dimarts, de juliol 11, 2006

INESPERADO... Y PERFECTO. Cap1

INESPERADO... Y PERFECTO (11.07.06)

Disclaimer: Card Captor Sakura pertenece a Clamp.

Capítulo 1: Boda a la vista

Los pájaros cantaban esa mañana. Algo bastante molesto.

No paraba de repetir una y otra vez: ‘¡Qué pájaro más pesado! Aquí hay gente que quiere dormir...’

Se dio la vuelta y sus ojos se abrieron perezosamente. El reloj marcaba las 7:08 de una preciosa mañana de miércoles. Aquel día no había nada que hacer tan pronto, así que volvió a su posición inicial y se durmió.

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El sonido de una puerta abrirse y cerrarse invadió la silenciosa habitación. Unos pasos se oyeron y, a continuación, los muelles del colchón rechinaron al recibir el peso de una visita inesperada.

Touya se tapó la cabeza con la almohada. Había un rayo de sol que le daba directamente a los ojos y, como el pájaro, era muy molesto. Se dio cuenta de que su habitación ya no tenía ese ambiente tan cargado de la noche anterior. El calor nocturno había cedido su lugar al frescor matinal, y un agradable olor a hierba mojada le invadía... pero había algo más. Un olor más fresco, si eso era posible.

Ese aroma le recordaba a una persona, una mujer, para ser más exactos. Era el olor que despedía... Tomoyo.

Desconcertado, Touya abrió los ojos. Lo primero que vio fue la almohada. La funda de la almohada. Separándola lentamente de su rostro, el rayo lo volvió a incordiar. Pero esta vez Touya no se cubriría. Dejando el cojín a su lado, Touya se dio la vuelta y allí la vio.

Tomoyo estaba sentada en el borde de la cama, encima de una de sus piernas, mientras que la otra estaba apoyada en el suelo. Llevaba una camisa blanca y unos shorts de color crema. Su pelo estaba recogido en una larga cola y no había ni rastro de maquillaje en su piel. Pero una sonrisa tímida poseía los carnosos labios de la joven.

“Al fin te has despertado, Touya”

Como si de una alarma se tratara, al oír su voz, ronca por no haberla utilizado durante horas, Touya se levantó de un salto. Cogió la sábana que tenía a los pies de la cama e intentó tapar su torso desnudo. Tomoyo apartó los ojos de Touya, y avergonzada, declaró:

“Siento haberte despertado...”

“No pasa nada, ya era hora de que me levantara...”

Touya se sentó en la cama y la miró detenidamente. A Tomoyo le recorrió un escalofrío al sentir su mirada en ella, así que decidió levantarse y decirle a qué venía.

“Sólo he venido a preguntarte si podrías ayudarme con un asunto de la boda.”

“Por supuesto. ¿De qué se trata?”

“Hoy tengo una reunión en el trabajo y no puedo ir a buscar los vestidos que encargué para la cena de esta noche.”

“¿Quieres que vaya a buscarlos yo?”

“Te lo agradecería muchísimo. Son cuatro vestidos y dos esmóquines, uno para ti y otro para tu padre. Tienes que ir a esta dirección”

Tomoyo se acercó al escritorio, cogió lápiz y papel, y escribió la dirección. Cuando levantó la vista de la hoja, se topó con sus propios ojos. En la mesa, Touya tenía una foto enmarcada. En ella aparecía Sakura, con sus brazos rodeando la cintura de Fujitaka. Al lado de él estaba un serio Touya, con una risueña Tomoyo justo delante. Lo que más le sorprendió fue ver que Touya tenía su mano derecha sobre el hombro de la joven. No recordaba esa fotografía. Todos parecían muy felices.

Tomoyo se preguntó si, después de la boda, Touya la cambiaría por una en la que también saliera Shaoran.

“Lo dudo”

“¿Decías algo, Tomoyo?”

No se dio cuenta que lo había dicho en alto.

“No, Touya, sólo estaba hablando conmigo misma” se acercó a él y le dio la nota. “Aquí tienes”

“Perfecto. ¿A qué hora debo ir a buscarlos?”

“A partir de las tres. Pregunta por la señora Tomaneki. Si le dices que vas de mi parte, te atenderá personalmente. Sus hijas no son muy amables, que digamos”

Tomoyo no esperó más. Se dio la vuelta y salió rápidamente de la habitación.

FLASHBACK

Dos años antes...

Tomoyo salía de la habitación de Sakura después de haber pasado las últimas dos horas ayudándola a prepararse para su cita con Shaoran. Aquella noche celebraban el decimosexto cumpleaños del joven chino.

Sakura había estado todo el día pensando en qué se iba a poner para esa velada tan especial. Nada de lo que tenía le convencía, así que cogió el teléfono y llamó a su mejor amiga. Veinte minutos más tarde, las dos adolescentes estaban sentadas en el suelo de su habitación, rodeadas de vestidos, pantalones, camisas, faldas y zapatos, además de joyas y otros complementos.

Kero estaba entretenido jugando con la consola, ignorando completamente lo que ocurría a sus espaldas. De vez en cuando se desconcentraba porque oía una risita de Sakura o un suspiro de Tomoyo. En más de una ocasión se había girado para pedir un poco de tranquilidad. Por supuesto, sus peticiones eran desoídas.

Sólo una cosa dejaba a Kero totalmente aturdido: Sakura hablando sobre sus besos con Shaoran. A Kero eso no le interesaba en absoluto y le era difícil comprender por qué a Tomoyo sí. ‘Debe ser cosa de chicas’.

Al ver que nada podría evitar el alboroto, Kero decidió pasar la tarde con Spinel en la nueva mansión de Eriol. Se despidió con un escueto ‘Hasta mañana’ y se marchó volando por la ventana.

Una vez solas, las chicas se pusieron en marcha: maquillaje, peinado y ropa. Siempre en el mismo orden. Tomoyo supervisaba que los colores quedaran bien con el vestido y los zapatos, y que el peinado no fuera muy extravagante y siempre adecuado a la ocasión. Una vez terminado, dejaba a Sakura a solas para vestirse.

Tomoyo se dirigía a la cocina como de costumbre, donde un Touya enojado no dejaba de decir barbaridades, relacionadas, como no, con el novio de su hermana. No obstante, cuando Tomoyo entraba, Touya dejaba de mascullar y regalaba una sonrisa a la chica. Más de una vez se había quedado parado viendo lo guapa que se veía, disfrutando más de lo debido.

La joven nunca hacía nada especial con su vestuario, a diferencia de lo que ideaba para Sakura y el resto de sus amigas. Ella era una mujer natural, a quien le sentaba fantásticamente las prendas sencillas y cómodas. Esa noche llevaba un vestido corto de color morado que resaltaba sus curvas. Sus piernas lucían exquisitas y su piel cremosa brillaba por el calor. El pelo lo llevaba recogido con una pinza, de la que algunos cabellos juguetones salían disparados.

Touya sabía que pronto se quedarían solos en la casa. Su padre se había marchado a una expedición en Perú, y no volvería en dos semanas. Y su hermana se había cansado de repetir que aquella noche tenía una cita con el ‘mocoso’. Aunque no quería reconocerlo, Sakura estaba más feliz que nunca. Y, en el fondo, muy en el fondo, saber que el chico provocaba esa felicidad en su hermana le agradaba. Podía decir que había llegado a apreciarlo, pero eso nunca lo diría en voz alta. Y mucho menos al ‘monstruo’. ‘Y Sonomi debe estar en algún lugar del mundo’

“¿Qué hay para cenar?”

La voz de Tomoyo era dulce y suave. Para él, era como oír el sabor de un caramelo.

“¿Qué te apetece? Puedo hacerte lo que quieras”

Por la mente de la muchacha se pasearon muchas opciones, algunas incluso implicaban el consumo de comida. ‘¿Cómo lo hago para que todo lo que el diga suene tan obsceno en mi cabeza? ... Tomoyo, controla tus impulsos sexuales de una vez... Inspira, expira... inspira, expira... ¡eso es! Ahora, aparta la imagen de Touya desnudo cubierto de chocolate caliente... Mmm, oh, sí, un poco más abajo... ¡Oops, eso ha debido doler!’

La voz de Touya interrumpió su fantasía:

“Tengo rollitos”

Tomoyo se tapó la boca con las manos y reprimió una carcajada. Touya la miró confundido hasta que se dio cuenta de lo que había dicho.

“Me refería a...”

“Sé perfectamente a qué te referías” ‘Aunque podrías darme tu rollito cuando quieras’

Tomoyo empezó a preparar la mesa. Ya había colocado los platos y los cubiertos cuando el timbre sonó. No pasó ni un segundo antes de que Sakura corriera escaleras abajo, abriera la puerta y saludara efusivamente a Shaoran.

‘Menos mal que Touya está en la cocina y no los ha vi...’

“Apártate de mi hermana, mocoso” gritó Touya, apuntando a Shaoran con una de los cucharones que estaba utilizando para hacer la sopa miso.

“Tomoyo, buenas noches. Y, hermano, pórtate bien. Que Tomoyo no se venga quejando de tu pésimo comportamiento”

Y, con un portazo, Tomoyo y Touya se quedaron solos.

“Me saca de quicio”, dijo malhumorado

“¿ Quién ? ¿ Shaoran o tu hermana ?”

“Los dos”

Aun con el cucharón en la mano, Touya se recargó en la mesa. Miró a Tomoyo, quien se acercó a él y le palmeó el brazo.

“Sabes que Shaoran ama a Sakura y que haría cualquier cosa por ella... Shaoran sabe como...”

“...hacerla feliz. Lo sé. Y no sabes lo mucho que eso me desagrada.” Touya se separó de ella y se fue a la cocina. Tomoyo lo vio removiendo la sopa con el cucharón. Se atrevió a abrir la boca y dar su opinión.

“Mientes. Shaoran te gusta precisamente porque la hace sonreír. A mí no necesitas mentirme, Touya.”

Touya se giró para verla y frunció el ceño. Tomoyo le devolvió el gesto y le sacó la lengua. Luego se dio la vuelta, y riendo, exclamó:

“Te estás encariñando demasiado con el cucharón, Touya.”

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La cena transcurrió tranquila. Tuvieron una conversación amena, pero ninguno de los dos retomó el tema ‘mocoso’, como lo llamaba Touya.

Decidieron que la cena continuara con una sesión de cine. La primera película la eligió Tomoyo, ‘El día de mañana’. Touya se interesó por esa elección y ella le contestó divertida:

“Me encantan las catástrofes”

Se sentaron en el sofá y se pusieron cómodos para ver el film. Al llegar a los créditos, Touya cogió otra película y la puso en el reproductor.

“’La intérprete’. No la he visto antes, así que no sé si es buena, aunque estando Nicole Kidman en el reparto...” dijo el joven a la vez que movía sus cejas sugestivamente.

Tomoyo le golpeó en el brazo, y Touya contraatacó poniendo ese mismo brazo alrededor de sus hombros. Ella se sorprendió por el gesto, pero notó que Touya parecía más interesado en el mando de la televisión que en lo que acababa de hacer. Algo dubitativa, se acercó más a Touya y recostó su cabeza en su pecho. Él la estrechó aun más y colocó sus piernas sobre la mesa, disfrutando de la cercanía de Tomoyo.

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Una hora más tarde, Touya la llevaba en brazos por el pasillo. Abrió con torpeza la habitación de invitados y, con mucha delicadeza, colocó la frágil figura sobre la cama. Estudió sus facciones iluminadas por los rayos de luna que se colaban por las cortinas.

Se disponía a abandonar la estancia cuando se fijo que llevaba las zapatillas puestas. Se las sacó lentamente para no despertarla y las dejó cerca de la cama. No pudo evitar volver a contemplarla. Se acercó más a la cabecera de la cama, donde se arrodilló. Tenía su rostro a milímetros del de la muchacha. La lengua de Touya salió de su boca y humedeció sus labios resecos, y se aproximó aun más. Se aseguró de que la chica estuviera dormida, no quería despertarla con su intromisión.

Sus labios finalmente llegaron a su destino, donde depositó un dulce beso.

Con una sonrisa se alejó, se levantó del suelo y se marchó.

‘Tiene una nariz preciosa’

FIN DEL FLASHBACK

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Tomoyo había salido de la habitación de Touya precipitadamente, pero una vez fuera, no había sido capaz de dar un paso. Con el picaporte aún en la mano, Tomoyo apoyó su frente en la madera. Su respiración era irregular y trataba recuperar el aliento sin éxito.

Desde ese lado de la puerta, se podía oír perfectamente qué ocurría dentro de la habitación. Escuchó cómo Touya se levantaba de la cama y empezaba a cambiarse. Un fuerte ‘Ouch’ le hizo saber que el muchacho acababa de golpearse el pie con una de las patas de la silla. Tomoyo se rió suavemente, y colocó ambas manos sobre la puerta. Se movió ligeramente, hasta que tanto su frente como la punta de su nariz estaban recostadas en ella.

El sonido de un suspiro llegó hasta Tomoyo, que, sin saber por qué, se sonrojó. Finalmente, Tomoyo se separó de la puerta y caminó hasta las escaleras. Ya en la primera planta, se fue hacia la cocina.

Fujitaka la recibió con una amplia sonrisa.

“Buenos días, Tomoyo. ¿Cómo has dormido?”

“Muy bien. Y gracias por dejar que me quedara otra vez, señor Kinomoto.”

“Tomoyo, no hay por qué darlas. Aquí siempre eres bien recibida”

Y ella sabía que esas palabras eran completamente sinceras. Al fin y a cabo, Fujitaka Kinomoto había sido como su padre. Él se había encargado de ella cuando Sonomi se iba al extranjero a una de sus reuniones de trabajo, pues Tomoyo no quería quedarse sola en la enorme mansión, acompañada de las criadas.

Tras varias súplicas por parte de Tomoyo, Sonomi accedió a que su hija se alojara en casa de los Kinomoto. Fujitaka la recibió con los brazos abiertos, y, desde ese momento, no era extraño ver a la chica pasar las noches con ellos. Y fue así como Fujitaka conoció más a fondo a la muchacha. A Tomoyo le gustaba hablar con él sobre sus excavaciones o los temas de que hablaría en sus conferencias. Se sentía muy a gusto con él, y lo quería como a un padre. Por eso, si tenía algún problema o alguna duda, acudía a él.

Además, Fujitaka le había dado algunas lecciones de cocina. Tomoyo podía diseñar y confeccionar hermosos vestidos, pero su comida no era ninguna maravilla. A veces se le quemaban las tostadas o sus galletas eran duras como una roca. Pero Fujitaka era un gran maestro, y Tomoyo una gran alumna. Cuando se quedaba a dormir, Tomoyo insistía en ayudarle a hacer la cena porque quería aprender. Siempre terminaba diciendo: ‘Si quiero ser una buena esposa, debo saber cocinar. No me gustaría envenenar a mi marido’

Fujitaka se reía entonces, asegurando que tenía toda la razón. Y, a veces, enigmáticamente, añadía alguna cosa como: ‘El hombre que se case contigo será muy afortunado’ o ‘Aunque no todos se fijan en las habilidades culinarias’. Tomoyo no ponía contener su felicidad, y su imaginación. Continuamente fantaseaba sobre su vida si Touya era ‘el hombre afortunado’ y se preguntaba qué quería decir eso de que algunos valoraban otras cualidades, aparte de las culinarias.

El desayuno estaba casi listo, así que Tomoyo se puso en marcha: platos, cubiertos, tazas, cereales, tostadas... Estaba tan metida en la preparación de la mesa que no escuchó a Touya entrar en el comedor. Este iba a decir ‘Buenos días’ cuando se atragantó a causa de la nueva perspectiva que consiguió de los atributos de Tomoyo.

La muchacha estaba apoyada en la mesa, alargando el brazo para colocar los cubiertos al lado de los platos. Como no llegaba desde ese lado de la mesa, tuvo que estirarse todo lo posible, tratando de evitar que la jarra de zumo de naranja recién preparado se derramara. Esa posición dio la bienvenida a Touya, quien apreció las curvas que el trasero de Tomoyo mostraba desde ese ángulo.

Tomoyo colocó por fin los cubiertos en su sitio y se enderezó. Contenta, se dio la vuelta para terminar conectando sus ojos con los de Touya. Por un momento su cara fue la viva imagen de la confusión, hasta que notó el sonrojo en las mejillas de Touya. Tomoyo no había crecido observando para nada.

‘¡Oh, Dios mío!... Dime, por favor, que Touya no acaba de recibir los mejores ‘buenos días’ de parte de mi trasero...’

“Buenos días, Touya. ¿Hambriento? Por supuesto que sí... bueno, yo me voy a despertar a Sakura” Y así fue como Tomoyo voló del comedor.

“Buenos días” masculló asombrado, pero la chica ya había desaparecido.

Ninguno de los dos se había percatado de la presencia de Fujitaka, quien escondido detrás de la puerta de la cocina, había presenciado toda la escena. Él sí que había oído a su hijo y se sorprendió cuando no escuchó sus buenos días, como cada mañana.

Aunque no le sorprendió tanto al ver la cara de Touya valorando ciertas cualidades.

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Tomoyo siguió corriendo hacia la habitación de Sakura. Sus mejillas ardían de la vergüenza. ¿Cómo había sido tan estúpida? ¡Con lo fácil que era dar la vuelta a la mesa! Pero no... ella tenía que hacerlo difícil.

Sin molestarse a llamar a la puerta, Tomoyo entró en la habitación. Las cortinas estaban abiertas de par en par, por lo que el cuarto estaba iluminado por los débiles rayos de sol. La lluvia había cesado hacía horas, pero las nubes iban y venían.

Se encontró con Kero sentado en el alféizar de la ventana, mirando a exterior. Cuando Tomoyo se acerco al guardián, él le dijo.

“Estoy cansado, Tomoyo. Me he pasado media hora intentando despertarla, y es simplemente imposible”, bufó desalentado.

“No te has esforzado lo suficiente, Kero”, dijo la muchacha suavemente.

A Kero se le escapó otro bufido. Éste optó por seguir mirando el paisaje.

Tomoyo se acercó a la figura que yacía tranquilamente en la cama, aproximó sus labios a la oreja de Sakura, y exclamó:

“A que no sabes con quién se casa Shaoran esta semana”

Sakura abrió los ojos de golpe y se levantó de la cama. Empezó a dar saltos por toda la habitación, y cogió a un desmotivado Kero por la cola, sacudiéndolo sin parar.

“¡CONMIGO!”

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Sakura bajaba las escaleras alegremente, acompañada de Tomoyo, algo más calmada que la futura novia. La joven Maestra no había tenido el tiempo suficiente para cambiarse de ropa, así que decidió ir a desayunar con el pijama aún puesto.

Cuando las dos entraron en el comedor, vieron que Touya y Fujitaka ya estaban sentados en la mesa, esperándolas.

“Monstruo, se te va a enfriar el desayuno”, le dijo Touya a su hermana a modo de saludo.

“Oh, Touya... Yo también te quiero”, le contestó sarcásticamente.

Sakura dio la vuelta a la mesa para sentarse al lado de su padre, que estaba delante de Touya, por lo que Tomoyo debía ocupar la silla que había a la derecha del galeno.

Sin más preámbulos, todos empezaron a comer.

Para Tomoyo, fueron los veinte minutos más largos de su existencia. El roce continuo del brazo de Touya contra el suyo era insoportable. Además, su esencia la embriagaba, provocando en ella reacciones inexplicables en su cuerpo. ¿Por qué no podía tomarse su café y sus tostadas tranquilamente?

A Touya le invadían las mismas emociones. Sentía el suave roce de la piel de Tomoyo, y la menta fresca, que le había despertado esa mañana, se colaba a través del aroma del café recién hecho.

Mientras, Sakura engullía su desayuno y Fujitaka observaba la escena con una sutil sonrisa en su rostro.

‘Algo se está cociendo... y huele muy bien’

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El día había pasado muy lento, según Tomoyo. En el trabajo había tenido que solucionar, no sólo sus problemas, sino también los de su asistente. Trabajar para Tomoyo no era difícil, pero se necesitaba constancia y seriedad. Si alguien no cumplía esos requisitos, mejor que se marchara.

Sabía que, quizá, esa visión era algo cruel, pero Tomoyo respondía directamente a la presidencia de la empresa, es decir, a su madre. Aunque en esos momentos Sonomi debía estar a punto de llegar a Tokio, después de una semana en París, la mujer esperaba que todo siguiera tal y como ella lo dejó: a cargo de su única hija, sabía que la empresa estaría en buenas manos.

Tomoyo había empezado a hacer algunos trabajos para una de los departamentos más pequeños de la empresa, relacionado con el diseño de ropa y joyas. En un principio, se dedicaba sólo a la parte de juguetería, pero una vez terminado el instituto, Sonomi se encargó de que su hija pudiera dirigir su propia línea de modas. Poco a poco, Tomoyo consiguió confeccionar una colección de ropa de bebés, y pronto le seguiría con otra para niños.

Dentro de la compañía, todo el mundo conocía su talento, por lo que Tomoyo se convirtió en la segunda jefa cuando la ‘reina madre’ no se encontraba en el país.

A las cuatro y media de la tarde, Tomoyo volvía a casa de los Kinomoto, donde Sakura la esperaba impacientemente para empezar a arreglarse. Aquella noche había una cena de compromiso en la que las dos familias de los contrayentes y algunos amigos se reunirían para celebrar el futuro matrimonio en la intimidad.

La casa estaba deshabitada, excepto por la novia. Touya estaba en el hospital haciendo sus últimas horas de prácticas antes de las vacaciones de verano y Fujitaka tenía una reunión con el decano de la universidad. De Kero sabía que aún estaba en casa de Eriol, donde había pasado la noche comiendo dulces con Spinel.

Estaban sentadas en la cama de Sakura, decidiendo el maquillaje y el peinado para la cena.

“Deberíamos esperar a que tu hermano llegara con los trajes” dijo Tomoyo

“¿Mi hermano?”, preguntó una confundida Sakura

“Oh, pues sí. Esta mañana le pedí si podía hacerme el favor de ir a recogerlos”

“¿Y aceptó?” Sakura no se lo terminaba de creer.

“Claro, ¿por qué no iba a hacerlo?”

“Pues porque es Touya”, Sakura dijo en un tono como si eso fuera obvio. “Si no fuera porque papá y tu se lo habéis pedido, estoy segura que no habría movido un dedo por esta boda”

Aparcando a su hermano de la mente, Sakura decidió hablar sobre cosas que, APRA ella, parecían más interesantes. Sin embargo, Tomoyo no podía apartarlo de la suya, y siguió pensando en él.

‘Si Sakura supiera lo que su hermano no ha hecho para que esta boda sí se celebrara...’

FLASHBACK

Seis meses antes...

Tomoyo había vuelto a recibir una llamada de Sakura para que la ayudara a arreglarse para la cita que esa noche tenía con Shaoran. Hoy era su quinto aniversario.

“Cinco años juntos, ¿te lo puedes creer? Parece que fue ayer que me dijo que me quería... y ya hace cinco años que estamos juntos... ¡Oh, Tomoyo, no sabes lo feliz que soy”

Pero Tomoyo lo sabía. ‘Y más feliz que estarás cuando sepas lo que te espera en la cena’

Por supuesto que Tomoyo lo sabía. Shaoran había pedido su ayuda. El chico necesitaba el gusto de una mujer para poder escoger el anillo perfecto, ¿no?

No hacía ni dos minutos que había terminado de arreglarse, que el timbre se oyó. Shaoran estaba guapísimo. Vestía una camisa blanca desenfadada y unos pantalones negros. Encima llevaba una cazadora negra de piel, y en su mano, un ramo de rosas rojas.

Sakura le recibió con una sonrisa y, sin vergüenza, le besó en los labios. El chico le entregó el ramo y Sakura se lo agradeció con otro beso. Tomoyo le cogió el bouquet y dijo que ella se encargaría de cuidarlo. Los dos se despidieron, y Shaoran se giró para guiñarle el ojo a Tomoyo. Ella le contestó haciendo un gesto de buena suerte con los pulgares.

Tomoyo cerró la puerta y se giró. Delante de ella estaba Touya recargado en la puerta del comedor, mirando con pesadumbre el lugar donde su hermana había estado unos segundos antes.

“¿Se lo va a pedir esta noche, verdad?”

Tomoyo conocía esa mirada y tenía la respuesta a esa pregunta.

“Sí... ¿estás molesto?”

“No. Sé que la va a hacer feliz... Pero que mi hermana no me pida nada porque no voy a ayudarla con la boda. Es su boda, no la mía.”

Al oír la palabra ‘boda’ y ‘mía’ en la misma frase, Tomoyo se envalentonó y preguntó:

“Pero cuando tu te cases, querrás que tu hermana te ayude con los preparativos y que te de su opinión, ¿no?”

Touya no contestó inmediatamente y se quedó mirando a la figura que había ante él en medio del recibidor. Estaba preciosa, y parecía que el rojo de las rojas teñía sus mejillas del mismo color.

“Creo que para que yo me case falta aún mucho tiempo. Y también falta una mujer.”

“Eso es porque no te dedicas a buscarla”

“Eso es porque no quiero buscarla”, dijo bruscamente.

Tomoyo supo entonces que el tema había quedado zanjado, y que sería mejor no reabrirlo de nuevo. Touya se marchó a la cocina, la cena casi terminada. Cenarían solos de nuevo. Sus padres habían sido invitados a una recepción en Tokio, y no llegarían hasta bien entrada la noche.

La cena fue tensa. Ninguno de los dos hablaba, sumidos en sus pensamientos. Touya se castigaba por haber sido tan duro con su respuesta, y Tomoyo pensaba que, a lo mejor, él se había molestado porque su vida sentimental no le incumbía. Al fin y al cabo, ellos no eran nada el uno del otro. Ella sólo era la mejor amiga de su hermana.

Se levantó deprisa de la mesa y recogió sus platos. Los dejó en la cocina, ya que Touya le había recordado que ese día era su turno de limpieza. Se iba a ir a la habitación a dormir, o a llorar, aún no lo tenía decidido, cuando la voz de Touya la interrumpió:

“Lo siento, no era mi intención ser tan rudo contigo, Tomoyo.”

Un Oh se escapó de sus labios. No sabía qué contestarle. Se lo quedó mirando hasta que él se levantó de la mesa y dio unos pasos hasta estar justo delante de ella.

“Es sólo que... ya sabes, el ‘mocoso’ me saca de quicio.”

Ella se rió.

“Y tu hermana también”

Esta vez fue Touya quien soltó una carcajada.

FIN DEL FLASHBACK

“¿Quién es él?” pregunta Sakura

“¿Qué?”, Tomoyo exclama muy sorprendida. Por primera vez se le ocurre que quizá ha infravalorado a su mejor amiga respecto a sus dotes de observación.

Desde pequeñas, Sakura siempre fue la más despistada en el grupo de amigos. Cuando Shaoran, a los doce años, descubrió el cambio que habían sufrido sus sentimientos por la Maestra de las Cartas, Sakura fue la última en enterarse. Tomoyo siempre animó a Shaoran para que le declarara su amor, pero siempre había una carta, un mago reencarnado o un Yukito por el medio que se lo impedía. Hasta que las cartas se convirtieron en cartas Sakura y Shaoran al fin abrió su corazón a la hermosa Maestra. Después Shaoran se marchó, y Sakura pasó los peores cuatro meses de su vida.

Cada día Tomoyo oía a Sakura recriminarse por no haberse enterado antes de lo que el joven chino sentía por ella. Y Tomoyo siempre le preguntaba lo mismo: ‘Sakura, ¿crees que si Shaoran te hubiera confesado lo que sentía por ti antes de que arreglases las cosas con Yukito, habrías respondido de la misma forma? Porque yo pienso que le hubieras rechazado de la manera más amistosa y habrías querido mantenerlo como amigo. Shaoran sabía perfectamente lo que tú sentías, y no estaba dispuesto a perderte, aunque eso significara tragarse su amor por ti y seguir adelante’

Sakura siempre asentía al oír esas palabras y decía contenta ‘A lo mejor tienes razón.’ La conversación terminaba entones, con una Sakura más feliz y una Tomoyo aún preocupada por su mejor amiga.

Y cuatro meses después, Shaoran y Meiling regresaban a Tomoeda. ¡Qué guapos estaban los dos en la obra! Por fin Sakura era la princesa del cuento y su príncipe azul era Shaora... y la carta Vacío se entrometió en el romance de sus amigos.

Sakura siempre suspiraba y reía como una niña cuando pensaba en lo que había sucedido después: Shaoran, junto a Meiling y Wei, había vuelto a vivir a Tomoeda, esta vez indefinidamente. Y desde los trece años que Shaoran y Sakura formaban una pareja digno de un cuento de hadas. Todo el mundo comentaba lo felices que se veían, y que su futuro juntos sería prometedor. Cuando la pareja escuchaba esos comentarios, no podían evitar sonrojarse y decir un ‘Gracias’ con voz tímida.

La amistad de Tomoyo y Sakura no había sufrido cuando esta empezó a salir con Shaoran. Era verdad que no pasaban tanto tiempo juntas como antes, pero Tomoyo lo entendía. Sakura estaba enamorada y Shaoran era su vida, de la misma manera que Sakura lo era para Shaoran. La joven se sorprendía siempre que era incluida en los planes de ambos, no dejaban que el hecho de estar juntos la excluyera de ningún modo, y Tomoyo no podía estar más feliz.

A medida que el tiempo corría, y que Sakura y Shaoran decidían pasar más momentos a solas, Tomoyo se encontró pasando su tiempo libre esperando a Sakura en su casa, donde normalmente se quedaba a pasar la noche, y fue durante esas noches que coincidía con Touya. La joven disfrutaba de los ratos con el muchacho, y cuando el trabajo del joven no se lo impedía, a veces salían juntos por el pueblo, al cine o a algún festival, donde a veces se encontraban con Sakura y Shaoran.

De manera sorprendente, Touya nunca se enfrentaba a Shaoran, y Tomoyo tenía la sensación de que ese cambio se daba a que ella estaba allí. Seguramente, Touya no quería dar la apariencia de ser el molesto hermano sobreprotector de Sakura, y eso le gustaba.

No podía negar que se sentía atraída por esos profundos ojos oscuros y que deseaba acariciar ese pelo alborotado. Que esos labios la volvían loca y que los roces inocentes y las miradas penetrantes le provocaban escalofríos. Tomoyo sabía lo que eso significaba: se estaba enamorando de Touya Kinomoto, y eso la asustaba.

Tomoyo imaginaba la reacción de su madre si ésta lo descubría, por eso había guardado el secreto lo mejor que había podido. Pero lo que más le preocupaba era cómo tomaría Sakura esa revelación. El corazón le palpitó más deprisa por un segundo cuando creyó que Sakura había adivinado lo que ocurría con su amiga.

La risa de Sakura la sacó de sus pensamientos.

“Yo me quedo con la misma cara que tú cuando pienso en Shaoran, por lo que deduzco que estás pensando en un chico, y yo, tu mejor amiga, quiero saber quién es”

Tomoyo miró fijamente la cara sonriente de Sakura. Sin poder aguantarlo más, Tomoyo soltó una fuerte carcajada, razón por la cual Sakura se la quedó mirando.

“¿De qué te ríes? Tu vida amorosa no es para tomársela a risa. Venga, Tomoyo, dime quién es. ¿Por favor?”

Intentando ignorar la pregunta, Tomoyo se levantó de la cama y se acerca a Sakura para revisar su atuendo para esa noche. Su mente trabajaba a mil por hora para encontrar una respuesta que, sin decir nombre alguno, pudiera satisfacer la curiosidad de su amiga. De repente, una lucecita se encendió y dijo:

“¿Cómo sabes que pones esa cara cuando piensas en Shaoran?”

Tomoyo exclamó un sonoro ‘Viva’ en su mente cuando Sakura se sonrojó y se daba la vuelta para que su expresión no se viera. Tomoyo cruzó los brazos bajo su pecho y siguió con la mirada la espalda de Sakura. Sakura levantó la cabeza y se asustó al ver sus reflejos en el espejo. La joven cerró los ojos fuertemente, agitó la cabeza y exhaló un suspiró. Se dio la vuelta bruscamente y encaró a Tomoyo.

“Oh, está bien... Es que una vez me pasó cuando estaba delante del espejo y...”

Sakura no pudo terminar la frase porque Tomoyo empezó a reír descontroladamente.

Notas de le autora: Lo sé, lo sé. Tomoyo tiene una nariz preciosa.
No me gusta cuando se reciben los besos furtivamente. Lo bonito es que ambas partes estén totalmente despiertas... que no significa serenas.
El capítulo ha salido larguísimo. ¡Imaginaos que empecé a redactar esta nota cuando iba por la página 6 para no olvidarme de lo que quería comentar!
De dos hojas que tenía de borrador, se han convertid en 14 páginas.
Como habréis visto, no se trata de un universo alterno. La magia estará presente en algún capítulo, pero será escasa. Aquí lo importante es la magia del amor.
¿Os gusta la interacción entre Touya y Tomoyo? No quería que se comportaran como dos extraños que, de repente, confiesan su amor. Eso es tan irreal. Para amarse hay que conocerse y compenetrarse. Se necesitan unas bases, sean las que sean. Oops, creo que he dicho demasiado...
Supongo que habré dejado clara la relación que los personajes tienen en esta historia. Si hay dudas, decídmelo, y a no ser que estas se respondan en próximos capítulos, estaré encantada de resolverlas.
Espero ansiosa vuestros comentarios.
Muchos besos,
Mery