la ciudad esta asentada sobre el delta del río Ota?”

“Algo he leído...”

“El río nace en los montes Chukogu, muy cerca de aquí. De él nacen siete brazos que dividen la ciudad en seis islas que se proyectan hacia la bahía de Hiroshima.”

Estaban llegando a la costa, desde donde se podía observar el horizonte y las demás islas.

“Bueno, ahora tenemos que irnos...”, dijo Touya en tono despreocupado, agarrando a Tomoyo y abrazándola por los hombros, algo que ya parecía una costumbre en él. No que Tomoyo tuviera alguna queja... Si no podía dormir entre esos brazos, al menos los podía disfrutar mientras pasearan.

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21h00- Miyajima

“Supongo que ya habré dicho que esto es magnífico como un centenar de veces...”, exclamó Tomoyo, muy impresionada por el paisaje que podía ver detalladamente a su alrededor.

Otra costumbre de Touya, pensó Tomoyo, era la gran capacidad que tenía para sorprenderla. Touya la había llevado hasta la estación de JR de Hiroshima, y habían tomado un tren hasta Miyajima-Guchi. De allí, habían seguido las indicaciones para ir hasta el puerto, donde cogieron un ferry de Japanese Railways que los llevó hasta la isla de Miyajima.

Unos minutos después de haber disfrutado del viaje, se apearon de la embarcación y fueron recibidos por una espléndida belleza. Al fin y al cabo, aquella isla era considerada uno de los tres lugares más bellos de todo Japón. Y por lo que ambos vieron, no dudaron en ningún momento que tales palabras eran completamente merecidas.

Tomoyo miraba anonadada los cientos de árboles, de todos los colores. Y no pudo evitar una risa cuando vio como los animales andaban sueltos por las calles de aquella isla. Pasearon por los caminos, que estaban iluminados por unos farolillos, una decoración típica de la isla.

Llegaron entonces hasta el Santuario sintoísta de Itsukushima, llamado Itsukushima Jinja en japonés, famoso por la denominada Puerta de O-Tori, un monumento construido sobre el mar, cuyos pilares se escondían debajo del agua, pues la marea los había sumergido. A Tomoyo le parecía que este flotaba sobre el mar.

“Esta puerta indica la entrada al templo de Itsukushima desde la playa... Esta isla es sagrada, toda ella se considera un santuario. La isla invita a la austeridad y a la reflexión...”

Tomoyo había conseguido hacerse con uno de los libros que hablaban sobre el templo en el puerto, al llegar a la isla. Lo abrió y empezó a leer algunas partes a su compañero de aventuras.

“De la misma forma que el Monumento de la Paz, el Templo sintoísta de Itsukushima fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, además de que el Gobierno japonés ha designado varios edificios y posesiones como tesoros nacionales...

“El templo data del siglo sexto, y presenta su forma actual desde 1168, cuando los fondos fueron proporcionados por el caudillo Taira no Kiyomori. La construcción del templo, que consiste en estructuras construidas en forma de muelle sobre la bahía, es debida al estado sagrado que una vez la isla impuso. Los plebeyos tenían prohibido pisar la isla, y debían acercarse por medio de barcas, entrando por la puerta, que parece flotar. Al lado del templo hay un escenario de Noh, o drama musical japonés.

“La puerta (toori) del Santuario de Itsukishima es una de las atracciones turísticas más populares de Japón, y la vista de la puerta frente al Monte Misen es considerada uno de Los Tres Paisajes de Japón, junto al puente de arena de Amanohashidite y la Bahía de Matsushima. La puerta existe desde 1168, aunque la puerta actual data de 1875. Fabricada con madera de alcanfor seleccionada de los bosques de Miyazaki, en la Prefectura de Kyushu, la puerta mide unos dieciséis metros de alto y fue construida sobre cuatro pilares para darle una mayor estabilidad.

“La puerta sólo parece estar flotando cuando la marea es alta; cuando la marea baja, la puerta esta rodeada de barro y es accesible a pie desde la isla. Una práctica habitual de los visitantes es colocar monedas entre las grietas de los pilares de la puerta y pedir un deseo. También es muy popular recoger conchas durante la marea baja. Por las noches, unos focos iluminan la puerta.

“Mantener la pureza del templo es tan importante, que hasta 1878, no se permitía muertes o nacimientos en el templo. Hasta el día de hoy, los entierros en la isla siguen prohibidos.

“El cinco de septiembre de 2004, el templo fue dañado por el Tifón #18. El entarimado y el techo fueron parcialmente destruidos, lo que provocó el cierre temporal del santuario. Aunque ahora ha sido reabierto para el público, hoy continúa el trabajo para reparar los daños.”

Tomoyo cerró el libro, y durante unos minutos se dedicó a observar el paisaje, mirando detenidamente la puerta, y el bonito contraste que los colores, el bermellón y el negro, provocaban con el verde y marrón de la vegetación, y con el azul del mar. El sol ya se había escondido, y las luces que iluminaban la puerta de O-Tori se encendieron. Otro contraste, pensó Tomoyo, la luz reflejada en la oscuridad.

Su contemplación fue interrumpida por Touya, quien, en silencio, la invitó a pasear con ella por el recinto que rodeaba el templo. No había tiempo de visitar el santuario, pero los dos parecían contentos por haber podido observar tanta belleza.

Se detuvieron al final del paseo entarimado, mirando de nuevo hacia la puerta, y fijándose, esta vez, en las estrellas que chispeaban en el cielo.

Touya no dijo nada, pero no evitó mirar a Tomoyo durante un largo rato. La tenue luz que llegaba hasta ellos se reflejaba en los violáceos ojos, en las negras hebras de su larga melena...

Tomoyo, notando la mirada que iba dirigida solamente a ella, giró lentamente su cabeza, decorando su rostro con una leve sonrisa. Sus manos, que habían estado apoyadas sobre la roja barandilla, se apretaron más a ella.

“Gracias... Touya”

Y esas dos palabras dichas en un tierno suspiro provocaron en Touya una explosión de calor en su pecho. Y su corazón, siempre sabio, le mandó la orden de que se acercara a ella y poseyera sus labios.

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2h40- Hiroshima

El beso había durado sólo unos minutos, pero para Tomoyo parecieron escasos segundos. Sin embargo, estos fueron suficientes para que entre ellos hubiera un acuerdo tácito de abandonar el lugar.

Desandaron sus pasos hasta el puerto y regresaron a Hiroshima, donde cogieron el tren de nuevo, se bajaron en su parada, y lentamente volvieron a su habitación.

Los dos seguían caminando abrazados, disfrutando de la compañía, del calor de sus cuerpos, y del silencio de la noche.

Llegaron a la pensión, inundada por la oscuridad, y en silencio subieron hasta el segundo piso, donde se hallaba su habitación. Touya abrió la puerta con la llave, y dejó pasar a Tomoyo. Una vez dentro, cerró la puerta con cuidado, para no molestar a los demás inquilinos. Touya miró como Tomoyo, de espaldas a él, se despojaba de su chaqueta y se deshacía de los zapatos. Touya hizo lo mismo, y sin apenas darse cuenta de lo que hacía, se acercó a ella, arrimando sus cuerpos.

Tomoyo dejó escapar un suspiro, que desesperado, le comunicaba a Touya las emociones que corrían dentro de ella. Hundió su nariz en su negro cabello, y colocó las palmas de sus manos sobre los finos hombros. Una de ellas, acarició la longitud del brazo de Tomoyo, mientras que uno de los dedos de la otra se perdían bajo el tirante de la camiseta, provocando que este abandonara el hombro.

La respiración de Tomoyo se tornó superficial, sus pechos elevándose erráticamente ante el excitante contacto de Touya. Sintió, entonces, como la mano traviesa abandonaba el hombro y se perdía entre su pelo, haciéndolo a un lado para besar su cuello. El aliento de Touya, cálido e húmedo, produjo en ella un intenso escalofrío, que la recorrió de la cabeza a los pies.

Sin saber aún cómo, Tomoyo tuvo la fuerza suficiente para separarse de él y girarse para mirarlo. Unos ojos encendidos por la pasión dieron con los de ella, nublados por la misma sensación. Levantó sus brazos y rodeó su cuello, uniendo sus labios con los de Touya. El beso empezó suave y casto, pero Touya tenía otras ideas en su mente. Su lengua se hizo dueña de la boca de Tomoyo, que no pudo hacer nada más, excepto responderle de la misma forma. Sus lenguas se acariciaban con gusto, sin prisas, profundamente. Los dientes de Touya se detenían para morderle el labio inferior, consiguiendo que ella emitiera gemidos de placer.

Las manos, al igual que sus labios, no se habían quedado quietas. Las de Touya acariciaban con devoción la espalda, cintura y caderas de Tomoyo, haciendo que el cuerpo de la joven se arqueara hacia el de él, rozándolo deliciosamente. Las manos de Tomoyo hacían un camino muy parecido, disfrutando de la fuerte espalda y de las perfectas nalgas que se notaban bajo el pantalón. Era algo inevitable, pues necesitaba sentirlo bajo sus manos, así que, al llegar a la cintura, sus manos, como si tuvieran mente propia, se dirigieron hasta las redondeces, acariciándolas y apretándolas con suavidad, haciendo que sus cuerpos se unieran de forma electrizante.

Los labios de Touya se separaron de los de ella para soltar un gemido, y sus ojos, que se habían mantenido cerrados, se abrieron para observar su rostro, colmado de pasión.

“Tomoyo... oh, Tomoyo...”, los suspiros de Touya hicieron eco en el silencio. Tomoyo, al no sentir sus labios en su piel, abrió sus amatistas para mirarlo. Sus enrojecidos labios seguían entreabiertos, y su lengua, que decidió salir de la húmeda cavidad para saborear los labios, parecía pedirle a gritos que continuara catándola. Como si de un vino se tratara.

Tomoyo vio que los ojos de Touya iban volviendo a la realidad, como si aquel beso hubiera sido parte de una jugarreta de sus mentes, pero Tomoyo no lo quería así:

“Touya, por favor... Aunque sea sólo una vez... Quiero ser tuya... Sólo una vez...”, terminó en un jadeo, y enterrando su rostro bajo la barbilla del chico, quien ante aquella súplica, sumergió sus dedos en su cabellera y alzó su faz escondida para volver a besarla con lujuria.

Pudo sentir una sonrisa bajo sus labios. Una sonrisa que le decía que aquella chica... No, que aquella mujer, quería ser suya... ¿Sólo una vez? Lo dudaba...

Touya bajó sus manos por la espalda de Tomoyo, hasta llegar al borde de su camiseta, para tirarla hacia arriba, haciendo que Tomoyo elevara sus brazos, por los que segundos después pasó la tela, la cual terminó descuidada sobre el sofá.

Pronto le seguían la camisa de Touya y sus respectivos pantalones, que habían sido desprendidos con una lentitud insoportable. Ya en ropa interior, Touya se abrazó aún más a Tomoyo, sintiendo su pálida piel sobre la suya. El calor que irradiaban era el mismo calor de dos volcanes en erupción...

Como uno solo, los dos dieron pasos a ciegas hasta la cama, sin dejar de besarse ni tocarse. Cuando las piernas de Tomoyo se toparon con el colchón, ella tiró del cuerpo de Touya, que se colocaba encima de ella a medida que se recostaba sobre las sábanas. Sus cabezas no llegaban a las almohadas, cosa que no parecía preocupar a Tomoyo, Touya, en cambio, deseaba que Tomoyo estuviera cómoda, así que con un pequeño empujón, cuya presión deleitó a la joven, se arrastraron sobre la cama, hasta dar con los cojines.

Ya confortables, y sin que sus pies colgaran por el borde, Touya se acomodó entre las piernas de Tomoyo, largas piernas que enseguida se enrollaron alrededor de su cintura, acercado el centro de sus cuerpos peligrosamente. El roce del miembro de Touya, aún cubierto por la fina tela de sus calzoncillos, no evitó que un profundo gemido, combinado con un suspiro de infinito placer, se escapara de su garganta.

A pesar de que aún estaban a medio desnudar, aquel contacto produjo mil y una sensaciones en el interior de Tomoyo, quien, perdida en las inimaginables emociones que Touya le provocaba, recordó lo que su amiga le había dicho esa mañana, que una mujer sana y joven tenía sus necesidades. Dios, qué razón tenía Sakura. Pero lo que no sabía ella era que su cuerpo tuviera tanta necesidad... de Touya.

Y también, en un rincón de su mente, se instaló una pequeña preocupación...

Pero, de repente, sus cavilaciones se esfumaron al sentir que Touya se peleaba con el broche de su sujetador, que se abotonaba por delante. Las manos de Touya, que habían estado acariciando las piernas, las caderas y la cintura de la joven, se aventuraron hasta los pechos de Tomoyo, que se elevaban rítmicamente, al son de su respiración entrecortada. Los acarició lentamente, notando los duros pezones a través de la tela. Su boca compartió destino, pues sus labios se cerraron alrededor de las excitadas protuberancias sobre el sostén. Sus dedos seguían luchando para liberar los pequeños montes, y Tomoyo, compadeciéndose de él, lo ayudó a sacárselo. Tomoyo lo dirigió con sus propias manos, guiándolo, enseñándole cómo debía hacerlo. Al fin, pudo abrirlo, y Touya separó las copas del sujetador, viendo por primera vez los turgentes pechos. Tomoyo se deshizo rápidamente de la prenda, tirándola sobre el montón de ropa que se había formado junto a la cama.

Los dedos de Touya rozaron sus pezones, que se alzaban vigorosos entre los centímetros de piel cremosa y blanca. Éstos, oscuros y erectos, pedían su total atención. Los acarició en círculos, los pellizcó, rodeó las rosadas aureolas... Palmeó sus pechos por entero, jugando con ellos, tanteándolos. Un dedo siguió un camino invisible en el valle entre sus pechos, que pronto fue copiado por sus labios... y después por su lengua. Pero su boca, celosa por lo que sus dedos habían hecho con los pechos de aquella diosa, se acercó sin prisa hasta lamerlos con total entrega. Sus labios se cerraron alrededor de los pezones, succionándolos con fervor. La lengua de Touya se hizo camino entre sus labios, dejando un rastro de saliva, que viajó desde la cima hasta el valle, como cuando el agua de un río sigue su curso desde las montañas hasta el mar.

Las manos de Tomoyo descubrían nuevos territorios. Primero en sus hombros, después en su espalda, y desgraciadamente se encontró con los calzoncillos. Sus dedos, hambrientos como su dueña, se adentraron en la tela, para palpar las nalgas que tantas fantasías habían protagonizado en su mente.

Pero su inspección terminó antes de lo deseado, pues la boca de Touya había abandonado territorio montañoso para descubrir tierras más llanas. La lengua de Touya saboreó la suave y firme piel de su estómago, yendo de un lado a otro para lamer sus costados. Su boca dio con su ombligo, y Touya tuvo la extraña necesidad de hundir la lengua en él. Cuando al fin terminó, alzó un poco la cabeza para mirar el rostro de Tomoyo. Sus ojos conectaron con los de Tomoyo, los cuales transmitían deseo... y entrega.

Sin más dudas, Touya dio un paso definitivo, que le haría descubrir el recoveco más protegido de la joven. Un escondrijo que guardaba todas las reglas de la confianza, de la seducción y del placer. Un rincón que había estado escondido de la luz durante mucho tiempo, y que por fin encontraría su luz.

Poco a poco, las manos de Touya llegaron a la altura donde se encontraba su nariz, justo encima del borde de sus braguitas. Una fragancia enloquecedora e inconfundiblemente femenina llegaba a sus sentidos. Con mucho cuidado, los dedos se hicieron con la tela y tiraron de ella para recorrer sus hermosas piernas. Aquella última prenda de Tomoyo se reencontró con el sujetador.

Tomoyo apenas sabía lo que ocurría al pie de la cama, hasta que repentinamente un dedo se adentró en su intimidad. Como si una llave estuviera abriendo las puertas del cielo, pensó Touya, quien enseguida empezó a acariciarla como nunca antes la habían acariciado. Los gemidos y los jadeos de Tomoyo se intensificaban cada vez más, convirtiéndose en ahogados gritos entre los que se confundía el nombre de Touya.

Los dedos de Touya pronto desaparecieron para dejar que la lengua de Touya la saboreara por completo. Touya no podía creer lo que estaba haciendo. Nunca se imaginó que el deseo que sentía por aquella chica a la que había visto crecer, a la que había visto madurar, a la que había visto convertirse en mujer, fuera tan intenso. Nunca se imaginó que desearía hacer tantas y tan variadas cosas con y a una mujer. Pero saber que era Tomoyo aquella mujer lo embriagaba de orgullo y de un sentimiento al que tiempo atrás ya le había puesto nombre, a pesar de sus reticencias para reconocerlo en voz alta.

Ya no había gemidos ni jadeos ni suspiros... Un grito ensordecedor inundó aquella pequeña habitación. Y Touya se sintió muy orgulloso de haber conseguido tal reacción. Sólo deseaba que no fuera la primera y última vez que podía hacer llegar a Tomoyo a esas alturas.

No dejó que Tomoyo se recuperara completamente del orgasmo que había alcanzado, cuando se colocó directamente sobre ella, cada fibra de su cuerpo en contacto con el de Tomoyo, y penetró en ella. Tomoyo, al sentir la intrusión, emitió un suave gemido, sorprendida no por el dolor, sino por lo correcto que se sentía la presencia de Touya dentro de ella.

Él empezó a moverse suavemente, ayudando a Tomoyo para que siguiera e ritmo de la cadencia que componían al unísono, las piernas que Touya tanto veneraba se apropiaron de sus caderas, cambiando la posición de su embestida, haciendo que estas fueran más profundas. A Touya ese ángulo le permitía adentrarse hasta lo más profundo de Tomoyo, además de sentirla completamente bajo él, su aliento chocando con su cuello. Sintió cómo una mano de Tomoyo se agarró fuertemente a su espalda, arañándolo, mientras que otra la tenía justo en su nalga, acariciándole y animándole a que la llevara de nuevo al mismo paraíso.

Touya no la defraudó, pues, de repente, Tomoyo volvía a sentir una llama que se encendía en su bajo vientre y que, a poco a poco, se derramaba por todas partes hasta la cabeza y los pies. Sus gritos se entremezclaron con los de Touya, quien también había llegado al éxtasis.

Y allí, en un enredo de piernas y sábanas, Tomoyo y Touya se rindieron, no sólo al placer del amor, sino a los brazos de Morfeo.

Notas de la autora:
Me ha parecido que, al principio del capítulo, he usado un estilo algo diferente al que suelo ceñirme. Pero me da la sensación que el resultado ha sido positivo. Este ha sido uno de los capítulos que menos preparado he tenido... Y eso que ocurrían hechos muy importantes. Reconozco que cada una de las palabras de esta actualización las he escrito con el corazón. No quería detalles, aunque en algún momento no he podido evitar andarme por las ramas, como en el caso de la pastelería. En la escalera en la que vivo hay una, así que cada mañana, cuando voy a la universidad, y cuando vuelvo... bueno, siempre que salgo a la calle, para ser sinceros, mi mirada se desvía hasta los cristales de la pastelería, donde veo tanta delicia junta... Y mi estómago, por supuesto, dice de las suyas. Al fin y al cabo ¿quién podría resistirse ante tanto dulce?
Dulce como Touya, claro está. ¿Verdad?
Así que he tenido que añadir una inacabable enumeración de todos los dulces que venden... para alegrarle el día a Yukito. (Y el mío- a pesar de la imperiosa necesidad que mi cuerpo tiene por adelgazar un par de kilos...)
¿Qué os ha parecido la escena lemon? A mí me ha encantado escribirla. De hecho, es la escena erótica más larga que he escrito nunca. He intentado hacerla rápida pero lenta a la vez. Espero haberlo conseguido, pero eso lo dejo a vuestro parecer.
Muchas gracias a todos los que habéis perdido un par de minutos para comentar el capítulo anterior, de la misma manera que, espero, ocurra con este. Sólo unas palabras de vuestra parte, y que sean sinceras, me hacen feliz. No pido demasiado ¿verdad? A ver si consigo record de reviews, superado con creces en ‘Entre el amor y la venganza’... Puede que tenga suerte y empecéis a atiborrarme de comentarios...
Cosa que me alegraría tanto como unos mini-cruasanes de chocolate en estos momentos...
Besos,
Mery