INESPERADO... Y PERFECTO (26.7.06)
Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp.
Capítulo 10: Y la vida sigue... con mucho amor.
Fujitaka Kinomoto esperaba sentado en uno de los bancos del pasillo, a su lado, su hija pequeña le cogía de la mano y le acariciaba lentamente, intentando proyectar en él algo de tranquilidad. Uno débil sonrisa se asomaba en los labios de Sakura, puesto que nunca antes había visto a su padre tan nervioso, ni siquiera en su propia boda, aunque lo comprendía perfectamente.
Ella también estaba nerviosa, sin embargo, intentaba aparentar serenidad para no poner a su padre más nervioso aún. A su lado, un comprensivo y silencioso Shaoran estaba sentado, con un brazo apoyado en el respaldo de la silla de Sakura, su mano jugueteando con su castaño y largo pelo.
Sonomi Daidouji se había acomodado a la derecha de Fujitaka, su cabeza apoyada en el hombro del profesor, con los ojos cerrados y respirando profundamente, dejando, de tanto en tanto, que un suspiro se escapara de entre sus labios.
Yukito y Nakuru estaban abrazados en el banco que había delante de ellos, hablando en murmullos, para no interrumpir a la familia, que estaba sumida en un mar de pensamientos. La guardiana, no obstante, no pudo evitar acordarse de los preciosos momentos que la familia Kinomoto había vivido en los últimos meses...
FLASHBACK
La mansión Daidouji había sido decorada con simples motivos florales para la ocasión. La gran escalera de madera que presidía el recibidor de la casa había desaparecido debajo de las orquídeas. Por una puerta de cristal del salón, los pocos invitados eran dirigidos al jardín, donde había sido instalada una pequeña pérgola, que también se había perdido bajo las capas de todo tipo de flores blancas, y una veintena de sillas de madera alrededor de ésta.
Yukito y Nakuru entraron de la mano, encontrándose con el matrimonio Li, recién llegado de su luna de miel. Sakura iba vestida con un vestido largo, de finos tirantes, de color perla. Su pelo estaba elegantemente recogido en un sencillo moño, decorado con pequeñas flores de cerezo, haciendo honor a su nombre.
Shaoran vestía unos pantalones negros y una camisa blanca de lino de manga larga, que se había arremangado hasta los codos. El cuello de la camisa estaba desabrochado, dando al joven hechicero un aire muy informal.
Yukito se había decidido por un conjunto muy parecido, pero sus pantalones eran azules. Su bella acompañante se había comprado, especialmente para la ocasión, un largo vestido palabra de honor de color burdeos que resaltaba el color de sus ojos. Un simple collar de zirconitas y unos pendientes a conjunto completaban su modelo.
De detrás de él, un sonriente Fujitaka Kinomoto apareció acompañado de Sonomi, cuya felicidad podía verse a diez kilómetros de distancia, que vestía un traje, sorprendentemente compuesto por una camisa blanca y una falda que se ajustaba a sus caderas, las dos piezas de color crema.
“Buenos días, jóvenes...”, exclamó Sonomi, agarrando con más fuerza a su escolta.
“Buenos días...”, contestaron todos.
“¿Están todos los invitados? La ceremonia no tardará en empezar...”, anunció la empresaria. Dirigiéndose a la dama de Honor, Sonomi dijo: “Sakura, cielo... ¿Por qué no te vas con Tomoyo? Ya está preparada... seguro que tu compañía calmará sus nervios...”
“Por supuesto, me voy con ella.” Sakura se despidió con un casto beso de su marido.
“Estoy tan contenta de que mi niña se case...”
“Yo también estoy contento de que tu hija se case, Sonomi...”, la voz de Touya interrumpió a la mujer, apoyando ambas manos en su espalda. “...Y más si yo soy el novio.”, bromeó.
Todos los reunidos saludaron a Touya, que, para aquel día, había elegido unos pantalones grises y una camisa blanca, que como la de Shaoran, llevaba el cuello desatado. Ninguna pajarita o corbata completaba su traje, como en el resto de invitados.
Al fin y al cabo, Tomoyo había querido que el día de su boda fuera un día de celebración, no una jornada en la que todo el mundo se quejara del calor o de la humedad... la comodidad era lo primero, y la misma novia iba a disfrutar de ese requisito.
Cinco minutos después, todos los invitados se sentaban en sus sillas, y el novio se dirigía a la pérgola. Le acompañaba Yukito, su padrino. Los dos charlaban mientras esperaban que la novia apareciera...
“¿Preparado para dar este paso, Touya?”
“Nunca había estado más seguro, Yuki...”
“Y yo no te había visto tan decidido en mi vida...”
Touya sonrió, sus ojos brillantes por la felicidad que sentía.
“Eso es porque amo a esa mujer más que a mi vida.”
“Te comprendo, amigo...”
Las puertas de cristal habían empezado a abrirse, pero sólo se veía a Sakura, con una rosa roja en sus manos...
“Lo que me sorprende es que yo esté aquí antes que tú, Yuki...”
“Te prometo que no tardarás en estar en mi lugar...”
“¿Eso es una promesa o una amenaza?”
“Definitivamente una promesa... tú serás mi padrino el día que me case con Nakuru...”
“¿Y cuándo será eso?”
“Antes de lo que mi hermosa guardiana se espera...”
Las palabras de Yukito terminaron en un susurro, pues la novia había aparecido de su escondite, y Touya había ignorando el comentario de su mejor amigo. Yukito pudo entender perfectamente que fuera ignorado completamente, ya que Tomoyo, más bella que nunca, se dirigía a paso firme hasta su futuro en el brazo de Fujitaka.
Touya no pudo contener sus emociones... y, por primera vez en muchos años... una lágrima se escapó por su mejilla...
FIN DEL FLASHBACK
Yukito rememoraba también esos recuerdos. Nunca antes había visto a su mejor amigo tan feliz y tan dispuesto a entregarse a otra persona de esa forma.
Lo que más había sorprendido, no sólo a él, sino que a todos los invitados, sobre todo a su padre y a su hermana, fueron las gruesas lágrimas que habían rodado por sus mejillas durante la ceremonia.
FLASHBACK
Touya miraba ensimismado a su futura esposa, agarrándola con fuerza por sus suaves manos, acariciándolas tiernamente, como si estuvieran hechas de porcelana.
El sacerdote estaba hablando, pero Touya creía que mirar las facciones de Tomoyo era, en ese momento, mejor que escuchar la aguda voz que llegaba a su oreja derecha.
Tomoyo observaba atentamente el rostro de Touya, mirando las lágrimas que, ella pensaba, descubrían un territorio desconocido para ellas hasta ese momento. Viéndole llorar de alegría, Tomoyo no pudo más que hacer lo mismo.
De un momento a otro, el sacerdote decía las palabras mágicas.
“¿Aceptas, Touya Kinomoto, a esta mujer como tu legítima esposa?”
“Sí, acepto”
Las sonrisas en los contrayentes eran enormes. Sus manos apretándose fuertemente...
“¿Aceptas, Tomoyo Daidouji, a este hombre como tu legítimo esposo?”
“Sí... acepto”
“Por el poder que me ha sido concedido, yo os declaro marido y mujer... Puedes besar a la novia...”
Ni un segundo había pasado cuando Touya junto sus labios con los de Tomoyo, ignorando a las personas que había a su alrededor, la mayoría de las cuales nunca los había visto juntos, y mucho menos besándose. Pero todos pudieron ver que, a pesar de lo inesperado que había sido su relación, eran perfectos él uno para el otro.
Los aplausos no tardaron en escucharse, mientras que los recién casados seguían besándose.
Touya había querido hacer de su primer beso como matrimonio algo inolvidable, y Tomoyo pensó, que sin duda alguna, su marido lo había conseguido.
FIN DEL FLASHBACK
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Tomoyo se había quedado sola en la habitación. Al fin Touya había hecho caso al doctor y había abandonado la habitación para ir a tomar algo, después de tantas horas de espera...
‘Y las que quedan aún...’, pensaba Tomoyo, muy cansada, mientras se acariciaba su prominente barriga, de donde su hijo saldría en cualquier momento.
Cerró los ojos y empezó a respirar como se lo habían enseñado en las clases de preparación al parto. Su mano no se separaba de su redondeada tripa, sintiendo los constantes movimientos del bebé.
Su mente retrocedió unos meses, recordando la noche que los había llevado a este momento.
Si pensaba en ello, podía jurar que sentía los labios de Touya en su piel, sus manos en los recovecos de su cuerpo, su lengua succionando sus pezones... Los cálidos jadeos sincronizados con los suyos...
Como en su noche de bodas...
FLASHBACK
La recepción al fin había terminado. Los invitados se habían marchado a sus casas y en la mansión sólo quedaban ellos dos y su madre. Un coche los esperaba fuera, que los llevaría esa noche hasta un hotel donde pasarían su noche de bodas.
Ese había sido el regalo que Touya le había hecho. Una noche en la suite nupcial de un pequeño hotel de lujo.
Cogieron sus maletas, ya que desde el hotel se dirigirían a la mañana siguiente hasta el aeropuerto para coger un avión que les llevara al destino de su luna de miel. Ya en el coche, los dos empezaron a besarse apasionadamente, sin importarles que el chófer les lanzara pícaras miradas a través del retrovisor.
Las manos de Touya se habían aventurado por su cuerpo, acariciándolo suavemente... Los leves gemidos de Tomoyo llenaban la parte trasera del coche...
Quince minutos más tarde, estaban registrándose en el hotel. Las llaves ya en su poder, la pareja voló hasta su suite nupcial, acompañados por un botones que cargaba con sus maletas.
Tomoyo se sentó en la amplia cama mientras miraba como Touya daba una propina al botones y le instaba para que se marchara de la habitación de una vez. El botones aceptó encantado la propina y se marchó, cerrando la puerta a sus espaldas.
Al darse la vuelta, Touya se encaminó hacia ella y se inclinó sobre su cuerpo, provocando que ambos quedaran recostados sobre la cama, Tomoyo debajo de Touya.
Y la pasión se desbordó...
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Veinticuatro horas más tarde, los dos volvían a hacer el amor... esta vez en la cabaña de madera que habían alquilado durante dos semanas en las islas Maldivas.
Desde la enorme habitación se podía ver el mar, sereno, de un color turquesa intenso. Las aguas eran cristalinas y se podían ver docenas de peces, de todos los tamaños y colores, yendo de un lado para el otro, moviendo sus aletas incansables.
Tomoyo no podía creer lo que sus ojos veían. Los colores de las exóticas plantas, las altas palmeras, los diferentes azules del mar y el reflejo del cálido sol en las tranquilas aguas.
Un maravilloso entorno paradisíaco para disfrutar de unas maravillosas semanas con su maravilloso marido... simplemente maravilloso.
Y la habitación sólo podía recibir la palabra ‘maravillosa’ al ser descrita. Se trataba de una cabaña en forma de U sobre el mar, dividida en tres estancias principales. En el centro estaba el salón, amueblado con una mesa y un sofá, que comunicaba con una pequeña cocina con los electrodomésticos esenciales. En el brazo derecho estaba la habitación matrimonial, con una gran cama y un sofá igual de grande, que daba a una pequeña terraza que tenía salida al mar. El brazo izquierdo se encontraba el baño, ocupado en gran medida por una bañera redonda. Este también tenía salida a una terraza, en cuyo lado había una pequeña puerta que daba a una ducha exterior.
Y, tanto Tomoyo como Touya, estaban dispuestos a aprovechar cada rincón de esa cabaña...
FIN DEL FLASHBACK
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Touya estaba sentado junto a la cama, acariciando la mano de su esposa, que descansaba por unos momentos. Los dolores del parto habían empezado la noche anterior, mientras ambos estaban acostados en su cama.
Acababa de volver de comer un poco, después de la insistencia del doctor y de las enfermeras de Tomoyo. No se había separado de su esposa durante todo el embarazo, incluso se negó a asistir a una conferencia a la que había sido enviado por el hospital, justificando que, al estar el parto tan cerca, no iba a dejar a Tomoyo sola durante dos noches y tres días. A cambio, había prometido alargar sus consultas una hora a partir del mes de septiembre hasta el de diciembre. Aún faltaban seis meses para que su horario variara, así que sabía que tendría tiempo para disfrutar de los primeros meses de vida de su hijo.
Su hijo...
¡Cómo habían cambiado las cosas en esos meses!
Touya había comprobado que algunas personas no habían recibido la noticia de su boda con la misma alegría que otras. Por ejemplo, las enfermeras del hospital, que creían que Tomoyo, demasiado joven para su macizo doctor, no era suficiente mujer para un hombre como él. ¡Qué equivocadas estaban!
También algunos antiguos compañeros de instituto de Tomoyo habían maldecido el hecho de que la joven heredera se hubiera enamorado de él, además de los ricos pretendientes de la joven, que sólo buscaban su dinero.
Pero eso nada importaba ya, porque todo el mundo había podido presenciar el amor que había entre ellos.
Al volver de la luna de miel, los dos habían asistido a un festival de verano que se celebraba en el templo Tsukimine. No hacía ni cuatro horas que estaban en su casa, y ya salían hacia el templo para encontrarse con su familia.
Era mediados de julio, y la noche era muy calurosa. El nuevo matrimonio vestía ropas muy ligeras. Tomoyo llevaba un vestido blanco, que llegaba hasta sus rodillas. Touya, en cambio, llevaba unos jeans muy finos y una camisa blanca de lino. Se dirigían hacia el templo, Tomoyo con su brazo rodeando la cintura de Touya, y él, a su vez, abrazando los hombros de su esposa. Los dos caminaban a paso lento, parándose de tanto en cuanto para besarse bajo la luz de la luna.
Al fin llegaron al templo, y todos los que conocían la noticia de su boda, pero no habían asistido a ésta, miraban sospechosamente la escena. Algunos incluso creían que sólo había sido un rumor, pero verlos juntos eliminaba los diversos cuchicheos que, durante las dos semanas de su ausencia, habían rondado por Tomoeda. La pareja se dirigió hasta uno de los tenderetes preparados, mirando los objetos expuestos. Cuando se vieron delante de uno de los tenderos de golosinas, Tomoyo pagó por una bolsa de almendras garrapiñadas. La abrieron y fueron comiéndoselas mientras caminaban para reunirse con Fujitaka, Sonomi y los demás.
Los vieron sentados en una gran mesa en la zona de picnic. Todos los saludaron efusivamente, pues, al haber llegado esa misma tarde, no se habían visto aún. Se sentaron en el banco y empezaron a contar cómo había ido su luna de miel. El rato pasó rápidamente y, de pronto, por el micrófono se anunció que en breve comenzaría el baile. Nakuru y Yukito, que acababan de anunciar su compromiso, para alegría de todos, fueron los primeros en abandonar la mesa y empezar a bailar en la pista de baile.
Eriol y Meiling, que se habían unido al grupo unos minutos antes, también decidieron bailar un poco. Tomoyo, algo cansada por el viaje, se apoyó en el pecho de Touya, quien acariciaba su pelo despreocupadamente. Un beso en su cabeza y Tomoyo levantó el rostro. La mirada de Touya le pedía un baile. “Sólo uno”, había claudicado su esposa.
Pero una se convirtió en dos, para continuar hasta que, una diez canciones más tarde, Tomoyo bostezó. Touya, sin importarle nada ni nadie, la besó y, cogiéndola de las manos, se separó de ella y se la llevó hasta la mesa. Los dos se despidieron y quedaron en verse al día siguiente...
Saliendo del templo, una mujer mayor, que tenía un tenderete de predicciones cerca de la entrada del templo, los detuvo con su voz: “El amor crea las cosas más maravillosas del mundo... Esperad lo inesperado, que los mejores momentos de vuestra vida están por llegar... Y no tardarán mucho...”
Touya se había quedado con esas palabras, y dos semanas más tarde, las recordaba al conocer la noticia más inesperada de los labios de su esposa...
FLASHBACK
Touya Kinomoto abandonó la clínica velozmente, esperando no encontrarse con su superior. Gracias a los dioses, su salida del hospital no le llevó ningún quebradero de cabeza. Quería llegar a casa lo antes posible, donde Tomoyo... Tomoyo Kinomoto... repetía en su mente, ya lo estaría esperando.
Sus ganas de volver a su casa se debían a que la joven llevaba un par de días encontrándose mal. Por la mañana se levantaba sintiendo náuseas, vomitando la cena del día anterior y molesta por los dolores de espalda que no la dejaban en todo el día.
Aquella tarde sabía que Tomoyo tenía hora con su médico, pues se había negado a que Touya la examinara, diciendo que, en esos casos, era mejor que un médico al que no estuviera casada la atendiera.
Veinte minutos después abría la puerta principal, y la suave voz de Tomoyo inundó sus sentidos... Ese era un hábito al que Touya se había acostumbrado fácilmente: oír cantar a Tomoyo era una delicia... Pero Touya podía pensar en unas cuantas cosas más de su esposa que eran una delicia.
Cerró la puerta e, inmediatamente, Tomoyo apareció por la puerta de la cocina. Sin embargo, su sonrisa no adornaba su rostro, como era costumbre en ella. En su lugar, unas lágrimas recorrían sus sonrojadas mejillas. Tomoyo había estado llorando...
“Tomoyo... ¿Qué ocurre?”
Touya descuidadamente dejó su maletín en el suelo. Se acercó a Tomoyo y la abrazó tiernamente. Tomoyo empezó a sollozar, abrazándose a él fuertemente. Sus lágrimas humedecieron la camisa de Touya, pero eso no importaba. El estado de su esposa era inaudito, y Touya, en esos instantes, no supo que hacer. La había escuchado cantar instantes antes... ¿por qué estaría llorando?
Empezó a acunarla en sus brazos, de un lado al otro, dando besos en su frente y emitiendo palabras tranquilizadoras. Cuando se calmó un poco, Touya la alzó en vilo, llevándola al sofá y sentándola en sus rodillas. Tomoyo se acomodó en sus brazos y se irguió, mirando a Touya a los ojos, y acercándose para besarlo suavemente,
Touya, más tranquilo, preguntó:
“¿Estás mejor?”
“Sí...”, suspiró. Sus manos se colocaron en las mejillas de Touya, uniendo sus frentes, sus alientos mezclándose.
“¿De verdad?”, Tomoyo asintió. “¿Me explicarás ahora lo que ocurre?”
Tomoyo inspiró profundamente, mirando los ojos oscuros de su marido.
“Sí... Tienes que saber que no es nada malo... simplemente, necesitaba desahogarme... y cuando te he visto...”
“Lo entiendo... pero lo comprenderé mejor si me lo cuentas todo...”
“Bueno... hoy he ido al médico. Le he explicado los síntomas y me ha hecho las pruebas...”
“Sí...”, la instó para que continuara.
“Y... los resultados han sido que...”, tragó saliva, preparándose para dar la noticia. Un sollozo de su parte provocó que su voz se rompiera por la emoción: “...que... que estamos esperando un hijo...”
Touya se quedó en blanco, intentando procesar la noticia lo más rápido posible.
‘Un hijo... un hijo...’
“¿Un hijo?”, Touya lo preguntó en voz alta.
“Sí... un hijo... Tuyo y mío, Touya...”
Las lágrimas volvieron a los ojos de Tomoyo, y por segunda vez en su vida, la mujer pudo ver que por los ojos de Touya también se asomaban algunas. Suavemente, Touya la abrazó, acercándola a su cuerpo. La besó en el cuello, su aliento chocando con la piel de Tomoyo, las lágrimas desparramándose por sus mejillas...
Las sonrisas no tardaron en llegar...
Y el matrimonio celebró la buena noticia durante toda la noche...
FIN DEL FLASHBACK
Touya comprendía que la mujer de su sueño unas semanas antes había sido su propia esposa. Sus visiones le habían avisado de su futuro... de su hijo con su esposa.
Y la mujer del templo había dicho que crearían las cosas más maravillosas juntos... Y un hijo con Tomoyo era el mejor de los regalos.
Un par de semanas más tarde, Tomoyo tenía una cita con un especialista. Touya quiso acompañarla, por supuesto. Las pruebas apuntaban a que Tomoyo ya estaba de dos meses.
El matrimonio no tuvo ninguna duda de que su hijo fue concebido en su primera noche juntos... Su primera noche... la primera de todas.
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Tomoyo sentía a Touya acariciar su mano. Quería despertarse y mirarlo, hablar con él. Pero sus ojos no respondían a su cerebro. Intentaba una y otra vez que sus párpados se movieran... pero estaba demasiado cansada.
Su mente, que parecía estar entre dos mundos, en el de la realidad y en el de los sueños, reprodujo el día en que anunciaron que iban a ser padres. Era un domingo de finales de agosto, tres días después de saber la grata noticia.
FLASHBACK
Sonomi los había invitado a todos a comer, incluso a Nakuru, Yukito, Eriol y Meiling, además de la madre de Shaoran que había decidido pasar parte del verano con ellos y se había instalado en la mansión para no molestar en casa de su hijo y de su nuera. Iban a empezar con el segundo plato, una especialidad de la cocinera de la mansión, pavo al limón.
Cuando le sirvieron a Tomoyo, ésta miró el plato con cara de repugnancia, oliendo el desagradable aroma que despedía... Se levantó de la mesa con rapidez, tanta que tiró su vaso de agua sobre el mantel, y salió corriendo del salón hasta el baño, donde se encerró para vaciar su estómago de la comida que acababa de ingerir.
Touya, que había estado sentado al lado de su esposa, había visto la reacción de su esposa, obviamente, igual que el resto de comensales. Todos miraron primero el asiento vacío, para después llevar su vista hasta Touya.
Fujitaka fue el único que se atrevió a preguntar:
“¿Le ocurre algo a Tomoyo, hijo?”
“No se encuentra muy bien... Si me disculpáis...”
Touya se levantó de la mesa e hizo el mismo camino que acababa de recorrer su mujer. Intentó abrir la puerta, pero ésta estaba cerrada. Tocó suavemente a la puerta, y escuchó los pesados pasos de Tomoyo, que, con poca fuerza, abrió para dejarlo pasar.
“No sé lo que me pasa, Touya... pero siempre que veo un ave me dan náuseas... Creo que me voy a convertir en vegetariana hasta que el niño nazca...” Lo había dicho tan rápido, que a Touya se le escapó una sonrisa. Indignada, Tomoyo le golpeó en el brazo. “¡No te rías!”
“¡No me río!”
“¿A qué viene esa sonrisa? Porque a mí no me hace gracia. Estar embarazada no es gracioso.” La voz de Tomoyo empezó a alzarse. “Nada, nada de gracia.” Touya retrocedía poco a poco para salir del baño. Tomoyo se iba acercando lentamente a él, su mano señalándole amenazantemente. “Porque yo no me pongo a reír cuando me levanto todas las mañanas con ganas de vomitar. Yo no me pongo a reír cuando me duele tanto la espalda que no tengo ganas de moverme. No me hace gracia cuando YO soy la mujer que lleva a tu hijo en sus entrañas. Porque YO voy a tener que estar los próximos siete meses deseando haber usado un puto condón que no podría haber evitado esto”, señalando su barriga. “Porque yo voy a engordarme como una vaca, y TÚ no vas a querer hacerme el amor todas las noches... ni vas a querer verme desnuda...” Las lágrimas caían a borbotones de sus ojos, y ya había parado de seguir a su marido por media casa. “...no vas a querer tocarme, ni acariciarme, ni mirarme, ni besarme, ni amarme... ¡porque voy a estar GORDA!”
Touya y Tomoyo estaban de pie en medio del pasillo, justo delante de las puertas abiertas del salón, donde los invitados a la comida habían escuchado cada una de las palabras que Tomoyo había gritado. Los dos se miraban fijamente. Tomoyo seguía llorando, sus manos cubriendo su estómago. Touya la miraba impávido.
Con mucha tranquilidad, Touya se fue acercando, abriendo sus brazos lentamente para rodear la figura de Tomoyo, que temblaba por sus inseguridades.
La voz de Touya resonó por el silencioso corredor, los invitados callados para oír lo que decía.
“No me hace gracia, Tomoyo. Es más, sabes perfectamente que un hijo es una gran responsabilidad. La sonrisa que tengo en mi cara es porque, desde que soy tuyo, no siento más que una infinita felicidad aquí adentro, cariño...” Touya señalaba con su mano el corazón, haciendo que Tomoyo alzara su rostro. “Y, cuando supimos que estabas embarazada, que habíamos hecho algo juntos que sólo nos pertenece a nosotros... eso es un milagro...” La sonrisa volvió a Tomoyo, quien escuchaba atentamente cada sílaba de su parlamento. “Se me retuerce el corazón al ver que tienes que pasar por esto cada día: los vómitos, las náuseas, el dolor... Pero te miro y pienso que eres la mujer más valiente del mundo... Que las mujeres, todas... sois los seres más valientes del mundo. Os sacrificáis para dar vida. Tu cuerpo, tu salud... todo. Todo importa poco por lo que crece en vuestro interior. Y dudo que los hombres podamos hacer algo así... Pero lo que me duele es pensar que te arrepientas de tener un hijo conmigo...”
“Touya, yo nunca me arrepentiría de eso... Lo de condón lo he dicho porque estoy asqueada... Necesitaba exteriorizar toda la rabia que tengo... Quiero encontrarme bien, pero no puedo... Y eso me impide hacer cosas que quiero hacer... contigo” Tomoyo se había asustado mucho al escuchar a Touya decir que ella se arrepentía de haberse quedado embarazada... ¡Si era el sueño que más veces había vivido en sus noches!
“Lo sé... Lo sé, Tomoyo.” Touya besó sus labios suavemente, pero aún no había terminado de hablar. “Pero te pido... es más, te exijo que, ahora mismo, dejes de pensar que, porque estás embarazada, voy a dejar de amarte... Porque, Tomoyo, te aseguro que eso no va a pasar... nunca. ¿Me oyes? Así que olvídate de que porque vas a engordarte te voy a querer menos, porque pasará todo lo contrario. Te voy a querer el doble, porque si comes por dos, yo amo por dos... Y eso de que no voy a volver a hacerte el amor...” Touya soltó una carcajada, causando un leve sonrojo en su esposa.”...eso sólo pasará si algún día deja de funcionar... ya sabes. Y teniéndote conmigo... dudo que eso pase algún día... Porque Tomoyo... oh, Tomoyo... ¿aún no sabes lo mucho que te deseo?”
Y, dicho esto, Touya demostró a Tomoyo lo mucho que la deseaba, besándola con toda su furia y dejándola sin aliento.
El momento se rompió cuando un sollozo se oyó por la habitación...
“¡Vamos a ser abuelos, Fujitaka!”
FIN DEL FLASHBACK
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Touya tenía sus brazos sobre la cama, al lado de su esposa, su cabeza recostada encima, mirando el bulto que era su hijo.
Las inseguridades de Tomoyo habían terminado en el mismo instante en que Touya dejó claro, delante de muchas personas, lo mucho que le gustaba la idea de saber que iban a ser padres.
La noticia del embarazo había corrido como la pólvora. Aquel martes, todo el mundo sabía que Tomoyo Kinomoto estaba embarazada.
Y, de la misma manera que había ocurrido con el anuncio de su boda, los cambios fueron inmediatos. Sonomi ya había dado su opinión sobre posibles nombres, Yukito había dicho que él construiría la primera cuna, Sakura exclamó que ella quería ser la madrina, Eriol dijo algo parecido a... “Estos jóvenes de hoy no pierden el tiempo”, a lo que Nakuru asintió efusivamente.
Los cambios aparecieron en el cuerpo de Tomoyo. Sus curvas se definieron, provocando reacciones inauditas en su marido, sus pechos se volvieron más duros y sus pezones se oscurecieron. Sus caderas se ensancharon levemente, y su tripa se endureció. A los cuatro meses de gestación, se podía notar que un pequeño bulto sobresalía a la altura de su ombligo.
Touya sonreía al recordar las primeras patadas, los extraños antojos de media noche o como el apetito sexual de Tomoyo se había vuelto insaciable en el segundo trimestre. Pero lo que más le había encantado era ver su barriguita, en cuyo interior crecía una mitad de su ser, y una mitad de Tomoyo.
FLASHBACK
Touya había decidido que, durante el octavo mes, iba a ayudar en todo lo que pudiera a Tomoyo. Por eso, no era raro que la misma Tomoyo esperara a ducharse hasta que Touya hubiera llegado a casa después de sus consultas.
Tomoyo salía del baño de la habitación, envuelta en una toalla blanca, con una botella de crema hidratante en su mano. Touya ya cerraba el agua, cuando Tomoyo se sentó en la cama para aplicarse la crema en su cuerpo. La mujer no quería que quedaran muchas secuelas visibles después del embarazo, por lo que había cuidado mucho su piel y su alimentación.
Con la crema en sus manos, empezó a masajear su torso, aplicando una generosa cantidad en su creciente tripa. Cuando quiso continuar por sus piernas, sin embargo, paró.
De repente, un fuerte lloro llegó hasta los oídos de Touya, que cubriendo su cintura con una toalla, se acercó a su esposa, preguntándole que ocurría. Se arrodilló ante ella, acariciando su barriga a la vez.
“¡Es que no llego a los pies!”
Tomoyo sollozó aún más fuerte, escondiendo su rostro en el hombro de Touya.
“¡No puedo llegar a los pies porque estoy muy gorda!”
“Eso no es verdad, cielo... Lo que pasa es que el bebé se está preparando para salir... debe colocarse, y para eso tiene que dar la vuelta...”
“¡Pero yo sigo sin llegar a los pies!”
“Pero yo sí que llego, y para eso estoy aquí”, dijo Touya, besando la nariz de su joven esposa. Le quitó la botella de crema y se la aplicó por las piernas...
Dos horas más tarde, Tomoyo rompía aguas.
FIN DEL FLASHBACK
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Un fuerte apretón en sus manos hizo que Touya dirigiera sus ojos hasta su esposa, que al fin había despertado. La cara de alarma en Tomoyo lo asustó:
“Llama al doctor, Touya... Creo que ya es hora...”, dijo en un grito, “Me duele mucho...”
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Tres horas después...
Todos estaban en la habitación de Tomoyo, que tenía a una preciosa criatura en sus brazos.
“¿Cómo le vais a llamar?”, preguntó Shaoran, abrazado a su esposa, mirando dulcemente al niño que Tomoyo acunaba.
“Takeshi”, respondió Touya, sentado en la cama al lado de Tomoyo. Miraba anonadado el pequeño, que tenía su mano agarrada a su dedo meñique.
Tomoyo alzó su rostro, apoyando su cabeza en el hombro de Touya. El hombre besó su frente, y Tomoyo sonrió, pero terminó en una mueca al bostezar.
“Yo quiero tener uno”, dijeron Nakuru, Meiling y Sakura al unísono, causando risas entre los visitantes.
Takeshi Kinomoto se durmió esa noche en los brazos de su madre, que a su vez, se encontraba en los brazos de su marido. Los dos, con su mirada fija en el pequeño milagro que habían hecho juntos.
Un milagro...
...inesperado... y perfecto.
FIN
Notas de la autora:
Se terminó, cosa que me provoca una gran tristeza.
Y no sólo porque ya no voy a pasarme horas delante del ordenador escribiendo las ciento veinte páginas de esta adorable historia, desde mi punto de vista, sino triste porque no he podido cumplir con mis propósitos.
Me refiero a que iba a publicar el último capítulo cuando recibiera diez reviews del capítulo nueve, pero como sólo he recibido DOS... Y ya tenía ganas de subirlo, y deleitar a mis fieles lectores y lectoras.
Espero que este capítulo haya sido de vuestro agrado y, con suerte, nos veremos cuando me decida a escribir otra historia.
Muchos besos a todos, y aunque ya no sé si pedirlo, dejad algún REVIEW.
Mery
Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp.
Capítulo 10: Y la vida sigue... con mucho amor.
Fujitaka Kinomoto esperaba sentado en uno de los bancos del pasillo, a su lado, su hija pequeña le cogía de la mano y le acariciaba lentamente, intentando proyectar en él algo de tranquilidad. Uno débil sonrisa se asomaba en los labios de Sakura, puesto que nunca antes había visto a su padre tan nervioso, ni siquiera en su propia boda, aunque lo comprendía perfectamente.
Ella también estaba nerviosa, sin embargo, intentaba aparentar serenidad para no poner a su padre más nervioso aún. A su lado, un comprensivo y silencioso Shaoran estaba sentado, con un brazo apoyado en el respaldo de la silla de Sakura, su mano jugueteando con su castaño y largo pelo.
Sonomi Daidouji se había acomodado a la derecha de Fujitaka, su cabeza apoyada en el hombro del profesor, con los ojos cerrados y respirando profundamente, dejando, de tanto en tanto, que un suspiro se escapara de entre sus labios.
Yukito y Nakuru estaban abrazados en el banco que había delante de ellos, hablando en murmullos, para no interrumpir a la familia, que estaba sumida en un mar de pensamientos. La guardiana, no obstante, no pudo evitar acordarse de los preciosos momentos que la familia Kinomoto había vivido en los últimos meses...
FLASHBACK
La mansión Daidouji había sido decorada con simples motivos florales para la ocasión. La gran escalera de madera que presidía el recibidor de la casa había desaparecido debajo de las orquídeas. Por una puerta de cristal del salón, los pocos invitados eran dirigidos al jardín, donde había sido instalada una pequeña pérgola, que también se había perdido bajo las capas de todo tipo de flores blancas, y una veintena de sillas de madera alrededor de ésta.
Yukito y Nakuru entraron de la mano, encontrándose con el matrimonio Li, recién llegado de su luna de miel. Sakura iba vestida con un vestido largo, de finos tirantes, de color perla. Su pelo estaba elegantemente recogido en un sencillo moño, decorado con pequeñas flores de cerezo, haciendo honor a su nombre.
Shaoran vestía unos pantalones negros y una camisa blanca de lino de manga larga, que se había arremangado hasta los codos. El cuello de la camisa estaba desabrochado, dando al joven hechicero un aire muy informal.
Yukito se había decidido por un conjunto muy parecido, pero sus pantalones eran azules. Su bella acompañante se había comprado, especialmente para la ocasión, un largo vestido palabra de honor de color burdeos que resaltaba el color de sus ojos. Un simple collar de zirconitas y unos pendientes a conjunto completaban su modelo.
De detrás de él, un sonriente Fujitaka Kinomoto apareció acompañado de Sonomi, cuya felicidad podía verse a diez kilómetros de distancia, que vestía un traje, sorprendentemente compuesto por una camisa blanca y una falda que se ajustaba a sus caderas, las dos piezas de color crema.
“Buenos días, jóvenes...”, exclamó Sonomi, agarrando con más fuerza a su escolta.
“Buenos días...”, contestaron todos.
“¿Están todos los invitados? La ceremonia no tardará en empezar...”, anunció la empresaria. Dirigiéndose a la dama de Honor, Sonomi dijo: “Sakura, cielo... ¿Por qué no te vas con Tomoyo? Ya está preparada... seguro que tu compañía calmará sus nervios...”
“Por supuesto, me voy con ella.” Sakura se despidió con un casto beso de su marido.
“Estoy tan contenta de que mi niña se case...”
“Yo también estoy contento de que tu hija se case, Sonomi...”, la voz de Touya interrumpió a la mujer, apoyando ambas manos en su espalda. “...Y más si yo soy el novio.”, bromeó.
Todos los reunidos saludaron a Touya, que, para aquel día, había elegido unos pantalones grises y una camisa blanca, que como la de Shaoran, llevaba el cuello desatado. Ninguna pajarita o corbata completaba su traje, como en el resto de invitados.
Al fin y al cabo, Tomoyo había querido que el día de su boda fuera un día de celebración, no una jornada en la que todo el mundo se quejara del calor o de la humedad... la comodidad era lo primero, y la misma novia iba a disfrutar de ese requisito.
Cinco minutos después, todos los invitados se sentaban en sus sillas, y el novio se dirigía a la pérgola. Le acompañaba Yukito, su padrino. Los dos charlaban mientras esperaban que la novia apareciera...
“¿Preparado para dar este paso, Touya?”
“Nunca había estado más seguro, Yuki...”
“Y yo no te había visto tan decidido en mi vida...”
Touya sonrió, sus ojos brillantes por la felicidad que sentía.
“Eso es porque amo a esa mujer más que a mi vida.”
“Te comprendo, amigo...”
Las puertas de cristal habían empezado a abrirse, pero sólo se veía a Sakura, con una rosa roja en sus manos...
“Lo que me sorprende es que yo esté aquí antes que tú, Yuki...”
“Te prometo que no tardarás en estar en mi lugar...”
“¿Eso es una promesa o una amenaza?”
“Definitivamente una promesa... tú serás mi padrino el día que me case con Nakuru...”
“¿Y cuándo será eso?”
“Antes de lo que mi hermosa guardiana se espera...”
Las palabras de Yukito terminaron en un susurro, pues la novia había aparecido de su escondite, y Touya había ignorando el comentario de su mejor amigo. Yukito pudo entender perfectamente que fuera ignorado completamente, ya que Tomoyo, más bella que nunca, se dirigía a paso firme hasta su futuro en el brazo de Fujitaka.
Touya no pudo contener sus emociones... y, por primera vez en muchos años... una lágrima se escapó por su mejilla...
FIN DEL FLASHBACK
Yukito rememoraba también esos recuerdos. Nunca antes había visto a su mejor amigo tan feliz y tan dispuesto a entregarse a otra persona de esa forma.
Lo que más había sorprendido, no sólo a él, sino que a todos los invitados, sobre todo a su padre y a su hermana, fueron las gruesas lágrimas que habían rodado por sus mejillas durante la ceremonia.
FLASHBACK
Touya miraba ensimismado a su futura esposa, agarrándola con fuerza por sus suaves manos, acariciándolas tiernamente, como si estuvieran hechas de porcelana.
El sacerdote estaba hablando, pero Touya creía que mirar las facciones de Tomoyo era, en ese momento, mejor que escuchar la aguda voz que llegaba a su oreja derecha.
Tomoyo observaba atentamente el rostro de Touya, mirando las lágrimas que, ella pensaba, descubrían un territorio desconocido para ellas hasta ese momento. Viéndole llorar de alegría, Tomoyo no pudo más que hacer lo mismo.
De un momento a otro, el sacerdote decía las palabras mágicas.
“¿Aceptas, Touya Kinomoto, a esta mujer como tu legítima esposa?”
“Sí, acepto”
Las sonrisas en los contrayentes eran enormes. Sus manos apretándose fuertemente...
“¿Aceptas, Tomoyo Daidouji, a este hombre como tu legítimo esposo?”
“Sí... acepto”
“Por el poder que me ha sido concedido, yo os declaro marido y mujer... Puedes besar a la novia...”
Ni un segundo había pasado cuando Touya junto sus labios con los de Tomoyo, ignorando a las personas que había a su alrededor, la mayoría de las cuales nunca los había visto juntos, y mucho menos besándose. Pero todos pudieron ver que, a pesar de lo inesperado que había sido su relación, eran perfectos él uno para el otro.
Los aplausos no tardaron en escucharse, mientras que los recién casados seguían besándose.
Touya había querido hacer de su primer beso como matrimonio algo inolvidable, y Tomoyo pensó, que sin duda alguna, su marido lo había conseguido.
FIN DEL FLASHBACK
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Tomoyo se había quedado sola en la habitación. Al fin Touya había hecho caso al doctor y había abandonado la habitación para ir a tomar algo, después de tantas horas de espera...
‘Y las que quedan aún...’, pensaba Tomoyo, muy cansada, mientras se acariciaba su prominente barriga, de donde su hijo saldría en cualquier momento.
Cerró los ojos y empezó a respirar como se lo habían enseñado en las clases de preparación al parto. Su mano no se separaba de su redondeada tripa, sintiendo los constantes movimientos del bebé.
Su mente retrocedió unos meses, recordando la noche que los había llevado a este momento.
Si pensaba en ello, podía jurar que sentía los labios de Touya en su piel, sus manos en los recovecos de su cuerpo, su lengua succionando sus pezones... Los cálidos jadeos sincronizados con los suyos...
Como en su noche de bodas...
FLASHBACK
La recepción al fin había terminado. Los invitados se habían marchado a sus casas y en la mansión sólo quedaban ellos dos y su madre. Un coche los esperaba fuera, que los llevaría esa noche hasta un hotel donde pasarían su noche de bodas.
Ese había sido el regalo que Touya le había hecho. Una noche en la suite nupcial de un pequeño hotel de lujo.
Cogieron sus maletas, ya que desde el hotel se dirigirían a la mañana siguiente hasta el aeropuerto para coger un avión que les llevara al destino de su luna de miel. Ya en el coche, los dos empezaron a besarse apasionadamente, sin importarles que el chófer les lanzara pícaras miradas a través del retrovisor.
Las manos de Touya se habían aventurado por su cuerpo, acariciándolo suavemente... Los leves gemidos de Tomoyo llenaban la parte trasera del coche...
Quince minutos más tarde, estaban registrándose en el hotel. Las llaves ya en su poder, la pareja voló hasta su suite nupcial, acompañados por un botones que cargaba con sus maletas.
Tomoyo se sentó en la amplia cama mientras miraba como Touya daba una propina al botones y le instaba para que se marchara de la habitación de una vez. El botones aceptó encantado la propina y se marchó, cerrando la puerta a sus espaldas.
Al darse la vuelta, Touya se encaminó hacia ella y se inclinó sobre su cuerpo, provocando que ambos quedaran recostados sobre la cama, Tomoyo debajo de Touya.
Y la pasión se desbordó...
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Veinticuatro horas más tarde, los dos volvían a hacer el amor... esta vez en la cabaña de madera que habían alquilado durante dos semanas en las islas Maldivas.
Desde la enorme habitación se podía ver el mar, sereno, de un color turquesa intenso. Las aguas eran cristalinas y se podían ver docenas de peces, de todos los tamaños y colores, yendo de un lado para el otro, moviendo sus aletas incansables.
Tomoyo no podía creer lo que sus ojos veían. Los colores de las exóticas plantas, las altas palmeras, los diferentes azules del mar y el reflejo del cálido sol en las tranquilas aguas.
Un maravilloso entorno paradisíaco para disfrutar de unas maravillosas semanas con su maravilloso marido... simplemente maravilloso.
Y la habitación sólo podía recibir la palabra ‘maravillosa’ al ser descrita. Se trataba de una cabaña en forma de U sobre el mar, dividida en tres estancias principales. En el centro estaba el salón, amueblado con una mesa y un sofá, que comunicaba con una pequeña cocina con los electrodomésticos esenciales. En el brazo derecho estaba la habitación matrimonial, con una gran cama y un sofá igual de grande, que daba a una pequeña terraza que tenía salida al mar. El brazo izquierdo se encontraba el baño, ocupado en gran medida por una bañera redonda. Este también tenía salida a una terraza, en cuyo lado había una pequeña puerta que daba a una ducha exterior.
Y, tanto Tomoyo como Touya, estaban dispuestos a aprovechar cada rincón de esa cabaña...
FIN DEL FLASHBACK
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Touya estaba sentado junto a la cama, acariciando la mano de su esposa, que descansaba por unos momentos. Los dolores del parto habían empezado la noche anterior, mientras ambos estaban acostados en su cama.
Acababa de volver de comer un poco, después de la insistencia del doctor y de las enfermeras de Tomoyo. No se había separado de su esposa durante todo el embarazo, incluso se negó a asistir a una conferencia a la que había sido enviado por el hospital, justificando que, al estar el parto tan cerca, no iba a dejar a Tomoyo sola durante dos noches y tres días. A cambio, había prometido alargar sus consultas una hora a partir del mes de septiembre hasta el de diciembre. Aún faltaban seis meses para que su horario variara, así que sabía que tendría tiempo para disfrutar de los primeros meses de vida de su hijo.
Su hijo...
¡Cómo habían cambiado las cosas en esos meses!
Touya había comprobado que algunas personas no habían recibido la noticia de su boda con la misma alegría que otras. Por ejemplo, las enfermeras del hospital, que creían que Tomoyo, demasiado joven para su macizo doctor, no era suficiente mujer para un hombre como él. ¡Qué equivocadas estaban!
También algunos antiguos compañeros de instituto de Tomoyo habían maldecido el hecho de que la joven heredera se hubiera enamorado de él, además de los ricos pretendientes de la joven, que sólo buscaban su dinero.
Pero eso nada importaba ya, porque todo el mundo había podido presenciar el amor que había entre ellos.
Al volver de la luna de miel, los dos habían asistido a un festival de verano que se celebraba en el templo Tsukimine. No hacía ni cuatro horas que estaban en su casa, y ya salían hacia el templo para encontrarse con su familia.
Era mediados de julio, y la noche era muy calurosa. El nuevo matrimonio vestía ropas muy ligeras. Tomoyo llevaba un vestido blanco, que llegaba hasta sus rodillas. Touya, en cambio, llevaba unos jeans muy finos y una camisa blanca de lino. Se dirigían hacia el templo, Tomoyo con su brazo rodeando la cintura de Touya, y él, a su vez, abrazando los hombros de su esposa. Los dos caminaban a paso lento, parándose de tanto en cuanto para besarse bajo la luz de la luna.
Al fin llegaron al templo, y todos los que conocían la noticia de su boda, pero no habían asistido a ésta, miraban sospechosamente la escena. Algunos incluso creían que sólo había sido un rumor, pero verlos juntos eliminaba los diversos cuchicheos que, durante las dos semanas de su ausencia, habían rondado por Tomoeda. La pareja se dirigió hasta uno de los tenderetes preparados, mirando los objetos expuestos. Cuando se vieron delante de uno de los tenderos de golosinas, Tomoyo pagó por una bolsa de almendras garrapiñadas. La abrieron y fueron comiéndoselas mientras caminaban para reunirse con Fujitaka, Sonomi y los demás.
Los vieron sentados en una gran mesa en la zona de picnic. Todos los saludaron efusivamente, pues, al haber llegado esa misma tarde, no se habían visto aún. Se sentaron en el banco y empezaron a contar cómo había ido su luna de miel. El rato pasó rápidamente y, de pronto, por el micrófono se anunció que en breve comenzaría el baile. Nakuru y Yukito, que acababan de anunciar su compromiso, para alegría de todos, fueron los primeros en abandonar la mesa y empezar a bailar en la pista de baile.
Eriol y Meiling, que se habían unido al grupo unos minutos antes, también decidieron bailar un poco. Tomoyo, algo cansada por el viaje, se apoyó en el pecho de Touya, quien acariciaba su pelo despreocupadamente. Un beso en su cabeza y Tomoyo levantó el rostro. La mirada de Touya le pedía un baile. “Sólo uno”, había claudicado su esposa.
Pero una se convirtió en dos, para continuar hasta que, una diez canciones más tarde, Tomoyo bostezó. Touya, sin importarle nada ni nadie, la besó y, cogiéndola de las manos, se separó de ella y se la llevó hasta la mesa. Los dos se despidieron y quedaron en verse al día siguiente...
Saliendo del templo, una mujer mayor, que tenía un tenderete de predicciones cerca de la entrada del templo, los detuvo con su voz: “El amor crea las cosas más maravillosas del mundo... Esperad lo inesperado, que los mejores momentos de vuestra vida están por llegar... Y no tardarán mucho...”
Touya se había quedado con esas palabras, y dos semanas más tarde, las recordaba al conocer la noticia más inesperada de los labios de su esposa...
FLASHBACK
Touya Kinomoto abandonó la clínica velozmente, esperando no encontrarse con su superior. Gracias a los dioses, su salida del hospital no le llevó ningún quebradero de cabeza. Quería llegar a casa lo antes posible, donde Tomoyo... Tomoyo Kinomoto... repetía en su mente, ya lo estaría esperando.
Sus ganas de volver a su casa se debían a que la joven llevaba un par de días encontrándose mal. Por la mañana se levantaba sintiendo náuseas, vomitando la cena del día anterior y molesta por los dolores de espalda que no la dejaban en todo el día.
Aquella tarde sabía que Tomoyo tenía hora con su médico, pues se había negado a que Touya la examinara, diciendo que, en esos casos, era mejor que un médico al que no estuviera casada la atendiera.
Veinte minutos después abría la puerta principal, y la suave voz de Tomoyo inundó sus sentidos... Ese era un hábito al que Touya se había acostumbrado fácilmente: oír cantar a Tomoyo era una delicia... Pero Touya podía pensar en unas cuantas cosas más de su esposa que eran una delicia.
Cerró la puerta e, inmediatamente, Tomoyo apareció por la puerta de la cocina. Sin embargo, su sonrisa no adornaba su rostro, como era costumbre en ella. En su lugar, unas lágrimas recorrían sus sonrojadas mejillas. Tomoyo había estado llorando...
“Tomoyo... ¿Qué ocurre?”
Touya descuidadamente dejó su maletín en el suelo. Se acercó a Tomoyo y la abrazó tiernamente. Tomoyo empezó a sollozar, abrazándose a él fuertemente. Sus lágrimas humedecieron la camisa de Touya, pero eso no importaba. El estado de su esposa era inaudito, y Touya, en esos instantes, no supo que hacer. La había escuchado cantar instantes antes... ¿por qué estaría llorando?
Empezó a acunarla en sus brazos, de un lado al otro, dando besos en su frente y emitiendo palabras tranquilizadoras. Cuando se calmó un poco, Touya la alzó en vilo, llevándola al sofá y sentándola en sus rodillas. Tomoyo se acomodó en sus brazos y se irguió, mirando a Touya a los ojos, y acercándose para besarlo suavemente,
Touya, más tranquilo, preguntó:
“¿Estás mejor?”
“Sí...”, suspiró. Sus manos se colocaron en las mejillas de Touya, uniendo sus frentes, sus alientos mezclándose.
“¿De verdad?”, Tomoyo asintió. “¿Me explicarás ahora lo que ocurre?”
Tomoyo inspiró profundamente, mirando los ojos oscuros de su marido.
“Sí... Tienes que saber que no es nada malo... simplemente, necesitaba desahogarme... y cuando te he visto...”
“Lo entiendo... pero lo comprenderé mejor si me lo cuentas todo...”
“Bueno... hoy he ido al médico. Le he explicado los síntomas y me ha hecho las pruebas...”
“Sí...”, la instó para que continuara.
“Y... los resultados han sido que...”, tragó saliva, preparándose para dar la noticia. Un sollozo de su parte provocó que su voz se rompiera por la emoción: “...que... que estamos esperando un hijo...”
Touya se quedó en blanco, intentando procesar la noticia lo más rápido posible.
‘Un hijo... un hijo...’
“¿Un hijo?”, Touya lo preguntó en voz alta.
“Sí... un hijo... Tuyo y mío, Touya...”
Las lágrimas volvieron a los ojos de Tomoyo, y por segunda vez en su vida, la mujer pudo ver que por los ojos de Touya también se asomaban algunas. Suavemente, Touya la abrazó, acercándola a su cuerpo. La besó en el cuello, su aliento chocando con la piel de Tomoyo, las lágrimas desparramándose por sus mejillas...
Las sonrisas no tardaron en llegar...
Y el matrimonio celebró la buena noticia durante toda la noche...
FIN DEL FLASHBACK
Touya comprendía que la mujer de su sueño unas semanas antes había sido su propia esposa. Sus visiones le habían avisado de su futuro... de su hijo con su esposa.
Y la mujer del templo había dicho que crearían las cosas más maravillosas juntos... Y un hijo con Tomoyo era el mejor de los regalos.
Un par de semanas más tarde, Tomoyo tenía una cita con un especialista. Touya quiso acompañarla, por supuesto. Las pruebas apuntaban a que Tomoyo ya estaba de dos meses.
El matrimonio no tuvo ninguna duda de que su hijo fue concebido en su primera noche juntos... Su primera noche... la primera de todas.
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Tomoyo sentía a Touya acariciar su mano. Quería despertarse y mirarlo, hablar con él. Pero sus ojos no respondían a su cerebro. Intentaba una y otra vez que sus párpados se movieran... pero estaba demasiado cansada.
Su mente, que parecía estar entre dos mundos, en el de la realidad y en el de los sueños, reprodujo el día en que anunciaron que iban a ser padres. Era un domingo de finales de agosto, tres días después de saber la grata noticia.
FLASHBACK
Sonomi los había invitado a todos a comer, incluso a Nakuru, Yukito, Eriol y Meiling, además de la madre de Shaoran que había decidido pasar parte del verano con ellos y se había instalado en la mansión para no molestar en casa de su hijo y de su nuera. Iban a empezar con el segundo plato, una especialidad de la cocinera de la mansión, pavo al limón.
Cuando le sirvieron a Tomoyo, ésta miró el plato con cara de repugnancia, oliendo el desagradable aroma que despedía... Se levantó de la mesa con rapidez, tanta que tiró su vaso de agua sobre el mantel, y salió corriendo del salón hasta el baño, donde se encerró para vaciar su estómago de la comida que acababa de ingerir.
Touya, que había estado sentado al lado de su esposa, había visto la reacción de su esposa, obviamente, igual que el resto de comensales. Todos miraron primero el asiento vacío, para después llevar su vista hasta Touya.
Fujitaka fue el único que se atrevió a preguntar:
“¿Le ocurre algo a Tomoyo, hijo?”
“No se encuentra muy bien... Si me disculpáis...”
Touya se levantó de la mesa e hizo el mismo camino que acababa de recorrer su mujer. Intentó abrir la puerta, pero ésta estaba cerrada. Tocó suavemente a la puerta, y escuchó los pesados pasos de Tomoyo, que, con poca fuerza, abrió para dejarlo pasar.
“No sé lo que me pasa, Touya... pero siempre que veo un ave me dan náuseas... Creo que me voy a convertir en vegetariana hasta que el niño nazca...” Lo había dicho tan rápido, que a Touya se le escapó una sonrisa. Indignada, Tomoyo le golpeó en el brazo. “¡No te rías!”
“¡No me río!”
“¿A qué viene esa sonrisa? Porque a mí no me hace gracia. Estar embarazada no es gracioso.” La voz de Tomoyo empezó a alzarse. “Nada, nada de gracia.” Touya retrocedía poco a poco para salir del baño. Tomoyo se iba acercando lentamente a él, su mano señalándole amenazantemente. “Porque yo no me pongo a reír cuando me levanto todas las mañanas con ganas de vomitar. Yo no me pongo a reír cuando me duele tanto la espalda que no tengo ganas de moverme. No me hace gracia cuando YO soy la mujer que lleva a tu hijo en sus entrañas. Porque YO voy a tener que estar los próximos siete meses deseando haber usado un puto condón que no podría haber evitado esto”, señalando su barriga. “Porque yo voy a engordarme como una vaca, y TÚ no vas a querer hacerme el amor todas las noches... ni vas a querer verme desnuda...” Las lágrimas caían a borbotones de sus ojos, y ya había parado de seguir a su marido por media casa. “...no vas a querer tocarme, ni acariciarme, ni mirarme, ni besarme, ni amarme... ¡porque voy a estar GORDA!”
Touya y Tomoyo estaban de pie en medio del pasillo, justo delante de las puertas abiertas del salón, donde los invitados a la comida habían escuchado cada una de las palabras que Tomoyo había gritado. Los dos se miraban fijamente. Tomoyo seguía llorando, sus manos cubriendo su estómago. Touya la miraba impávido.
Con mucha tranquilidad, Touya se fue acercando, abriendo sus brazos lentamente para rodear la figura de Tomoyo, que temblaba por sus inseguridades.
La voz de Touya resonó por el silencioso corredor, los invitados callados para oír lo que decía.
“No me hace gracia, Tomoyo. Es más, sabes perfectamente que un hijo es una gran responsabilidad. La sonrisa que tengo en mi cara es porque, desde que soy tuyo, no siento más que una infinita felicidad aquí adentro, cariño...” Touya señalaba con su mano el corazón, haciendo que Tomoyo alzara su rostro. “Y, cuando supimos que estabas embarazada, que habíamos hecho algo juntos que sólo nos pertenece a nosotros... eso es un milagro...” La sonrisa volvió a Tomoyo, quien escuchaba atentamente cada sílaba de su parlamento. “Se me retuerce el corazón al ver que tienes que pasar por esto cada día: los vómitos, las náuseas, el dolor... Pero te miro y pienso que eres la mujer más valiente del mundo... Que las mujeres, todas... sois los seres más valientes del mundo. Os sacrificáis para dar vida. Tu cuerpo, tu salud... todo. Todo importa poco por lo que crece en vuestro interior. Y dudo que los hombres podamos hacer algo así... Pero lo que me duele es pensar que te arrepientas de tener un hijo conmigo...”
“Touya, yo nunca me arrepentiría de eso... Lo de condón lo he dicho porque estoy asqueada... Necesitaba exteriorizar toda la rabia que tengo... Quiero encontrarme bien, pero no puedo... Y eso me impide hacer cosas que quiero hacer... contigo” Tomoyo se había asustado mucho al escuchar a Touya decir que ella se arrepentía de haberse quedado embarazada... ¡Si era el sueño que más veces había vivido en sus noches!
“Lo sé... Lo sé, Tomoyo.” Touya besó sus labios suavemente, pero aún no había terminado de hablar. “Pero te pido... es más, te exijo que, ahora mismo, dejes de pensar que, porque estás embarazada, voy a dejar de amarte... Porque, Tomoyo, te aseguro que eso no va a pasar... nunca. ¿Me oyes? Así que olvídate de que porque vas a engordarte te voy a querer menos, porque pasará todo lo contrario. Te voy a querer el doble, porque si comes por dos, yo amo por dos... Y eso de que no voy a volver a hacerte el amor...” Touya soltó una carcajada, causando un leve sonrojo en su esposa.”...eso sólo pasará si algún día deja de funcionar... ya sabes. Y teniéndote conmigo... dudo que eso pase algún día... Porque Tomoyo... oh, Tomoyo... ¿aún no sabes lo mucho que te deseo?”
Y, dicho esto, Touya demostró a Tomoyo lo mucho que la deseaba, besándola con toda su furia y dejándola sin aliento.
El momento se rompió cuando un sollozo se oyó por la habitación...
“¡Vamos a ser abuelos, Fujitaka!”
FIN DEL FLASHBACK
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Touya tenía sus brazos sobre la cama, al lado de su esposa, su cabeza recostada encima, mirando el bulto que era su hijo.
Las inseguridades de Tomoyo habían terminado en el mismo instante en que Touya dejó claro, delante de muchas personas, lo mucho que le gustaba la idea de saber que iban a ser padres.
La noticia del embarazo había corrido como la pólvora. Aquel martes, todo el mundo sabía que Tomoyo Kinomoto estaba embarazada.
Y, de la misma manera que había ocurrido con el anuncio de su boda, los cambios fueron inmediatos. Sonomi ya había dado su opinión sobre posibles nombres, Yukito había dicho que él construiría la primera cuna, Sakura exclamó que ella quería ser la madrina, Eriol dijo algo parecido a... “Estos jóvenes de hoy no pierden el tiempo”, a lo que Nakuru asintió efusivamente.
Los cambios aparecieron en el cuerpo de Tomoyo. Sus curvas se definieron, provocando reacciones inauditas en su marido, sus pechos se volvieron más duros y sus pezones se oscurecieron. Sus caderas se ensancharon levemente, y su tripa se endureció. A los cuatro meses de gestación, se podía notar que un pequeño bulto sobresalía a la altura de su ombligo.
Touya sonreía al recordar las primeras patadas, los extraños antojos de media noche o como el apetito sexual de Tomoyo se había vuelto insaciable en el segundo trimestre. Pero lo que más le había encantado era ver su barriguita, en cuyo interior crecía una mitad de su ser, y una mitad de Tomoyo.
FLASHBACK
Touya había decidido que, durante el octavo mes, iba a ayudar en todo lo que pudiera a Tomoyo. Por eso, no era raro que la misma Tomoyo esperara a ducharse hasta que Touya hubiera llegado a casa después de sus consultas.
Tomoyo salía del baño de la habitación, envuelta en una toalla blanca, con una botella de crema hidratante en su mano. Touya ya cerraba el agua, cuando Tomoyo se sentó en la cama para aplicarse la crema en su cuerpo. La mujer no quería que quedaran muchas secuelas visibles después del embarazo, por lo que había cuidado mucho su piel y su alimentación.
Con la crema en sus manos, empezó a masajear su torso, aplicando una generosa cantidad en su creciente tripa. Cuando quiso continuar por sus piernas, sin embargo, paró.
De repente, un fuerte lloro llegó hasta los oídos de Touya, que cubriendo su cintura con una toalla, se acercó a su esposa, preguntándole que ocurría. Se arrodilló ante ella, acariciando su barriga a la vez.
“¡Es que no llego a los pies!”
Tomoyo sollozó aún más fuerte, escondiendo su rostro en el hombro de Touya.
“¡No puedo llegar a los pies porque estoy muy gorda!”
“Eso no es verdad, cielo... Lo que pasa es que el bebé se está preparando para salir... debe colocarse, y para eso tiene que dar la vuelta...”
“¡Pero yo sigo sin llegar a los pies!”
“Pero yo sí que llego, y para eso estoy aquí”, dijo Touya, besando la nariz de su joven esposa. Le quitó la botella de crema y se la aplicó por las piernas...
Dos horas más tarde, Tomoyo rompía aguas.
FIN DEL FLASHBACK
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Un fuerte apretón en sus manos hizo que Touya dirigiera sus ojos hasta su esposa, que al fin había despertado. La cara de alarma en Tomoyo lo asustó:
“Llama al doctor, Touya... Creo que ya es hora...”, dijo en un grito, “Me duele mucho...”
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Tres horas después...
Todos estaban en la habitación de Tomoyo, que tenía a una preciosa criatura en sus brazos.
“¿Cómo le vais a llamar?”, preguntó Shaoran, abrazado a su esposa, mirando dulcemente al niño que Tomoyo acunaba.
“Takeshi”, respondió Touya, sentado en la cama al lado de Tomoyo. Miraba anonadado el pequeño, que tenía su mano agarrada a su dedo meñique.
Tomoyo alzó su rostro, apoyando su cabeza en el hombro de Touya. El hombre besó su frente, y Tomoyo sonrió, pero terminó en una mueca al bostezar.
“Yo quiero tener uno”, dijeron Nakuru, Meiling y Sakura al unísono, causando risas entre los visitantes.
Takeshi Kinomoto se durmió esa noche en los brazos de su madre, que a su vez, se encontraba en los brazos de su marido. Los dos, con su mirada fija en el pequeño milagro que habían hecho juntos.
Un milagro...
...inesperado... y perfecto.
FIN
Notas de la autora:
Se terminó, cosa que me provoca una gran tristeza.
Y no sólo porque ya no voy a pasarme horas delante del ordenador escribiendo las ciento veinte páginas de esta adorable historia, desde mi punto de vista, sino triste porque no he podido cumplir con mis propósitos.
Me refiero a que iba a publicar el último capítulo cuando recibiera diez reviews del capítulo nueve, pero como sólo he recibido DOS... Y ya tenía ganas de subirlo, y deleitar a mis fieles lectores y lectoras.
Espero que este capítulo haya sido de vuestro agrado y, con suerte, nos veremos cuando me decida a escribir otra historia.
Muchos besos a todos, y aunque ya no sé si pedirlo, dejad algún REVIEW.
Mery