dimarts, d’octubre 23, 2007

LA CULPA LA TUVO EL TREN. Epilogo alternativo

LA CULPA LA TUVO EL TREN (23.10.07)

Disclaimer: Los personajes de Card Captor Sakura es de Clamp y la trama de esta historia es mía.

Epílogo alternativo: Un viaje interespacial

Hoy recuerdo esa noche como la mejor noche de mi vida. Y recuerdo la mañana siguiente como la más vergonzosa.

Eran las ocho de la mañana, si no me equivoco. Yo estaba disfrutando de ese despertar, con Touya a mi lado, rodeándome con sus brazos y mordisqueándome la oreja. Habíamos cambiado de posición para vernos a la cara y acariciarnos con más libertad, cuando de pronto alguien tocó a la puerta. Yo intenté esconderme bajo las sábanas mientras Touya se ponía sus calzoncillos para abrir la puerta.

Oí la voz de Fujitaka, diciéndole a Touya que ya era hora de desayunar. Touya, por supuesto, respondió que bajaría en un segundo. Iba a cerrar la puerta, cuando su padre dijo:

“Tomoyo, cariño, Sakura podrá dejarte algo de ropa, pues he puesto la vuestra a lavar.”

Ante aquel comentario, ya no hacía falta que me escondiera. Me destapé, y con la voz, más natural que pude encontrar, dije:

“Muchas gracias, señor Kinomoto.”

Touya cerró la puerta, y se giró hacia mí, apoyándose contra la madera.

“Bueno, supongo que lo saben...”

“Supones...” secundé con una sonrisa, pues realmente no me importaba. Ya no.

“¿Quiere eso decir que no te importa que lo sepan?”

“En absoluto.”

“¿Quiere eso decir que, a partir de ahora, somos pareja?” se acercó lentamente a la cama.

“Eso espero... porque si no, creo que pronto sufrirás una muerte muy lenta,” reí.

“¿Quiere eso decir que me amas?”

“¿Más que a nada en este mundo Touya?”

“¿Y que siempre serás mías?” preguntó antes de besarme.

“Siempre,” le dije sin apenas aliento.

“¿Y que tienes hambre?”

“Muchas.”

“¿Por mí?”

“Por supuesto.”

Y, aun sabiendo que en el comedor había dos Kinomoto impacientes por vernos, Touya y yo nos tomamos un tiempo para saciar nuestra hambre. Después ya comeríamos.

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Mi padre y mi hermana recibieron la noticia sorprendentemente bien. Mi padre bromeó diciendo que casi le dio un patatús al ver toda nuestra ropa tirada por el salón, y Sakura hizo alusiones a que sus paredes eran de papel, pues se oía de todo.

Aun me preguntó cómo demonios pudieron tomárselo tan a la ligera. Supongo que sabrían algo que yo no.

Tomoyo se quedó aquel día en casa, y disfrutamos de un día tranquilo en familia: fuimos juntos a pasear por el parque, a comprar el pan y el periódico, preparamos la comida, vimos una película acurrucados en el sofá –que tantos recuerdos guardaban ya para los dos-, mantuvimos una animada charla con mi padre, cenamos... ¡y nos fuimos juntos a dormir!

Mi padre no se opuso a que Tomoyo y yo nos comportáramos como lo que éramos: una pareja enamorada que sufría una insaciable sed por el otro.

Y entre el hambre y la sed, Tomoyo y yo nos pasamos la noche entre bocados y sorbos.

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Hacía tres días que Touya y yo éramos, oficialmente, pareja cuando mi madre regresó de Nueva York. La esperaba aquella noche.

¿Cómo le iba a contar que Touya era mi novio? ¿Mi amante?

Estaba esperando el tren esa tarde para volver a casa. Ahora miraba ese transporte con otros ojos: ¿qué habría pasado si Touya y yo no nos hubiéramos encontrado esa tarde?

El tren llegó puntual, y me subí al vagón, y como siempre, busqué un lugar donde sentarme. Me llevé una grata sorpresa al ver que Touya estaba sentado en el mismo asiento, y su maletín, que aquella tarde había estado en su regazo, ocupaba el asiento de al lado.

Su rostro se iluminó con una enorme sonrisa cuando vio que me acercaba a él. Apartó el maletín, dejando el asiento libre para mí. Me senté, arrojé mis cosas en el suelo, y lo besé, para interés del resto de viajeros.

Y empezamos a hablar, como el viernes anterior, y decidimos, después de meditarlo, que Touya vendría a casa a cenar al día siguiente para hablar con mi madre de nuestra relación.

Al llegar a la estación de Tomoeda, Touya me dio un casco y me hizo subir sobre su moto. Durante aquel viaje recordé los sentimiento que cuatro días antes experimenté en ese mismo sitio, en esa misma posición. Tus piernas se agarraron con fuerza a las caderas de mi novio, y mis manos tomaron vida propia, y a pesar de ir a ochenta kilómetros por hora, se dedicaron a estudiar con detenimiento el torso que Touya escondía bajo su chupa de cuero.

Unos momentos después llegamos a mi casa, pues esperaba a mi madre aquella noche. Nos llevamos una gran sorpresa cuando la vimos salir de casa, con sus brazos en jarras sobre su cintura, y saludó a Touya con una mueca de desagrado cuando me vio bajar de la Harley.

Por supuesto, fui rápidamente a saludarle una vez me saqué el casco. Touya aparcó la moto mientras yo daba la bienvenida a mi madre. Ninguna de las dos fue muy efusiva por reencontrarnos después de tantos días.

Sentí a Touya venir hacia nosotras, y muy amablemente, él saludó a mi madre. La mitrada que le dirigió a mi novio fue de completo odio. Touya ni se inmutó.

“¿Se puede saber qué le has hecho a mi hija para obligarla a subir a ese endemoniado trasto?” interrogó mi madre a Touya con voz seca.

Touya la miraba con el ceño fruncido, y contestó con el mismo tono de voz.

“A su hija no hay quien la obligue a hacer nada. Es mayorcita para tomar sus propias decisiones... señora.”

El corazón me dio un vuelco. Touya no sólo era un caballero, sino que, además, era mi propio caballero andante, el de la armadura brillante, que siempre va rescatando y defendiendo a las damas en apuros. No que yo lo necesitara, al fin y al cabo, me consideraba una mujer adulta, independiente y feminista, pero las hormonas son las hormonas, y a mí se me disparó el placer y la excitación por todo el cuerpo.

Cuando agarrara a ese caballero, iba a montarlo como si... bueno, bueno, me dejo de metáforas sexuales.

La cara que se le quedó a mi madre tras esa contestación fue muy graciosa. Primero, que eran pocas las personas las que se encaraban a Sonomi Daidouji. Y solo en el terreno profesional. En el personal, mi madre nunca había tenido que dar cuentas a nadie. Segundo, que Touya se estaba entrometiendo en un asunto familiar, por lo que mi madre consideraba que Touya se estaba metiendo donde no lo llamaban. Y tercero, que le estaban dejando muy claro que yo era una mujer que sabía tomar sus decisiones, que podía tomar las riendas de su vida, afrontar las consecuencias y no dar explicaciones a nadie.

“Eso significa que la has forzado...” continuó mi querida madre.

Esa fue, sin duda, la gota que colmó el vaso.

“¡Señora, le aconsejo que no me acuse sin tener ni idea de lo que está hablando!” se expresó mi novio en un grito que hizo temblar hasta la mismísima Torre de Tokio. Me dio la sensación que era hora que yo interviniera en la discusión. Allá iba...

“mamá, deberías tranquilizarte un poco...” le aconsejé a mi madre, con tanta calma como pude reunir. Me giré para dirigirme a Touya, quien seguía con los ojos clavados en mi madre. Mis manos se colocaron sobre sus brazos y empecé a masajearlos para liberar la tensión de sus músculos. Con voz suave, y suficientemente alta como para que mi madre me oyera, le dije: “Cariño, cálmate. En el fondo creo que mi madre estaba...” busqué la palabra más adecuada, “preocupada. Así que no te pongas más nervioso, y arreglamos el malentendido como personas civilizadas. Tú sabes que ni me has forzado, y yo también lo sé. Eso es lo más importante. Lo que crean los demás es cosa suya... Te aseguro que a mí no me afecta.”

Suspirando, Touya unió una de sus manos con la mía, que seguí acariciando su brazo.

“a mí sí que me importa cuando tu madre piensa mal de ti,” me dijo. Y separándose de mí, se volvió a mi madre, que había estado observándonos todo el rato. “Señora Daidouji, le pido disculpas por haberle gritado, pero no dudaré en hacerlo de nuevo si la integridad de mi novia vuelve a ponerse en duda.”

¡Dios mío! Touya calmándose y disculpándose... Mi madre tan sorprendida que se había quedado sin voz, yo con la una sonrisa tan brillante que si compartiera contra mil soles seguro que ganaría... ¿Qué más sorpresas me deparaba el futuro? Pensé. Y la respuesta la obtuve un segundo más tarde... Siempre dicen que tengas cuidado con lo que deseas, ¿no es cierto?

“He venido aquí con su hija porque ella me lo ha pedido... Y aprovechando que estamos aclarando las cosas, sólo me queda decirle que amo a su hija, que tengo intención de casarme con ella en un futuro no muy lejano, y que nunca la he forzado... Así que vaya acostumbrándose a mi cara...”

Y con esas palabras, Touya me besó. Delante de mi madre, patidifusa por el rumbo que habían tomado las cosas.

Y yo, feliz porque era amada.

Cuando nos separamos, él me miró como si fuera la octava maravilla del mundo. Con un corto beso nos despedimos. Se montó en la moto y se marchó.

Al girarme para entrar en casa, me di cuenta de que mamá seguía en la misma posición.

Le sonreí. ¡Pobre mamá, lo que le esperaba con ese yerno!

Entré en casa y me dije: “La vida es maravillosa. Y la culpa la tiene el tren.”

Notas de la autora:¿Os acordáis que comenté que había escrito dos capítulos 4, y que me decidí por el que más me gustó? Pues este es el que escribí originalmente. Espero que os haya gustado.
Dejad vuestros comentarios,
Mery