Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp.
Resumen: Cuento con los dedos, y siempre llego a diez.
7. Siete pecados capitales
Avaricia
Soy egoísta. Soy codicioso.
Estoy embrujado.
Siento una fuerza, muy diferente a la que sentía de joven cuando aún tenía mi don. Una fuerza que me empuja hacia a ti. Un empujón insistente, que no puedo remediar. Que no quiero remediar. Que no quiero evitar.
El deseo, la necesidad de posesión es inexorable.
Te necesito, para mí. Sólo para mí.
Mía.
Soy egoísta. Soy codicioso.
Estoy enamorado.
Te quiero para mí. Para siempre. Sólo mía.
Y te poseo, una y otra vez.
Y tú, egoísta y codiciosa, me posees también.
-----
Envidia
“¿Habéis visto con quién sale Tomoyo Daidouji?”
“Con el chico de Kinomoto.”
“No se les ve muy felices...”
“Seguro que está con ella por dinero...”
“A ella seguro que le interesa el sexo.”
“El chico es muy guapo.”
“Dicen por ahí que está muy bien dotado...”
“¿Quién te lo contó?”
“Una amiga de la prima de mi compañera de piso... Por lo visto fueron juntos al instituto, y entre los chicos ya existía cierta... reputación.”
“Seguro que es gay.”
“¿Por qué lo dices?”
“El chico ya es algo mayor y no se le ha conocido ninguna otra novia. Seguro que ella le paga por pasearse con ella por las calles...”
“¿Tú crees?”
“Seguro que ella es lesbiana...”
“Puede ser. Al fin y al cabo, ella nunca ha tenido novio.”
“Así que se puede confirmar que es una relación basada en el interés mutuo...”
“Corren rumores de que van a casarse...”
“¡Vaya mentira!”
“Ella nunca se casaría con un chico de familia tan modesta... La niña es la heredera de todo un imperio...”
“Quizá estén enamorados de verdad...”
“Lo dudo. Muchos matrimonios de sociedad se basan en la transacciones comerciales...”
“El chico no es rico. Es trabajador y se le ve serio.”
“No decís más que patrañas...”
“¿Y a ti qué mosca te ha picado?”
“¿Es que estáis ciegas? Se nota a la legua que se quieren de verdad...”
“¿A sí... por qué?”
“Por el modo en que se miran...”
“Eres una romanticona...”
“Y tú una envidiosa.”
-----
Gula
“Tengo hambre.”
“Acabas de comerte un helado.”
“Cariño, eso es porque tenía calor.”
“Bebe agua.”
“No es lo suficientemente refrescante en estos momentos. El sol la ha calentado.”
“¿Te voy a comprar una botella fría en el quiosco?”
“No, no te molestes. No quiero que te apartes de mí.”
“Sin duda yo soy en parte el culpable de que sufras esos calores.”
“Sí, bueno, eso ya lo sabía. Tú eres siempre el culpable de mis acaloramientos...”
“No empieces...”
“No he dicho nada.”
“Has puesto esa mirada...”
“Es la que tengo.”
“Es la que pones...”
“No sé de qué estás hablando.”
“Sí que lo sabes.”
“Lo ignoro completamente.”
“Esto es ridículo.”
“Estoy de acuerdo... Pero sigo teniendo hambre...”
“¿Te apetece otro helado?”
“No...”
“¿Entonces, qué quieres?”
“¿No es obvio?”
“No...”
“Te quiero a ti... enterito...”
-----
Ira
Por mi pecho se esparce un calor desconocido hasta el momento... Una especie de chispas se van instalando poco a poco, y van aumentando de intensidad.
Siento esas miradas sobre la piel, recorriéndola fijamente. Se detienen para estudiar las medidas exactas de las sutiles curvas. Se paran para observar con detenimiento el juego de sombras que se proyectan en la superficie descubierta. Ven con regocijo los colores que se mezclan con la luz del día.
Siento rabia. Tengo ganas de explotar...
Mis puños se cierran, preparados para el instante en que puedan conectar con la firme mandíbula de ese tipejo, y así enseñarle una lección. Tengo deseos de enseñarle a ese atrevido una verdadera lección.
Le arrancaría los ojos si pudiera...
Una sonrisa interrumpe mis deseos de violencia y de sangre. Una sonrisa que calma mi enojo con tanta rapidez como el chispazo de una estrella fugaz en las tinieblas de la noche.
Un beso como prueba de que soy el único que puede lanzarte miradas impías e imaginar lo que escondes bajo la ropa.
Sigues con la conversación, indiferente a lo que sucede a tu alrededor, pues tus ojos están fijos en mí.
No puedo decir lo mismo del resto de hombres.
¡Es que no pueden dejar de babear por mi novia!
-----
Lujuria
¿Sabes lo que provocas cuando te vistes así?
No sabes en la situación que me colocas cuando llevas esa ropa.
Tus piernas se ven tan sabrosas por debajo del borde... Esas largas piernas que me apresan cuando quieres que entre en ti.
Caminas con elegancia, demostrando que eres una mujer de alta alcurnia, pudiente y que está acostumbrada a tener lo que quiere cuando lo quiero. Caminas de la misma manera en que lo haces cuando me hechizas para llevarme a la cama.
Tus caderas se contonean sin ninguna celeridad. Sabes que lo bueno se hace esperar. Los mismos movimientos lentos que hacen que un hombre se desespere para llegar al clímax.
Tus pechos, llenos y firmes, atrapados bajo la fina tela. Son los pechos que beso, muerdo y lamo, los pechos que acaricio cuando en una furiosa embestida entro en ti, provocando esos maravillosos grititos de placer que me dicen lo mucho que disfrutas cuando te lleno con mi esencia.
Tu pelo, enredado. Esos largos mechones negros que veo desperdigados sobre la almohada mientras recuperas la respiración. Te gusta cuando, en esos momentos de paz, lo acaricio con reverencia. Te vuelves loca cuando lo sostengo entre mis manos mientras te miro, llegando hasta lo más profundo de tu ser. Usando mis ojos... y mi deseo por ti.
Tu boca, entrecerrada, por la que se cuela tu lengua traviesa. Me gusta la calidez que escondes detrás de esos labios. Una calidez aterciopelada y húmeda que caldea mi cuerpo.
¿Sabes lo que provocas cuando te vistes así?
Mejor dicho, no sabes qué provocas con la escasez de ropa.
Tu cuerpo se ve deleitoso cuando tus piernas, tus caderas, tus pechos y tu boca se conjuran para provocarme.
Te prometo que en pocos segundos me desharé de esa maldita camiseta y te demostraré lo que haces en mí...
Mi diablilla...
-----
Pereza
“No... No me apetece...”
“Es tarde.”
“Me da igual... Quiero quedarme aquí todo lo que queda de mes...”
“Es día dos, cielo...”
“¿Y?”
“Pues que aún queda mucho para que termine el mes.”
“¿Te estás riendo de mí?”
“Nunca.”
“Mejor. Porque estoy cansada y no tengo ganas de hacer el esfuerzo.”
“Tomoyo...”
“Touya, cállate. Métete en la cama y tápate.”
“Te estás comportando como una chiquilla.”
“Es domingo...”
“Y son casi las doce y media...”
“Y el sol está alumbrando un nuevo día... bla, bla, bla...”
“De hecho, está nublado.”
“Pues aún me lo pones mejor. ¿Quién demonios se levanta un domingo nublado con tanta alegría... ¡Oh, claro, tú!”
“¿Qué significa ese tono?”
“Significa que estoy cansada y sólo quiero seguir durmiendo, porque alguien se ha pasado la noche privándome de mis horas de descanso...”
“Siento discutirte eso, pero eras tú la que tenía ganas de guerra...”
“Eras tú el que se alzó para luchar...”
“No te rías...”
“Te ves tan guapo cuando estás desnudo...”
“¡Condenada mirada! Ni se te ocurra mirarme de ese modo. Me pone furioso...”
“¿Por qué?”
“Porque sabes que consigues cualquier cosa cuando me miras con ojos tristones y... ¡Nada de pucheros, Tomoyo!”
“Ven aquí, cariño...”
“¿No estabas cansada?”
“No para ti...”
“Estás loca de remate...”
“Hazme el amor, Touya... Bésame, tócame, poseeme...”
“¡Oh, Dios!”
“Oh... Touya...”
“Te quiero...”
“Y yo a ti, y yo a ti... Bésame... Bésa... me... Bes...”
“¿Tomoyo?”
“Zzzzzzz...”
“Todos los domingos igual...”
-----
Soberbia
“Somos una familia muy rica. Muy famosa. Muy importante. Tenemos una imagen que mantener... ¿Estás segura de que esta es una decisión sabia, hija mía?”
“¿Eso que significa, madre?”
“No creo que ese chico sea lo suficiente bueno para ti...”
“Mamá, creo que deb...”
“Hija, sólo miro por ti. No quiero que cometas un error, y que después decidas poner remedio a tu fracaso matrimonial. Debes tener en cuenta que eres la heredera de un gran imperio, y que no puedes hacer las cosas sin pensar. Eres joven e inocente. Ese chico es mayor que tú, y es pobre, hija, no puedes negarlo. La humildad no es algo que pueda relacionarse con nuestra familia. Tus antepasados eran grandes dirigentes, respetados y orgullosos, que lucharon por lo que era suyo, y que no se lo pensaron antes de destruir todo aquello que impedía su éxito...”
“Mamá, yo no creo que mi matrimonio sea un error...”
“Aún no he acabado, hija... Si me dejaras terminar, sabrías que, en el caso de que sientas dudas, te aconsejo que anules esta tontería antes de que sea demasiado tarde. Podemos anular la boda, dejas a ese hombre y te presento a un par de candidatos que son más acordes con la posición que desempeñarás algún día...”
“¡Es suficiente, mamá! Si me conocieras, sabrías que amo a Touya más que a nada en este mundo. Lo amo desde que fui lo suficientemente madura para entender lo que sentía. Lo amo desde que supe que no podía pasar un día sin pensar en él, sin imaginar lo que sería vivir con él, amar con él, envejecer con él...
“Me da igual lo que la gente piense, mamá. Yo me caso por amor, no porque tenga que firmar un contrato para conseguir ser más poderosa... Si me conocieras de verdad sabrías que prefiero mil veces a amar a un hombre justo y humilde, con principios y trabajador, que a un chico malcriado que ha crecido teniéndolo todo con sólo abrir la boca, que está lleno de prejuicios y que sólo se ama a sí mismo. Un hombre que no sería capaz de amar a nadie...
“Y yo necesito que me amen, mamá. Necesito que me amen, que me hagan el amor, que me den hijos, que me deseen... Necesito una vida plena, y no una casa llena de criados y de armarios llenos de ropa, y de cajones repletos de joyas... Quiero una casa llena de risas de niños... Y veo a los ojos de Touya en las caras de esas criaturas...”
“Tomoyo... Oh, mi niña... No sabes qué feliz me hace saber eso...”
“¿Qué... qué me he perdido?”
“Yo me casé porque mis padres apalabraron mi matrimonio cuando tenía siete años. Y eso me arrebató la vida que yo quería con sólo dieciséis años... Cuando tu padre murió, y siento mucho lo que voy a decir ahora, me pareció que acababa de sacarme un peso de encima. No quiero decir que no respetara a tu padre. Nos queríamos... a nuestra manera. Sentíamos afecto, teníamos gustos comunes, los mismos ideales...
“Nos forzaron a tener hijos... Quiero que sepas que cuando te tuvimos a ti, nuestra alegría fue real. Teníamos a nuestra niña. Eras mitad mía... mitad suya. Al fin éramos uno, y teníamos algo que era sólo nuestro... Te amábamos... pero la felicidad no era plena porque no estábamos enamorados el uno del otro.”
“No sabía muchas de esas cosas...”
“No deseaba ocultártelo, pero no quería que supieras que los inicios de nuestra vida en común no fueron muy buenos. Teníamos que acostumbrarnos a nuestras presencias, a compartir un espacio y a pasar por alto algunas cosas. Tu padre no era perfecto... yo no era perfecta. Y no estábamos hechos el uno para el otro, pero no todo fue un desastre. Tu fuiste lo mejor que hicimos juntos...
“Es por eso que necesitaba saber lo que sentías. Necesitaba saber que lo amabas de verdad, con toda el alma.”
“Ya lo sabías, mamá. Sabes perfectamente que amo a Touya...”
“Pero nunca me lo has dicho en voz alta.”
“Amo a Touya...”
“Lo sé... Lo sé. Pero las cosas tienen que decirse en voz alta, hija. Ahora cásate, sé feliz y dame muchos nietos a los que mimar.”
“Lo haré...”
“¡Hija, qué alegría me das!”
Notas de la autora: El número siete puede recordar muchas cosas. Pero a mi me recuerdan a los colores del arco iris y a los siete pecados capitales.
Espero que os haya gustado. He intentado hacer algo diferente.
Dejadme vuestros comentarios, por favor.
Saludos,
Mery